En el ámbito del multilateralismo y la gobernanza global, el G20 se mantiene como una de las principales plataformas de cooperación y coordinación internacional y, a su vez, encargada de propiciar una atmósfera favorable al crecimiento y desarrollo global equitativo. Empero, no se encuentra exenta de posiciones críticas que lo reducen a una dinámica de hacedores de las reglas (rule makers) las imponen a la mayoría (rule takers).
Seis años después de estar presidida por la Argentina (2018), el G20 retorna a América Latina. Desde el 1° de diciembre de 2023 hasta el 30 de noviembre de 2024, la presidencia rotatoria del grupo se encuentra a cargo de la República Federativa de Brasil, en lo que se perfila para ser histórica por varias razones.
“No podemos dejar que cuestiones geopolíticas secuestren la agenda de discusiones del G20. No nos interesa un G20 dividido. Necesitamos paz y cooperación en vez de conflicto“, sentenció Lula en la asunción de la presidencia del foro en Nueva Delhi (India).
Un pequeño repaso. El foro está compuesto por 19 países (Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía). A estos países, se le suma la participación de la Unión Europea y la novedosa incorporación de la Unión Africana.
El G20, espacio del ejercicio de la diplomacia en variados formatos, funciona con un sistema de troika, un trío de miembros formado por el último ocupante de la presidencia del grupo, el presidente actual y el próximo presidente. El gobierno que ocupa la presidencia coordina el grupo, con el apoyo de los otros dos. A partir del 1º de diciembre de 2023, está formada por India, Brasil y Sudáfrica. De igual importancia, se debe tener presente que los miembros de este foro representan en torno al 85% del PIB mundial, más del 75% del comercio mundial y alrededor de dos tercios de la población mundial.
Por su parte, Brasil eligió como lema para el transcurso del año sumergido en reuniones de trabajo y negociaciones “Construir un mundo justo y un planeta sustentable”. A ello le añadió las siguientes prioridades: (1) Promover la inclusión social y combatir el hambre y la pobreza; (2) Promover el desarrollo sostenible en sus dimensiones social, económica y ambiental y las transiciones energéticas, y (3) avanzar en la reforma de las instituciones de gobernanza global.
Un primer interrogante que es importante alumbrar es: ¿Por qué es importante que el foro aterrice en la región? Por un lado, si bien América Latina está alejada geográficamente de los epicentros de conflictos más resonantes en el escenario internacional (Ucrania-Rusia, Israel-Palestina, China-Taiwán), está conectada de forma indirecta. A ello se le suma la competencia por el acceso a activos estratégicos claves para la transición energética entre Estados Unidos y China.
Por otro lado, el mapa político regional está culminando el ciclo electoral 2021-2024 de marcada reconfiguración con un año en el que habrán seis elecciones presidenciales y varias subnacionales. Este punto involucra la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva en el 2023, que trae consigo expectativas sobre el papel de Brasil en la política internacional, siendo sede del G20 este año y en el 2025 será sede la Cumbre del Clima COP30 en la Amazonia y de la Cumbre de los BRICS.
Ahora bien, específicamente hablando del G20 ¿qué acontecimientos hacen histórica la presidencia brasileña? En principio, tres aspectos a destacar:
El primero es se vincula con la Unión Africana (organismo continental formado por 55 Estados miembros), que participará como miembro del foro, luego de que la presidencia de la India durante el 2023 haya formalizado el asiento. Un hecho considerado como realmente transformador para ambas plataformas multilaterales de gobernanza global y las expectativas en torno al orden internacional. Las implicancias son, a priori, dos.
Por un lado, con el ingreso de la UA, que representa a sus 55 estados miembros, al G20 como miembro, África está ante la oportunidad de cambiar su estatus como objeto de toma de decisiones en el G20. Por el otro, hecha la formalización, el foro amplió enormemente su legitimidad y representatividad. Lo cual permitirá que su representación le proporcione una plataforma para incluir en la agenda del G20 asuntos de interés que requieran cooperación internacional.
El segundo aspecto a resaltar es la invitación a los miembros de la unión aduanera sudamericana Mercosur Paraguay y Uruguay, en una pretensión por fortalecer el bloque a la vez que aumentar la representatividad de los países en desarrollo. A estos países se le suma la invitación a Bolivia, incorporada como miembro pleno del Mercosur en noviembre del 2023. “El Mercosur es un espacio estratégico de coordinación también para temas globales”, afirmó el mandatario brasileño.
En ese sentido, la invitación adopta una gran relevancia no sólo porque se trata de la primera ocasión para poder de negociación en foros globales sino además una oportunidad para construir una agenda latinoamericana para el grupo y estar bien plantados para las expectativas regionales en la agenda del G20.
El tercer y último aspecto a destacar es la importancia otorgada al Sur Global (concepto que sustituyó al término “Tercer Mundo“), cuyo origen se remite a las discusiones geopolíticas y económicas que clasifican a las naciones con base en su desarrollo socioeconómico. Un hecho que refleja esta tendencia y cómo esta voz se insertó en la agenda del G20 es la alusión en el marco de la presidencia a la obra América Invertida de Joaquín Torres García. Para el cual, contemplando la desigualdades que persisten entre los países, resulta pertinente traer a colación los intereses y agendas de estos países alineados con su propia visión de desarrollo y cómo se convirtieron en motor del crecimiento.
Interesa remarcar este punto, conforme a la sucesión de presidencias de países en desarrollo, que tuvo la presencia de Indonesia en el 2022, en el 2023 fue el turno de la India, este año Brasil y el año que viene será el turno de Sudáfrica.
Para cerrar, el espíritu de la presidencia brasileña tiene aspectos notables aunque no por ello menos desafiantes para su posicionamiento como actor regional y global, en un contexto con enfrentamientos bélicos y recrudecimiento de tensiones que dividen a las naciones y generan dificultad de acuerdos. Por este motivo, será necesario que los grupos de trabajo aúnen y coordinen esfuerzos para presentar propuestas innovadoras pero factibles para traducir los compromisos políticos en acciones.
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