Corrían mediados del año 2014 y los principales medios de comunicación transmitían, desde una Mosul devastada, la caída de aquella enorme urbe iraquí que se derrumbaba ante el avance de los yihadistas que, liderados por Abu Bakr al-Baghdadi –el primer Califa-, proclamaban la creación del autodenominado “Estado Islámico”, que rápidamente se expandiría a territorios pertenecientes a Siria e Iraq. Esta organización terrorista prontamente sería mundialmente conocida por sus siglas en inglés: ISIS (Islamic State of Iraq and Syria), y dejará una fuerte impronta si de rerrorismo hablamos.
Tras unos largos 10 años llenos de guerra, terror y sangre, la situación de ISIS cambió y mucho; Sin embargo, y pese a haber perdido mucho poder en el transcurso de los últimos años –tanto territorial como operativo-, esta organización yihadista sigue manteniéndose activa en distintas zonas que supieron controlar en pleno apogeo de ISIS, tanto en Iraq como en Siria. Además, las distintas células que este grupo terrorista supo esparcir alrededor del mundo siguen más activas que nunca pareciendo ser algo difícil de extinguir pese a los esfuerzos de seguridad y militares locales, como así también, coaliciones internacionales.
Los tentáculos del mal
Tal como señalamos en los párrafos previos, en el transcurso de los últimos años, aquellas organizaciones yihadistas vinculadas al autodenominado “Estado Islámico”, han cobrado mayor relevancia mundialmente debido a su presencia cada vez letal, no solo en diversos países, sino también en varios continentes. Estas denominadas ramas o filiales unieron sus lazos con ISIS, prestándole un juramento de “lealtad” al Califa de turno, es decir, reconociendo su autoridad y afirmando su voluntad de expandir la yihad por el mundo.
Uno de los emblemáticos ejemplos de estas organizaciones es Boko Haram, a quien dedicamos una columna previamente y que funciona como la rama africana de ISIS. Dicho grupo terrorista, surgió allá por el año 2002 en Borno, Nigeria, bajo el nombre original de “Jama’atu Ahlis Sunna Lidda’awati wal-Jihad”, para luego pasarse a llamar Boko Haram. Al igual que su “progenitor” ISIS, el principal objetivo de esta organización yihadista es la implementación radical de la Sharia o “Ley Islámica” en todo el norte de Nigeria, sin dejar de lado también su vocación expansiva logrando sembrar terror en el área conocida como el Sahel, en el corazón del centro africano, principalmente en Níger, Mali y Burkina Faso. En cuanto a este último, fue catalogado, por segundo año consecutivo, como el país con mayor número de muertes a causa del terrorismo, convirtiéndose en la nación con un mayor índice de atentados terroristas a nivel mundial.
Ahora bien, remontándonos pocos meses atrás, tenemos el caso de ISIS-K –“Estado Islámico del Gran Khorasán”-, la rama de ISIS en las regiones lindantes a Pakistán y Afganistán. Dicha organización terrorista fue la autora del brutal atentado que tuvo lugar en el Crocus City Hall de Moscú, Rusia, y que culminó con la vida de más de 130 personas, además de dejar cerca de 200 heridos. Siendo este ataque terrorista uno de los más letales que tuvieron lugar en suelo ruso en –al menos- las últimas dos décadas.
Y si de Rusia hablamos, no podemos no hacer mención a la rama del ISIS en la región conocida como el Cáucaso –principalmente en la zona de Chechenia y Daguestán, al sur de Rusia-. Hablamos de ISIS-C que, mediante su líder y en pleno apogeo del autodenominado “Estado Islámico” en Siria e Iraq, establecía la creación de un nuevo “Califato”. En este caso, el “Estado Islámico del Cáucaso”, que hasta el día de hoy permanece activo.
Cortan una cabeza, crece una nueva
En el transcurso de los últimos años, y como mencionamos al inicio de la columna, ISIS fue perdiendo sus capacidades efectivas, como así también, mucho del territorio que supo controlar en sus inicios.
Sin duda alguna, 2019 fue un año crítico para el autodenominado “Estado Islámico”, tratándose del año en el que esta organización yihadista sufriría su primer cimbronazo causado tras la muerte del primer líder de ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi, en manos del ejército de Estados Unidos.
Tras la muerte del “Califa” -como solían denominarlo- asumiría como líder un poco conocido Abu Ibrahim al Hashemi al Quraishi (2019-2022), quien sería el primero de la larga lista de sucesores del liderazgo de ISIS que corrieron con la misma suerte que sus antecesores y fueron asesinados en distintas operaciones militares. A este le siguieron los cortos períodos de Abu al Hashan al Qurashi (2022) y Abu al-Hussein al-Husseini al Qurashi (2022-2023), y finalmente quien, al día de hoy, se desempeña como el quinto Califa de ISIS, Abu Hafs al-Hashimi al-Qurashi.
ISIS en la actualidad
Para sorpresa –o no- de muchas personas, a 10 años del surgimiento propiamente dicho de esa brutal organización yihadista, y tras los duros golpes que sufrió en cuanto al reiterado asesinato de sus líderes como así también, a la enorme pérdida de territorio que supo haber sido controlado por estos, ISIS sigue posicionándose como la organización terrorista más letal en los últimos tiempos. Ya sea llevando a cabo ataques por mano propia o por las distintas células o ramas que cometen atentados terroristas en su nombre.
En cuanto al décimo aniversario del grupo yihadista, esta fue celebrada por los terroristas de ISIS quienes, a través de la publicación de un cartel con su imagen, homenajearon a su primer Califa, Abu Bakr al-Baghdadi. Mientras que el actual portavoz de la organización, pidió honrar la memoria de todos los líderes que –según sus principios- murieron como “mártires”.
De esta manera, las actividades de ISIS y sus respectivas células, la expansión cada vez más peligrosa de las mismas, y los cientos de atentados terroristas llevados a cabo por estas, deja en evidencia que la cuestión de la acefalía no parece afectar demasiado las intenciones de este grupo terrorista quien, pese a haber perdido varios líderes desde la declaración del “Califato”, continúa ocupando los primeros lugares en el listado de las organizaciones terroristas más peligrosas y letales del mundo.
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