El cambio climático no es neutral en cuanto al género, las mujeres alrededor del mundo han sido las más afectadas por las consecuencias climáticas. Algunos datos son alarmantes, pero no dejan de lado que las mujeres son decisivas en la lucha contra el cambio climático y, en el Día Internacional de la Mujer, es oportuno exponerlo.
El cambio climático afecta en forma desigual. Las diferencias existentes y persistentes en el acceso a los recursos y servicios básicos, salud, educación y empleo digno son algunos de los factores que ponen a las mujeres en situación de vulnerabilidad frente a los fenómenos climáticos extremos, en particular, en los países subdesarrollados. Una investigación publicada en 2019, revela que en desastres naturales, las tasas de mortalidad de mujeres y niños son 14 veces más altas que las de los hombres.
Durante la COP 28, ONU Mujeres alertó que para 2050, el cambio climático llevará a 158 millones más de mujeres y niñas a la pobreza, y provocará que 236 millones más de mujeres pasen hambre. En la actualidad, con algunos fenómenos climáticos como sequías e inundaciones, ya se evidencian otras cifras preocupantes. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el 80% de los desplazados por el clima son mujeres, y sus consecuencias incluyen discriminación, violencia de género, trata de personas y trabajo forzado.
A propósito de esto último, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios publicó en 2022 un reporte informando acerca del impacto en las mujeres de la sequía que afectó a la región del Cuerno de África. En Somalia, por ejemplo, aumentaron un 20% los casos de violencia de género (violencia sexual, explotación sexual y mutilación genital femenina), se registró un mayor número de casos de matrimonio infantil y, de la población infantil en riesgo de abandonar la escuela, el 47% eran niñas.
Por otra parte, el reciente informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura denominado The Unjust Climate, evidencia que en eventos climáticos extremos las mujeres rurales asumen el rol de sostener la economía familiar. Durante inundaciones y sequías, las mujeres tienden a trabajar mucho más en sus propios campos en comparación con los hombres, mientras que ocurre lo contrario con el estrés por calor, que hace que las mujeres dediquen relativamente más tiempo a trabajar fuera de sus campos. Pero, durante sequías y olas de calor, los hogares encabezados por mujeres pierden sus ingresos agrícolas, a diferencia de los encabezados por hombres.
No obstante, hay ejemplos que dan cuenta de cómo en contextos adversos las mujeres lideran e inspiran a otras para convertirse en agentes de cambio. En tres distritos de Malawi, África, se formaron cooperativas compuestas en su mayoría por mujeres, las cuales cosechan hortalizas en invernaderos de riego solar, y comercializan sus cosechas en el mercado local. Esta solución, financiada por ONU Mujeres, se ha convertido en un empleo seguro para las mujeres rurales y planea expandirse hacia otras zonas del país del sureste de África expuesto a fenómenos climáticos extremos.
El reconocimiento de las mujeres en la gestión de los recursos o su contribución en actividades productivas y comunitarias, implica promover su participación para contribuir desde sus conocimientos y experiencias a las alternativas de mitigación y adaptación al cambio climático. Las políticas climáticas, a su vez, deben promover la igualdad de género y la inclusión de las mujeres en ámbitos clave para la toma de decisión y el empoderamiento femenino a través de la educación, el empleo, el acceso a la tecnología y la salud.
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