El anuncio del presidente de EEUU, Joe Biden, de detener los envíos de armamento a Israel en caso de una gran invasión de la ciudad de Rafah en Gaza por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu, marca un posible punto de inflexión en el conflicto entre Israel y Hamás. Esta decisión se suma a una anterior que detuvo la entrega de 3500 bombas, algunas de ellas del tipo que más causaron muertes civiles en Gaza. Netanyahu, por su parte, afirmó que Israel se mantendría en soledad si fuera necesario, lo que subraya la gravedad de la situación.
La decisión representa un cambio en la postura estadounidense, al condicionar el suministro de armas a las acciones de Israel y reconocer el papel de EEUU en el conflicto, y en la muerte de miles de civiles palestinos. La declaración de Biden también subraya la complejidad y la sensibilidad de las relaciones entre EEUU e Israel, así como la influencia de la política doméstica estadounidense en este nuevo enfoque.
¿Qué significa realmente esta medida de Biden para el futuro del conflicto en Medio Oriente? ¿Es un paso hacia una resolución duradera del conflicto o podría aumentar las tensiones y la inestabilidad en la región? ¿Es más probable que Netanyahu tome en serio las advertencias de EEUU? Estas son algunas de las preguntas que se deben explorar para comprender plenamente el impacto de la decisión de Biden.
Política Doméstica o Seguridad Nacional
La primera cuestión que debemos dilucidar en este tema es cuál es el motivo por el que Biden toma esta decisión. ¿Sus motivaciones responden a cuestiones de seguridad nacional o a motivos de política doméstica?
Desde la Casa Blanca, aseguran que las decisiones de Biden en política exterior siempre están fundamentadas en motivos de seguridad nacional. Argumentan que establecer un límite para lo que Washington considera tolerable es vital, especialmente después de varios meses intentando colaborar con Israel en este aspecto. Al mismo tiempo, intentan suavizar la brecha que se generó con Israel por esta decisión; y en este sentido, afirman que Biden es el presidente más proisraelí en la historia de EEUU, ya que puso a disposición a las Fuerzas Armadas estadounidenses para defender a Israel contra los ataques iraníes el mes pasado, y estaría dispuesto a hacerlo nuevamente si fuera necesario.
En la misma línea, desde el Departamento de Estado, sostienen que una operación militar importante de Israel en Rafah fortalecería la posición negociadora de Hamás. Según su análisis, esta acción demostraría que Israel no está comprometido con la búsqueda de un acuerdo de alto el fuego para proteger a los civiles, lo que podría resultar en más víctimas y que se ejerza una mayor presión diplomática e internacional sobre Israel. La decisión buscaría evitar este escenario.
Por su parte, Israel sostiene que la decisión de Biden de suspender ciertas entregas de armas y hacerlo público fortalece la posición negociadora de Hamás. Según su punto de vista, esto confirma que la estrategia actual de Hamás de esperar a que se amplíe la brecha entre EEUU e Israel por las muertes de civiles está funcionando.
Aunque EEUU asevera que su posición se fundamenta en consideraciones de seguridad nacional, varios analistas políticos sugieren que las acciones de Biden responden en realidad a una estrategia de política doméstica diseñada para apaciguar a una parte de la base del Partido Demócrata, especialmente a los jóvenes progresistas. Este grupo es muy importante de cara a las elecciones de noviembre. Dentro del ala progresista, algunos están elogiando la medida, pero otros no están convencidos de su utilidad. Argumentan que, dadas las altas cifras de víctimas civiles y la falta de ayuda humanitaria en Gaza, esta acción por sí sola no significa mucho en este momento.
El enfoque del predominio de la política doméstica se vuelve más claro si consideramos que Israel ya posee el armamento necesario para llevar a cabo esta invasión a gran escala en Rafah. Por lo tanto, la amenaza de Biden es en gran medida simbólica y representa un mensaje político. Ya cerca de las elecciones, la escalada diplomática parece establecer un marco moral para una futura escalada diplomática contra Netanyahu, sin embargo es difícil que Washington se permita poner en riesgo la seguridad de Israel, y Netanyahu cuenta con eso.
Un dilema difícil de resolver
EEUU también tiene intereses en este conflicto, y por más que piense que sería un error táctico que Israel invada Rafah, el gobierno norteamericano comparte con Israel la visión de que Hamás no debería tener el control de esta ciudad, ni tampoco de Gaza. La verdadera pregunta es si hay alguna manera para que EEUU e Israel lleguen a un acuerdo sobre cómo abordar la presencia de Hamás en Rafah sin poner en riesgo a 1,3 millones de personas que esta hacinadas en un área muy pequeña.
Como si se tratara de una tragedia griega, observamos cómo los eventos se suceden y se encaminan hacia un choque inevitable e irreductible. La incompatibilidad de las posiciones dentro del marco de democracias liberales propicia un escenario trágico, donde Hamás continúa ganando la batalla discursiva y simbólica.
Desde un punto de vista político, la decisión de Biden dificultará la colaboración de Netanyahu con EEUU. Esto no solo se debe al interés nacional israelí, sino también a su propia coalición de derecha.
Netanyahu viene reiterando en los últimos días su determinación de ir a Rafah sin importar si se alcanza un acuerdo de rehenes o no. Al hacer estas declaraciones, ha disminuido su propia influencia y ha colocado a EEUU y a sus aliados en la región en una posición difícil: persuadir a Hamás de liberar a los rehenes de todos modos y, al mismo tiempo, intentar impedir que los israelíes avancen en su decisión. Es poco probable que ambos objetivos se puedan lograr simultáneamente. Esta postura de Netanyahu responde a motivos de política interna israelí, probablemente como un intento de calmar a sus ministros de extrema derecha, Smotrich y Ben Gvir.
De esta manera, el aspecto más complicado se relaciona con la política interna tanto de Biden como de Netanyahu, lo que dificulta que compartan una visión sobre cómo abordar el desafío del poder político y militar de Hamás en Gaza, así como sobre cómo sacar a Hamás de Rafah. Ni hablar de cómo enfrentar la estabilización y reconstrucción de un Gaza posbélica.
En ambos países, sus coaliciones internas amplifican esta incompatibilidad, esperando influir en el debate político en el otro y generar presión a favor de sus intereses en el gobierno aliado. Ejemplos de esto incluyen el tuit de Gvir, donde señaló que Hamás ama a Biden, y la declaración del líder demócrata en el Senado de EEUU, Chuck Schumer, quien acusó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de obstaculizar la paz en Gaza y abogó por elecciones para reemplazarlo.
En resumen, tanto EEUU como Israel comparten el interés de evitar cualquier percepción de división entre ellos, especialmente dada la complejidad de los desafíos de seguridad que enfrentan en el Medio Oriente. Es poco probable que EEUU quiera colocar a Israel en una posición en la que repentinamente pierda el acceso a suministros de armamento, dados los riesgos que enfrenta por la amenaza real de Hezbollah en el norte. Además, Israel tampoco desea crear una brecha con EEUU, ya que esto podría aumentar las posibilidades de conflicto con Hezbollah, y además podría fortalecer la postura de Hamás quien podría sentir que no necesita tomar decisiones urgentes y seguir posponiendo cualquier colaboración para un alto el fuego.
Por lo tanto, ambas naciones tienen un interés mutuo en superar cualquier percepción de división. Deberán colaborar para encontrar una solución que promueva la estabilidad regional y proteja los intereses de seguridad de ambas partes, además de abordar las preocupaciones humanitarias para avanzar hacia una resolución sostenible. Si bien llegar a esto parece difícil, y tal vez sea imposible, no deberían dejar de explorar posibilidades.
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