La crisis diplomática entre Brasil e Israel, comenzada tras el recrudecimiento del conflicto en la Franja de Gaza con la invasión de Hamás, escaló a un nuevo nivel el pasado 29 de mayo cuando el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva decidió retirar al embajador en Tel Aviv sin nombrar un reemplazo inmediato en el cargo.
La tensión explotó durante una cumbre de la Unión Africana en el mes de febrero de este corriente año, donde el presidente brasileño acusó a Israel de perpetrar un “genocidio” contra los palestinos en la Franja de Gaza y comparó la situación actual con la campaña de Adolf Hitler para exterminar al pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial.
Estas declaraciones suscitaron una fuerte reacción por parte de Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu condenó enérgicamente los comentarios de Lula, acusándolo de trivializar el Holocausto y de atacar al pueblo judío y al derecho de Israel a la autodefensa. Además, advirtió que comparar a Israel con los nazis y Hitler cruza una línea roja.
Luego, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Israel Katz, anunció que Lula sería considerado “persona non grata” en el país hasta que se retractara de sus declaraciones. Posteriormente, Katz convocó al embajador brasileño Frederico Meyer, que sería retirado luego de que lo convocaran a una reunión en Yad Vashem en Jerusalén, el monumento nacional de Israel al Holocausto, para pedir disculpas publicas por los dichos de Lula.
Sin embargo, fuentes brasileñas citadas por el medio Agence France-Presse revelaron que Frederico Meyer fue llamado a pedir disculpas en hebreo sin traductor. Esto fue definido por la fuente como una “humillación” para Meyer, ya que en la diplomacia internacional “no existe reprimenda a embajador frente a los medios” y eso empujó a Brasil a decidir el retiro definitivo de su representante en Israel.
Este acto político, aunque no rompe completamente los vínculos diplomáticos, agrava la crisis que atraviesan Brasil e Israel. Y no sólo pone de manifiesto el descontento de Lula da Silva con las políticas que lleva adelante el Gobierno israelí en la Franja de Gaza, sino que también se enmarca dentro de una estrategia que viene llevando adelante el líder del Partido de los Trabajadores durante las últimas dos décadas: posicionarse a él y a Brasil en la escena internacional.
Antecedentes de la relación bilateral entre Brasil e Israel
Las relaciones bilaterales entre Brasil e Israel experimentaron una serie de altibajos en los últimos años. Durante la presidencia de Jair Bolsonaro, Brasil adoptó una postura pro-Israel que se vio reflejada en las estrechas relaciones personales y diplomáticas que mantuvieron el exmandatario brasileño y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Un ejemplo de ello fue la consideración abierta de Bolsonaro de trasladar la embajada brasileña a Jerusalén, además de su viaje para bautizarse en el Río Jordán y adquirir el título de “Mesías”.
Sin embargo, con la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil en 2023, la dinámica cambió. El presidente brasileño es una de las voces internacionales más contundentes contra la ofensiva militar de Israel en Gaza, posicionándose fuertemente a favor del Estado palestino.
En este punto, es importante destacar que Lula da Silva elogió la “decisión histórica” de España, Irlanda y Noruega de reconocer al Estado palestino, calificándola como un paso positivo para avanzar en los esfuerzos de paz en Medio Oriente. En línea con esto, el líder de izquierda recordó que Brasil fue “uno de los primeros países de América Latina” en reconocer al Estado palestino. Una decisión tomada en diciembre de 2010, al final de su segundo mandato, y seguida posteriormente por otras naciones de la región.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil resaltó en un comunicado el “creciente número de países que reconocen el Estado de Palestina”, describiéndolo como “un notable avance histórico” que apoya los deseos de paz, libertad y autodeterminación del pueblo palestino. La Cancillería reafirmó su apoyo a la solución de dos Estados dentro de las fronteras de 1967, con una Palestina “independiente y viable, coexistiendo al lado de Israel”.
Estas declaraciones, sumadas al acto político de retirar al embajador de Brasil en Tel Aviv, escalaron la tensión diplomática entre ambos países. Y pese a que es poco probable que esto altere significativamente las relaciones bilaterales en otras áreas como el comercio, si marca un punto de inflexión en un contexto de alta sensibilidad.
¿Grieta en América Latina?
El firme posicionamiento del mandatario brasileño tiene, como objetivo central, asumir un rol mediador que potencie su influencia como figura internacional. Con un liderazgo asentado en Latinoamérica, donde la salida de Andrés Manuel López Obrador le quita un rival de peso y la incesante crisis económica argentina no permite a Javier Milei pelear fuertemente por ese lugar.
Lo cierto es que el actual conflicto en Gaza expuso posturas encontradas a nivel global, particularmente al interior de América Latina. Siguiendo la línea de Brasil, el presidente de Chile, Gabriel Boric, condenó los ataques de Israel contra la Franja de Gaza y los calificó de “barbarie”. Durante una conferencia de prensa, Boric confirmó que el embajador de su país, que fue retirado de Israel, no será enviado de regreso a Tel Aviv mientras continúe el conflicto en Gaza. Además, anunció que Chile se sumará a la acusación de genocidio contra Israel que Sudáfrica presentó ante la Corte Internacional de Justicia.
Recientemente, el Gobierno de Colombia notificó oficialmente a Israel sobre la ruptura de relaciones diplomáticas como un rechazo a lo que el presidente Gustavo Petro calificó de “genocidio” en Gaza. También indicó que se comenzará a coordinar la salida de los diplomáticos de ese país en Colombia. El mandatario colombiano, defensor de la causa palestina, criticó los bombardeos de Israel en Gaza, calificándolos de “genocidio”.
En la misma postura se encuentra Bolivia, cuyo Gobierno fue el primero de Latinoamérica en romper relaciones diplomáticas con Israel desde que estalló el conflicto en Gaza tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Del mismo modo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro – que rompió relaciones con Israel en el año 2009 – calificó las operaciones de Israel contra Hamás como “genocidios contra el pueblo palestino.
Por otra parte, entre los países que expresaron una mayor solidaridad con Israel figuran Argentina, Paraguay, Uruguay, El Salvador y Ecuador. En este sentido, la elección de Javier Milei en Argentina marcó el inicio de una notable mejora en las relaciones entre este país e Israel. El mandatario argentino no solo condenó el ataque perpetrado por Hamás y reiteró su apoyo al Gobierno de Benjamin Netanyahu, sino que además, durante el segundo mes de su gobierno, visitó Israel en una gira solidaria y prometió trasladar la embajada argentina a Jerusalén.
Por su parte, el presidente de Paraguay, Santiago Peña, expresó su “pleno respaldo” a Israel y manifestó preocupación con el aumento de la violencia en Oriente Medio. En esta misma línea, el presidente del parlamento paraguayo, Raúl Luís Latorre Martínez, expresó su solidaridad con Israel tras una visita a dicho país, y reiteró la intención de su gobierno de trasladar su embajada de vuelta a Jerusalén.
Desde el Gobierno de Uruguay también condenaron los ataques de Hamás contra Israel, el presidente, Luis Lacalle Pou, expresó su firme apoyo a Israel. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, repudió a Hamás y abogó por la desaparición del grupo terrorista.
Una “tercera postura” sería la que adoptaron países como Perú, Ecuador o México. Si bien condenaron los ataques perpetrados por Hamás y se solidarizaron con Israel, continúan abogando por un proceso de paz entre Israel y Palestina en concordancia con el Derecho Internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas.
¿Por qué Lula se involucra de lleno en el conflicto?
Sin embargo, pese a esta suerte de grieta al interior de la región, la mirada de Lula está más allá: el Sur Global. Con Brasil como miembro fundador de los BRICS y una economía que se afirma como la 8va más importante del mundo, el ex metalúrgico busca erigirse como líder de un polo que emerge para rivalizar cada vez más con el dominio occidental de la Unión Europea y Estados Unidos.
En clave del conflicto de Gaza, a pesar de no actuar en bloque con una postura conjunta, basta con recordar la denuncia elevada a la CIJ por Sudáfrica frente Israel y la posición de Rusia como la gran némesis de Occidente junto a China, aunque ésta en una escala menor. Solo India reside en este grupo con una visión de mayor neutralidad, expresando su solidaridad a ambos bandos del conflicto.
No es un dato menor que, hace apenas unos meses, se unieran al grupo Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Más allá de que las relaciones históricas de este quinteto con Israel distan de ser cordiales, la casi totalidad de su población musulmana obliga a sus gobernantes a ser mucho más cautos aún en su condena a Hamás y la radicalización Islámica.
Es aquí donde Lula, gracias a otras mayorías musulmanas que habitan en África subsahariana o Asia Oriental, puede darle aún más rienda suelta a su retórica que otros líderes. Puertas adentro, con casi la mitad de Brasil cimentado en una dura base bolsonarista, difícilmente pueda atraer a una derecha históricamente cercana a posiciones occidentales e israelíes.
Entonces, el fortalecido BRICS+ y otras esferas del Sur Global son objetivos más que interesantes para Brasil y Lula: allí tendrían mucho más para ganar que acompañando las posturas occidentales lideradas por Estados Unidos y la Unión Europea. Es comparable, en ese sentido, el desmarque de Pedro Sánchez en Europa, donde su imagen hacia afuera de su país está mejor valorada que la de pares como Emmanuel Macron u Olaf Scholz, por lo que liderar dentro del viejo continente la posición Pro Palestina es un activo rentable.
Sin ánimos de retractarse, en el auge de la multipolaridad, con el tambaleante liderazgo global de Estado Unidos y un contexto de extrema sensibilidad mundial, Lula traza un camino claro en búsqueda de un rol protagónico en el tablero geopolítico. Sus costos, por ahora, son mucho menores que sus potenciales beneficios.
Artículo escrito en conjunto entre Bruno Diforti e Indiana Ubelhartt.
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Excelente análisis ¡