Mientras cientos de drones y misiles iraníes surcaban los cielos de Medio Oriente a mediados de abril, una compleja red defensiva se activaba en respuesta al temido ataque de Irán. Israel, Estados Unidos y media docena de otros países desplegaron una línea de defensa compuesta por radares, aviones de combate, buques de guerra y baterías de defensa aérea.
Afortunadamente, las fuerzas israelíes y estadounidenses lograron interceptar la mayoría de los drones y misiles iraníes. Este éxito se debió en parte a la colaboración discreta de países árabes, quienes proporcionaron inteligencia sobre los planes de ataque de Teherán, abrieron su espacio aéreo a los aviones de guerra y compartieron información de seguimiento de radar. En algunos casos, incluso suministraron sus propias fuerzas para reforzar las operaciones, según informaron funcionarios norteamericanos.
Según informó el WSJ, dos días antes del ataque, funcionarios iraníes comunicaron a sus contrapartes de Arabia Saudita y otros países del Golfo sobre los detalles y el momento de su plan, permitiendo que estos países protegieran su espacio aéreo. Funcionarios sauditas y egipcios transmitieron esta información a EEUU.
Los países árabes ofrecieron su ayuda en la defensa contra los ataques iraníes, conscientes de los beneficios de cooperar con Estados Unidos e Israel, siempre y cuando mantuvieran un perfil bajo. Reconocieron que aún no gozan del mismo nivel de apoyo que Israel recibe de Estados Unidos y vieron esta colaboración como una forma de obtenerlo en el futuro.
La exhibición de defensa colectiva fue el resultado de un objetivo estadounidense de muchos años: forjar lazos militares más estrechos entre Israel y sus antiguos adversarios árabes para contrarrestar la creciente amenaza común de Irán.
Esta coalición defensiva, en la que la participación de países de la región fue clave, ejemplifica la estrategia de “offshore balancing” de Estados Unidos, tanto en Medio Oriente como en otras regiones. Si bien la coalición está todavía muy lejos de ser formalizada, el ataque de Teherán dejó claro que al menos sus cimientos están firmemente establecidos.
¿Qué es el offshore Balancing?
La política exterior estadounidense viene experimentado cambios importantes en las últimas décadas, independientemente del partido político en la Casa Blanca. Uno de los cambios más destacados en su estrategia de seguridad y política exterior ha sido el paso de una posición de intervencionismo unilateral a una estrategia de “offshore balancing”.
Este concepto es lo que se suele llamar una Grand Strategy y se refiere a la planificación y ejecución de acciones a gran escala por parte de un estado o conjunto de estados para alcanzar objetivos políticos amplios, especialmente en el ámbito de las relaciones internacionales y la seguridad nacional. La Grand Strategy implica la articulación de recursos para garantizar intereses nacionales, pero es más compleja e incluye planes, principios organizadores y patrones de conducta.
Así el offshore balancig, promovido por reconocidos académicos norteamericanos como John Mearsheimer y Stephen Walt, implica que una gran potencia utilice aliados regionales para contrarrestar el surgimiento de potencias hostiles que buscan la hegemonía regional. Según esta perspectiva, dado que EEUU no puede detener el surgimiento de nuevas grandes potencias, debería apuntar hacia una estrategia de transferencia de responsabilidades, donde otros asuman el compromiso de mantener el equilibrio de poder regional.
Aunque Washington podría ofrecer asistencia a sus aliados y prometer apoyarlos en caso de peligro, debería evitar desplegar grandes contingentes de fuerzas estadounidenses en el extranjero. Ocasionalmente, mantener ciertos activos en el exterior, como pequeños contingentes militares, instalaciones de recolección de inteligencia o equipos preposicionados, puede ser justificado. Sin embargo, en general, Washington debería dejar la responsabilidad a las potencias regionales, ya que tienen un interés mucho mayor en evitar la dominación por parte de otros estados.
Como mencionan Mearsheimer y Walt en su artículo “The Case for Offshore Balancing: A Superior U.S. Grand Strategy”, si estas potencias no pueden contener una potencial hegemonía por sí solas, Estados Unidos debe ayudar a completar el trabajo. Esto podría implicar desplegar suficiente poder de fuego en la región para cambiar el equilibrio a su favor, e incluso enviar fuerzas antes de que estalle un conflicto.
Al promover la transferencia de responsabilidades y fomentar esferas de influencia, los defensores del “offshore balancing” esperan mitigar las reacciones adversas contra la hegemonía estadounidense, especialmente después de la guerra contra el terrorismo y los conflictos en Irak y Afganistán. Esta adaptación refleja la nueva realidad multipolar del sistema internacional, donde Estados Unidos ya no puede ejercer una hegemonía indiscutida.
Además, uno de los principales beneficios del enfoque de “offshore balancing” en Medio Oriente es que reduciría el riesgo de terrorismo. El enfoque de intervencionismo unilateral, o aquel dominado por visiones idealistas, compromete a Estados Unidos a difundir la democracia en lugares desconocidos, lo que a veces requiere ocupación militar y siempre implica interferir en arreglos políticos locales.
Tales esfuerzos inevitablemente fomentan el resentimiento nacionalista, y como los oponentes son demasiado débiles para enfrentarse directamente a Estados Unidos, suelen recurrir al terrorismo y la subversión. Además de inspirar a los terroristas, facilita sus operaciones, ya que utilizar el cambio de régimen para difundir los valores estadounidenses socava las instituciones locales y crea espacios ingobernables donde los extremistas violentos pueden florecer.
Offshore balancing en Medio Oriente
A menudo, este enfoque es malinterpretado como aislacionista. Sin embargo, los defensores del “offshore balancing” creen que hay tres regiones fuera del Hemisferio Occidental que valen la pena para que Estados Unidos gaste recursos en su defensa: Europa, el Noreste de Asia y el Golfo Pérsico. Los dos primeros son centros clave de poder industrial y hogar de otras grandes potencias mundiales, mientras que el tercero produce aproximadamente el 30% del petróleo mundial.
En Europa y el Noreste de Asia, la principal preocupación es el surgimiento de una hegemonía regional que dominaría su región, similar a como Estados Unidos domina el Hemisferio Occidental. Un estado así podría aliarse con países en el Hemisferio Occidental e interferir cerca del territorio de Estados Unidos.
Por su parte, y para interés de este artículo, en el Golfo, Estados Unidos tiene interés en bloquear el surgimiento de una hegemonía que pudiera interferir con el flujo de petróleo desde esa región, dañando así la economía mundial y amenazando la prosperidad estadounidense.
En el caso de la defensa de Israel este mes, la operación representó la culminación de años de esfuerzo por parte de Estados Unidos para derribar barreras políticas y técnicas que obstaculizaban la cooperación militar entre Israel y los gobiernos árabes sunitas. Hasta el momento, Estados Unidos ha priorizado una cooperación en defensa aérea menos formal en toda la región para neutralizar el creciente arsenal de drones y misiles de Teherán, las mismas armas que amenazaron a Israel hace apenas unas semanas.
Un funcionario israelí involucrado en los esfuerzos de cooperación en seguridad regional señaló que, aunque hubo un intercambio frecuente de inteligencia sobre amenazas de defensa aérea en el pasado, el ataque de Irán del sábado “fue la primera vez que vimos que la alianza funcionara a plena potencia”.
Sin embargo, el esfuerzo liderado por Estados Unidos para proteger a Israel en los días y horas previos al ataque iraní tuvo que superar numerosos obstáculos. Entre ellos, el temor de los países del Golfo a ser vistos como llegando en ayuda de Israel en un momento en que las relaciones están gravemente tensas debido a la guerra en Gaza.
Aun así, el alcance del ataque por parte de Teherán reveló que el armado regional ya está en desarrollo y, aunque está lejos de su culminación, puede ser muy efectivo. Sorprendentemente, el ataque fortaleció esta coalición en lugar de debilitarla. La importancia de Irán para la formación de esta coalición es clave, ya que es el país que puede desestabilizar la región productora de petróleo, ya sea directamente o a través de sus aliados en el “Eje de Resistencia”.
Además, a medida que las ambiciones de China crecen, buscará aliados en el Golfo, y es probable que Irán encabece su lista. Como un indicio de este escenario, cabe mencionar el acuerdo de cooperación comercial por 25 años firmado por ambos países en 2021. Por su parte, Estados Unidos tiene un interés evidente en desalentar la cooperación en seguridad entre China e Irán, lo que buscó primero tendiéndole la mano a Irán (sin éxito), y que ahora busca a través de una política de contención.
Irán cuenta con una población mucho más grande y un mayor potencial económico que sus vecinos árabes, y eventualmente podría estar en condiciones de dominar el Golfo. Si comienza a moverse en esta dirección, Estados Unidos ayudará a los demás estados del Golfo a equilibrarse contra Teherán, ajustando sus propios esfuerzos y presencia militar regional según la magnitud del peligro. Eso fue lo que sucedió el 13 de abril.
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