La semana pasada, la Vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, publicó un tweet donde mencionaba que unos días antes había recibido en el Senado de la Nación la visita de la Embajadora del Reino Unido en Argentina, Kirsty Hayes. En su mensaje, destacó que se abordaron asuntos relacionados con el reclamo argentino sobre la soberanía de las Islas Malvinas. Además, el tweet incluía un enlace a una noticia que no solo detallaba la reunión con la Embajadora, sino que también exponía una estrategia integral sobre cómo Argentina podría avanzar en su reclamo de soberanía, basándose en un marco conceptual de defensa hemisférica.
Bajo el título ‘Las Islas Malvinas, una cuestión de defensa hemisférica’, el artículo argumenta que la presencia británica en el Atlántico Sur representa una intrusión de una fuerza extracontinental, contraviniendo no solo la soberanía argentina sino también minando la política de seguridad hemisférica estadounidense establecida por la Doctrina Monroe. Esta perspectiva del artículo es de gran importancia geopolítica, ya que sugiere una convergencia entre los intereses estratégicos permanentes de EEUU —la exclusión de influencias extracontinentales en América— y los de Argentina.
Además, sugiere que este nuevo enfoque, dirigido hacia Washington en lugar de hacia Londres, podría ser clave para obligar al Reino Unido a negociar a través de la presión de los EEUU. En este artículo nos interiorizaremos en esta perspectiva para considerar las oportunidades que este enfoque permitiría a la argentina en la cuestión Malvinas y en su política exterior en general.
Postura de Estados Unidos sobre las Islas Malvinas
En primer lugar, es importante abordar la postura de los EEUU respecto a las Islas Malvinas. Uno de los puntos clave del artículo compartido por Villarruel es que EEUU nunca reconoció la soberanía británica sobre las Islas Malvinas, sino únicamente una ocupación de facto. Además, en repetidas ocasiones, dejó claro a Gran Bretaña que debe aceptar el diálogo bilateral, excluyendo explícitamente a los habitantes de las islas y sus deseos. Esta postura, enraizada en la Doctrina Monroe, es consistente en la política exterior estadounidense con respecto a las Malvinas: nunca se ha reconocido la soberanía británica, solo se ha aceptado una administración de facto.
A modo de ejemplo, se mencionan las declaraciones de la entonces Secretaria de Estado, Hillary Clinton, durante su visita a Buenos Aires y su encuentro con la Presidenta Cristina Kirchner en marzo de 2010. En esa ocasión, Clinton ofreció colaboración para resolver la disputa de soberanía entre ambas naciones, manteniendo la neutralidad de EEUU en el asunto. De manera similar, actuó el posterior Secretario de Estado, John Kerry, quien además anunció que EEUU no reconocía el referéndum impulsado por Gran Bretaña entre los habitantes de las Islas Malvinas para determinar su soberanía. Basándose en esto, el artículo sostiene que el enfoque propuesto por Villarruel coincide con la posición de EEUU.
Por ello, la postura de la Vicepresidenta argentina es la de adoptar una política exterior pro-hemisférica, que en la práctica implica alinearse con los EEUU para cultivar confianza y amistad, con la meta de que Washington ejerza presión en Londres para que adopte una postura de negociación que respete las directivas de las Naciones Unidas.
Este enfoque representa un cambio histórico en la posición tradicional argentina con respecto a la búsqueda de una identidad hemisférica. Esto se evidencia en su participación en las diversas cumbres panamericanas a fines del siglo XIX, donde constantemente frustró los planes de Washington de avanzar hacia un panamericanismo más integrado. En aquel entonces, Argentina se veía a sí misma como un país capaz de competir en influencia con los EEUU en América Latina. En una ruptura con esa tradición, de una Sudamérica autónoma, Villarruel enfatizo la identidad del país dentro del panamericanismo, mencionando el ejemplo de San Martin, Bolívar y Washington como héroes que representaron el enfrentamiento del “Nuevo Mundo” contra la tiranía del Antiguo mundo.
Por otro lado, la estrategia también representa un cambio respecto a los métodos habitualmente preferidos por la dirigencia política argentina, que generalmente se inclina hacia lo que se conoce como la estrategia de “soft balancing”. Este enfoque implica restringir el uso del poder y acciones agresivas de las grandes potencias a través de la participación en instituciones internacionales o el recurso a instrumentos legales. En el caso de las Malvinas, este enfoque suele implicar una estrategia multilateral, buscando apoyos internacionales en diversos ámbitos (ONU, G77, CELAC, UNASUR, BRICS), mientras se mantiene el reclamo por la soberanía.
El objetivo: presionar sin desencadenar un dilema de seguridad en el Atlántico Sur
El objetivo principal de este enfoque hemisférico panamericanista es implementar una estrategia que presione al Reino Unido a negociar, evitando al mismo tiempo que esta presión desencadene un dilema de seguridad en la región. Este concepto describe una situación en la que los esfuerzos de un Estado para aumentar su propia seguridad pueden generar desconfianza y provocar respuestas defensivas de otros Estados, lo que en última instancia puede llevar a una escalada de tensiones y conflictos. Este ciclo puede generar tensiones y conflictos incluso cuando los estados involucrados no tienen intenciones agresivas, simplemente porque las intenciones detrás de las acciones de un estado no siempre son claras para los demás
Como se mencionó anteriormente, este enfoque busca evitar la creación de un dilema de seguridad con el Reino Unido, o más bien con los EEUU, al adoptar una táctica de equilibrio clásica donde se busca el respaldo de adversarios geopolíticos de la potencia con la que se confronta. En este caso, sería China, ya que aunque Rusia intentó en algún momento acercarse a Argentina como proveedor de armamento militar, quedó totalmente descartado después de la guerra de Ucrania.
El gobierno argentino ya está enviando señales y asumiendo compromisos dentro de esta nueva política de alineamiento con Washington para obtener la buena voluntad de este en diversas cuestiones políticas que también van más allá de la cuestión de las Malvinas. Una de estas señales fue la elección de los F-16 sobre los aviones de combate chinos JF-17, un tema que había sido planteado por EEUU como una línea roja. Otra señal fue el convenio firmado por la Autoridad General de Puertos y EEUU para permitir que miembros del Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense se instalen en la Hidrovía Paraná-Paraguay, una de las cuencas de agua dulce más grandes del mundo. Asimismo, la negativa al ingreso a BRICS también puede interpretarse en los mismos términos.
Efectos en la Política Exterior más allá de Malvinas
Al mismo tiempo, este enfoque no solo podría potencialmente generar presión sobre el Reino Unido sin desencadenar un dilema de seguridad en el Atlántico Sur, sino que también permitiría una política de equilibrio dentro del hemisferio americano y de América del Sur.
A finales del año pasado, se dio a conocer que la economía de Brasil superaba a la de Canadá, convirtiéndose en la novena economía mundial. Aunque Argentina y Brasil son socios estratégicos que comparten el liderazgo en el MERCOSUR y siempre buscaron promover una arquitectura de gobernanza en la región, la realidad de los dos países es cada vez más dispar. Mientras Brasil consolida su papel como potencia emergente, Argentina continúa enfrentando episodios de crisis sistémicas y se aleja cada vez más del futuro que alguna vez imaginó para sí misma. Asimismo, las buenas relaciones que históricamente existieron entre los gobiernos se están desvaneciendo. Durante las últimas dos administraciones de cada país, la relación política ha sido nula y solo parece resurgir la alianza estratégica cuando los mandatarios comparten afinidades ideológicas.
En este sentido, no es difícil imaginar que en el futuro surjan mayores diferencias o intereses en conflicto. Como resultado de un enfoque hemisférico alineado con los intereses vitales de los EEUU, Argentina podría buscar equilibrar a Brasil apoyándose en Washington. Al mismo tiempo, cuando surjan conflictos de intereses vitales con los EEUU, Argentina podría recurrir a Brasil para limitar la influencia de Washington en América del Sur.
Por último, es importante remarcar que esta relación con los EEUU no es novedosa y guarda similitudes con la política exterior de “aquiescencia” del gobierno de Carlos Menem. La aquiescencia, según Russell y Tokatlian, es una construcción intelectual que surge de la aceptación y asimilación, implícita o explícita, de la posición subordinada de los países latinoamericanos en el orden internacional y su pertenencia a la esfera de influencia de EEUU. Esta estrategia tiene varios objetivos fundamentales: obtener apoyo de EEUU a cambio de deferencia para lograr beneficios materiales o simbólicos; establecer un marco de convivencia estable con Washington basado en la confianza en su capacidad de autocontrol; y garantizar la protección estadounidense para mantener la coalición gobernante.
Esta asociación entre los EEUU y Argentina como política importante dentro del hemisferio americano no solo fue conceptualizada como una oportunidad desde el lado latinoamericano, sino que también fue considerada por personalidades influyentes dentro de los EEUU. Este es el caso de Henry Kissinger, quien en su libro “Does America Need a Foreign Policy? Toward a Diplomacy for the 21st. Century” (2001) sostenía que Argentina podría ser un socio en América del Sur para la gobernanza del hemisferio, ya que Brasil, debido a su propia realidad como potencia emergente, dejaría atrás su americanismo clásico y tendría que empezar a confrontar intereses estadounidenses.
De esta manera, el recién inaugurado gobierno argentino está implementando una estrategia de acercamiento hacia EEUU, con el objetivo de abordar algunos de los asuntos que más resuenan en el ámbito interno del país. La Vicepresidenta Villarruel ya manifestó claramente las intenciones de su administración. Solo el tiempo podrá determinar la eficacia de estas medidas.
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Y cómo se compatibiliza esta teoría con la postura de la canciller de reconocer el derecho a la autodeterminación de los isleños? Otro punto, en 1982, cuando tuvieron que optar, EEUU lo hizo sin dudar por el agresor extracontinental, les importó un comino la doctrina Monroe, el TIAR y la mar en coche. Otro más, durante más de una década, durante el menemismo, se hizo seguidismo acrítico de EEUU, las famosas “relaciones carnales”, sin que ésto significara avanzar un ápice en el tema Malvinas. Por último, una política semejante implicaría abandonar definitivamente toda capacidad de autonomía y decisión nacional soberana
El problema es que hoy decimos una cosa y dentro de 4 años, lo contrario. Necesitamos un país que camine para adelante, más allá del gobierno de turno.