Se avecinan las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un evento que pone en vilo a todos los líderes mundiales, ansiosos de conocer los resultados para así adaptar su política exterior para con el hegemón norteamericano.  Por primera vez desde 1956, y por séptima vez desde su independencia, los estadounidenses se van a encontrar con los mismos nombres en las casillas de votación que en 2020. Una vez más, Joe Biden y Donald Trump se van a ver las caras para decidir quién es el próximo presidente de los Estados Unidos.

Esta no es una elección más, en un mundo convulsionado en los órdenes económicos, políticos y bélicos, la postura que tome la Presidencia de los Estados Unidos para los próximos cuatro años será clave en el desarrollo y la toma de decisiones de los eventos más importantes que nos deparan como sociedad. Si Estados Unidos tambalea, el castillo de naipes se caerá. El capitalismo occidental se reversionará tras 30 años de estabilidad hegemónica estadounidense y el futuro de la política internacional será una incógnita.

Entre la continuidad y la continuidad

Es difícil creer que un cambio de color político dentro de la Casa Blanca podría no afectar el actual desenlance de los eventos en el porvenir, pero quizás nos llevemos una sorpresa como observadores neutrales. 

Es indudable que la administración de Joe Biden, en materia de política exterior, ha sido una de las más controversiales, desastrosas y poco claras en la historia del gigante americano, llegando a lograr lo impensado: que Estados Unidos no se vea firme en las decisiones que toma, lo cual desencadenó una ventana de oportunidad para la invasión rusa en Ucrania, los ataques terroristas cometidos por Hamás frente a Israel, el reanudamiento de las tensiones entre las dos Coreas y un posible conflicto entre China y Taiwán.

Con una sociedad sumamente polarizada en su interior, la toma de decisiones dentro de la Casa Blanca y el Capitolio no se volvió tan homogénea como en la primera década del siglo XXI. Joe Biden fue testigo de un quiebre interno tanto en el Partido Demócrata como en el Partido Republicano, donde el alejamiento del centro del espectro político acarreó consecuencias en la maniobrabilidad de las 15 oficinas dentro del Gabinete. Las elecciones de medio término de 2022 fueron un llamado de atención para toda la política estadounidense, la sociedad quiere un gobierno fuerte (o que aparente fortaleza) y sin dudas, han optado por el Partido Repúblicano para que así sea, por lo menos en la Cámara de Representantes.

Qué elecciones hay en Estados Unidos en 2022?
Las elecciones de medio término de 2022 en Estados Unidos fueron un punto de quiebre en la relación entre la sociedad americana y el gobierno.

“Polarización a la Argentina”: ¿por qué ocurren los gobiernos divididos en EE.UU?

Normalmente, los gobiernos divididos son síntomas de un presidencialismo democrático sano con marcadas alternancias, y Estados Unidos no está exento de ello. Aunque la rapidez con la que se producen puede ser señal de un problema político subyacente, hay que dejar claro que los gobiernos divididos no repercuten en la salud del sistema democrático ni de las instituciones de una república; al contrario, las avivan (Cheibub, 2002).

Históricamente, Estados Unidos se ha caracterizado por ser un sistema presidencialista con una figura presidencial fuerte, pero no una figura autoritaria que anule la existencia de mecanismos de diálogo legislativo, por lo que el Congreso estadounidense se caracteriza por una lógica proactiva/reactiva (Cox, Morgenstern, 2001), donde el Presidente y el Congreso se miden para ver quién puede “superar” al otro poder y lograr mejores resultados tanto en términos político-electorales como para presumir la política pública presentada y aprobada.

Pero, frente a los escasos resultados satisfactorios que las sucesivas administraciones estadounidenses han logrado para la sociedad americana, hoy está en tela de juicio dentro del ámbito académico si los Estados Unidos necesitan de una figura presidencial que actúe unilateralmente utilizando los resortes constitucionales de poder (mediante las Órdenes Ejecutivas, por ejemplo), salteándose así el Capitolio para afrontar las problemáticas internas y externas con la celeridad que el contexto requiere.

Ronald Reagan: 40th President of the United States
Ronald Reagan, presidente que tuvo gobierno dividido durante sus ocho años en la Casa Blanca, es considerado uno de los presidentes más fuertes en la historia reciente de los EE. UU. junto con Franklin Delano Roosevelt.

Pero esto no quita la dinámica interna de los dos principales partidos del sistema, que también han sido víctimas de los tiempos cambiantes a nivel nacional e internacional, lo que se traduce en cambios abruptos entre elección y elección. Por ejemplo, los presidentes durante la Guerra Fría (1947-1991) fueron en su mayoría republicanos, que abogaban por un capitalismo de hierro bajo la moral tradicional occidental y estadounidense con un fuerte enfoque belicista y hegemónico en términos de política exterior, posicionándose así como los más aptos para llevar las riendas del poder frente a la Unión Soviética, lo que llevó a su disolución a principios de los noventa (Cox, Kernell, 1993).

Esto explica también por qué Harry Truman, presidente del Partido Demócrata famoso por poner fin a la Segunda Guerra Mundial y crear el Plan Marshall para la reconstrucción europea, perdió su reelección frente a Eisenhower, un republicano que hoy sería considerado un moderado, porque la sociedad estadounidense pensaba que había que gestionar la posguerra de otra manera, más acorde con lo que he explicado al principio.

La política exterior: un elemento clave para las próximas elecciones

En materia de política exterior, hay cierta homogeneidad en el ámbito de los expertos en el pensamiento de que Donald Trump le lleva la ventaja a Joe Biden en las elecciones de 2024. Durante su presidencia, Trump adoptó una postura de “America First”, enfatizando la necesidad de renegociar acuerdos internacionales para que fueran más favorables a los Estados Unidos. Esto incluyó medidas como la renegociación del NAFTA, que resultó en el nuevo USMCA, y la imposición de aranceles a productos chinos en un esfuerzo por reducir el déficit comercial y proteger las industrias estadounidenses, algo que actualmente sería de gran ayuda para aumentar la competitividad de Estados Unidos, principalmente en el sector de los vehículos eléctricos. Su combate contra la inmigración ilegal proveniente de todas partes del mundo, pero especialmente de América Latina se volvió una propuesta atractiva para el candidato del Partido Republicano.

Trump también criticó frecuentemente a los aliados de la OTAN por no cumplir con sus compromisos de gasto en defensa, lo que resonó con una parte del electorado que ve con escepticismo el apoyo militar estadounidense en el extranjero sin una compensación adecuada. Su enfoque más confrontacional con China, incluyendo la guerra comercial y las críticas a las prácticas comerciales desleales y el robo de propiedad intelectual, podría ser visto como una demostración de fuerza en contraste con el enfoque más diplomático y cooperativo de Biden, lo cual, según expertos, derivó en un fortalecimiento de los históricos rivales del gigante norteamericano.

Cumbre de la Zona desmilitarizada de Corea - Wikipedia, la enciclopedia  libre
El líder norcoreano Kim Jong-Un y el por aquel entonces presidente estadounidense Donald Trump, reuniéndose en la Zona Desmilitarizada del Paralelo 38.

Además, Trump se retiró de varios acuerdos internacionales que consideraba desfavorables a los intereses de los Estados Unidos, como el Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán, lo cual probablemente busque atraer a votantes que creen que estos acuerdos comprometían el futuro del “paraíso de la libertad”. Por otro lado, su acercamiento a líderes autoritarios como Kim Jong-un de Corea del Norte, aunque controvertido, puede ser visto por algunos como una estrategia audaz para reducir las tensiones internacionales sin involucrarse en nuevos conflictos militares, algo que EE.UU ha perdido en los últimos cuatro años en su política de “vuelta a Occidente”.

En contrapartida, la administración de Biden ha buscado restaurar alianzas tradicionales y compromisos internacionales, lo cual puede ser visto por algunos votantes como una vuelta a políticas que no necesariamente benefician directamente a Estados Unidos en el corto plazo. Los críticos de Biden podrían argumentar que su enfoque en la cooperación global podría poner en riesgo la seguridad y la economía nacional en un mundo cada vez más competitivo y conflictivo. Estos aspectos de política exterior podrían inclinar a algunos votantes a preferir el estilo más unilateral y proteccionista de Trump, creyendo que es más eficaz para proteger los intereses de Estados Unidos en el escenario global.

La economía: crisis tras crisis en un país que no para de crecer

Aún así, ante problemas internos de bienestar social, malestar microeconómico o escasa redistribución de la riqueza, la sociedad americana ha tendido a elegir candidatos progresistas para defender sus intereses personales internos, dando lugar a 26 años de gobierno dividido durante la época de Guerra Fría anteriormente descrita, principalmente en la Cámara de Representantes, donde se expresa la voluntad del pueblo y no los intereses de los Estados (Saiegh, 2010).

Pero este fenómeno también se produjo en múltiples ocasiones antes y después de la Guerra Fría, como el cambio de gobierno tras el mandato del presidente republicano Herbert Hoover tras la Gran Depresión de 1929 para elegir en su lugar al demócrata Franklin Delano Roosevelt, que lideró la reconstrucción de la nación gracias a su New Deal y a los esfuerzos estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo le ocurrió a William Taft tras el Pánico Bursátil de 1907, que arrastró sus consecuencias hasta 1908 y le valió una dura derrota en las elecciones legislativas de 1910 a manos del ala progresista de su partido y del Partido Demócrata.

Es bien sabido al analizar la historia política estadounidense que las crisis económicas son las principales causas de alternancia en el poder, si una administración 1) no fue capaz de prevenir una crisis económica 2) no fue capaz de revertir sus efectos a tiempo y por lo tanto afectó a la mayoría de la sociedad, entonces es probable que este color político cambie o sufra un revés en las siguientes elecciones.

Monthly inflation rate U.S. 2024 | Statista
Si bien la administración Biden logró estabilizar la inflación causada por la rampante emisión monetaria durante la pandemia del COVID-19, aún se encuentra lejos de los valores previos a 2020, lo cual está afectando en gran medida a los consumidores.

Tal como sucedió en 2008 tras la Gran Recesión, el gobierno de George W. Bush terminó al perder las elecciones presidenciales de ese año, privando así al Partido Republicano de recuperar la mayoría en una de las cámaras hasta 2011, cuando los republicanos ganaron las elecciones intermedias de 2010, recuperando el control de la Cámara de Representantes. Lo mismo le ocurrió a Donald Trump tras la grave recesión y los despidos masivos que siguieron a la pandemia del COVID-19. Cuando llegaron las elecciones generales de 2020, el pueblo estadounidense eligió a un candidato progresista, Joe Biden, abanderado de un Partido Demócrata que había obtenido la mayoría en la Cámara de Representantes tras las elecciones de 2018. Hoy, los votantes demócratas le reclaman a la administración Biden su incapacidad de reducir la tasa de inflación en productos clave junto con la falta de competitividad frente a los productos importados de otras partes del mundo. Se espera, una vez más, un resultado adverso para los Demócratas.

Por lo tanto, ante este destino inexorable de las sucesivas administraciones que comandan el presente y futuro de los Estados Unidos, la pregunta que surge es: ¿Cómo se gestiona el equilibrio de poder entre los dos poderes del Estado?

Aunque los gobiernos divididos han sido mayoritarios durante los siglos XX y XXI en la historia de Estados Unidos, esto no significa que la institucionalidad en su conjunto acepte su existencia y actúe en consecuencia, dando lugar a las enormes crisis entre los dos poderes. George Tsebelis (1995) categoriza a los actores que participan en este proceso como “jugadores de veto institucionales”, siendo estos grupos de interés que colisionan entre sí y de los cuales se necesita apoyo para instituir las reformas necesarias, de lo contrario, la posibilidad de cambio institucional disminuye a medida que aumentan los “veto players” dentro del sistema, especialmente cuando existe un mínimo o nulo terreno común de negociación entre ellos y sus representados. Si el próximo ganador de las elecciones no tiene esto en cuenta, los rivales más acérrimos de los Estados Unidos, China y Rusia, verán esto como una oportunidad para imponer su agenda en sus respectivas áreas de influencia, y no habrá OTAN o Fuerzas Armadas capaces de responder a tiempo.

Una vista al ¿futuro?

Finalmente, todo indica que la tendencia continuará en los próximos años, debido principalmente a los enfrentamientos intrapartidistas que existen dentro de los dos grandes partidos junto con la creciente división social y polarización de la sociedad estadounidense. Estas elecciones que indican un férreo empate en las encuestas definirán la reorganización de la política estadounidense como la conocemos, promulgando a mi entender una dolorosa pero necesaria renovación dentro del sistema bipartidista más antiguo del mundo.

Quizás, los dos grandes partidos hayan perdido su capacidad de representación y los gobiernos divididos no sean más que una búsqueda desesperada de una solución a los problemas cotidianos del votante medio, donde, si no se consiguen resolver a pesar del cambio de dominio político dentro de los dos principales poderes, volveremos a caer en un gobierno dividido que profundizará la espiral descendente y en definitiva el círculo vicioso característico de la última década y media en la imagen del presidente de los Estados Unidos. 

The ghost of Bush v. Gore may haunt the 2020 election - Northeastern Global  News
Las elecciones del año 2000 son consideradas de las más ajustadas en la historia de los Estados Unidos.

Lo único que se sabe hoy en día es que estas podrían ser las elecciones más ajustadas para Estados Unidos desde el año 2000, cuando el republicano George W. Bush derrotó al demócrata Albert Al Gore por unos escasos 250 votos que terminaron inclinando los votos del colegio electoral en el Estado de Florida, dándole los 270 miembros necesarios para ser nominado presidente.

¿Estará la solución en la creación o refundación de los principios de cada partido para no sólo representar más favorablemente a su electorado, sino también para evitar los constantes escenarios de bloqueo legislativo o cierre gubernamental? ¿Será hora de renovar el sistema electoral de los Estados Unidos? Varias preguntas clave que, en mi opinión, definirán los próximos 20 años de la política estadounidense.

Te puede interesar: Elecciones 2024 en Estados Unidos – Una carrera presidencial marcada por la polarización política

Juan Ignacio Máscolo
Estudiante avanzado de Relaciones Internacionales (USAL). Coordinador del Observatorio de Política Internacional en el Centro de Estudios Estratégicos en Relaciones Internacionales (CEERI). Especialista en Economía Internacional, Estados Unidos y África.

Dejá tu comentario