La carta solicitando la creación de un propio sistema de defensa aérea conjunta o escudo antiaéreo para la Unión Europea (UE) presentada a principios de mayo por los primeros ministros de Grecia y Polonia (Kyriakos Mitsotakis y Donald Tusk, respectivamente) comienza a concebirse como una realidad. La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decidió que respaldará la idea junto al diplomático en jefe del bloque, Josep Borrell.
“Acojo con satisfacción que los Estados miembros digan que para defender nuestro espacio aéreo, ¿por qué debemos contemplarlo de forma fragmentada?” declaró Borrell. No obstante, también afirmó que la iniciativa tiene ciertos interrogantes de por medio, como dónde se colocarán las defensas aéreas, en qué fronteras, con qué capacidades, con qué financiación, entre otras preguntas.
Los principales líderes de la UE también han mostrado apoyo. No obstante, otros manifestaron cierta reticencia. Por ejemplo, la reacción alemana a la propuesta greco-polaca fue moderada, y sus responsables declararon que no tienen nada en contra siempre y cuando “no interfiera con su iniciativa”. “La OTAN sigue siendo la mayor y más importante alianza de defensa para Europa”, declaró a la prensa la Secretaria de Estado alemana Siemtje Möller.
¿En qué consiste la propuesta de defensa aérea conjunta?
Los titulares que presentaron la carta, Mitsotakis y Tusk, afirmaron que prevén “un sistema integral de defensa aérea para proteger el espacio aéreo común de la UE contra todas las amenazas entrantes”, citando como ejemplo la guerra entre Rusia y Ucrania como motivación.
En conjunto, ambos mencionaron que el programa sería “emblemático” y que demostraría a todos aquellos posibles atacantes que la UE está unida en materia de defensa. Lo cierto es que el proyecto es como una prolongación europea de la arquitectura de defensa aérea de la OTAN, cuyo objetivo es “coordinar las adquisiciones nacionales y garantizar la interoperabilidad entre sensores e interceptores”.
Tusk por su parte ha manifestado el deseo de que su país se adhiera a esta iniciativa, aunque encontró cierta oposición de su actual presidente, Andrzej Duda. En sí misma, la iniciativa tuvo poca repercusión en la reunión con Consejo de la UE, ya que según funcionarios la propuesta greco-polaca se planteó “en la periferia” porque “formalizar propuestas nacionales no era el trabajo del panel”.
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