Llegué a Kiev hace tres días, justo el 852 desde el inicio de la “operación militar a gran escala” por parte de Rusia contra Ucrania el 24 de febrero de 2022. El inicio de la guerra interrumpió mis planes de tirarme a ver cualquier cosa o ponerme a jugar a la Play. Recuerdo haber pasado toda la noche siguiendo los eventos que se repetían y repetían en los principales medios y escribir sobre antecedentes, posibles escenarios y los hechos en el momento que transcurrían, casi dos años y medio después estoy acá. El viaje a Ucrania no fue sencillo; empezó en Alberdi, mi barrio en Córdoba, y requirió tres aviones y dos trenes para llegar a la ciudad.
Al llegar a Kiev, mi mente estaba llena de expectativas. Esperaba encontrarme con una ciudad completamente militarizada, llena de puntos de control, pero para mi sorpresa, eso no fue así. Kiev resultó ser una ciudad majestuosa y muy vistosa. Durante los pocos días que estuve allí, pude apreciar la belleza arquitectónica de una ciudad que, a pesar de todo, parece no estar en guerra. Ojo, no quiero decir que no está en guerra porque la primera sirena que suena y te avisa que tenés que bajar al refugio te recuerda el dolor y padecimiento que se está viviendo en el frente.
Gracias al destino, llegué a una ciudad repleta de simbolismos sobre una guerra que sigue y parece que no va a terminar. Hablando con distintas personas sobre los caminos para llegar a la paz, la retórica de la gente local es que “la única forma de sobrevivir es luchar”.
En este punto quiero detenerme: la lucha continúa a pesar de haber pasado ya casi 850 días desde el inicio de la misma. Ucrania demostró, con muchas críticas y gracias al apoyo internacional, que es un país que aún se mantiene en pie y no solo en pie, sino que lucha para poder lograr la victoria.
En los distintos lugares donde tuve la oportunidad de recorrer, la guerra se siente, intermitente, pero está acá. La gente te comenta que necesita que la prensa internacional siga manteniendo las noticias sobre lo que pasa en Ucrania y la mayoría de las personas que te cruzás en la calle mantiene y lleva consigo algún distintivo que los reconoce como “parte de” una lucha que no claudica.
“El único modo de sobrevivir es luchar” mantiene una llama, no diría de esperanza en la gente de Ucrania, sino más bien una razón para mantener una vida cruzada por la guerra.
Miles de banderas
Desde Maidan, la plaza principal de Kiev, pude observar el pulso de la ciudad. Maidan Nezalezhnosti, o Plaza de la Independencia, es un símbolo de la resistencia ucraniana y de su lucha por la libertad. Aquí, la vida continúa a pesar de las sirenas de alerta y las noticias del frente. La plaza está llena de monumentos y recuerdos de conflictos pasados, y ahora también del actual.
Hablando con los residentes locales, muchos expresaron su determinación y resiliencia. Varios compañeros de viaje me expresaron que: “La única forma de sobrevivir es luchar. No tenemos otra opción. Esta es nuestra tierra, nuestro hogar”. Estas palabras fueron un baño de realidad para mí.
Mi estancia en Kiev me mostró que la resistencia del pueblo ucraniano no es solo militar, sino profundamente personal y emocional. La guerra ha tejido una narrativa de lucha y supervivencia en la vida diaria de las personas, y su espíritu es un testimonio de su determinación por mantener su libertad y seguir luchando.
En Maidan, me encontré con un centenar de banderas que representan los caídos de la guerra. En este modesto monumento pude presenciar la perdida humana de la guerra y el impacto no solo en el frente de batalla, sino también en la memoria colectiva de Ucrania.
Uno va preparado con una cantidad de equipo, yo llevo conmigo cámaras, distintos lentes y micrófonos para lograr la mejor cobertura para los medios que aquí confluyen, pero la simplicidad de ver personas rendir homenaje a los caídos termina de dilapidar toda esperanza de poder realizar buenas fotos. Lo único que le queda a una persona que presencia dicho momento es mostrar respeto por aquellos que perdieron a alguien en la guerra.
El frente y la ciudad
Para entender el conflicto actual, es esencial remontarse a los eventos que llevaron a la invasión rusa en 2022. La anexión de Crimea en 2014 y el apoyo ruso a los separatistas en el Donbás sentaron las bases para un conflicto prolongado. La negativa de Ucrania a ceder su soberanía y el apoyo occidental, especialmente de la OTAN, a Kiev, exacerbó las tensiones. La situación escaló hasta el punto de ruptura cuando Rusia lanzó una invasión a gran escala en 2022, justificándola como una operación militar especial para “desnazificar” y “desmilitarizar” Ucrania.
Desde el inicio de la guerra, el conflicto ha pasado por varias fases. La rápida ofensiva rusa en el este y sur de Ucrania fue seguida por la resistencia ucraniana y contraofensivas por parte de Kiev. A mediados de 2024, el conflicto se encuentra en una situación de estancamiento, con ambos bandos luchando en distintas regiones del este del país. La reciente utilización de armamento avanzado, como drones y misiles hipersónicos, ha cambiado la dinámica del campo de batalla.
El impacto de la guerra en la población civil ha sido devastador. Millones de personas han sido desplazadas internamente y refugiadas en países vecinos. Las infraestructuras críticas han sido severamente dañadas, y la economía ucraniana ha sufrido un golpe significativo. A pesar de esto, la resiliencia de la población es palpable. Los esfuerzos de ayuda humanitaria continúan, pero las necesidades siguen siendo inmensas.
El conflicto en Ucrania ha tenido repercusiones globales considerables. Ha redefinido las relaciones internacionales y ha llevado a una renovada confrontación entre Rusia y Occidente. Las sanciones económicas impuestas a Rusia han tenido efectos en la economía global, y la dependencia de Europa del gas ruso ha sido un punto crítico. Además, la guerra ha resaltado la importancia de la OTAN y ha impulsado debates sobre la seguridad y defensa en Europa no solo en Ucrania, sino también en sus propias fronteras.
Desde Alberdi, en Córdoba, hasta Kiev, en Ucrania
Acá, en Ucrania, los días parecen eternos. Uno quiere abarcar todos los aspectos de una guerra que tiene distintos matices y muchas aristas para la comprensión de un simple internacionalista que por rebote terminó en Kiev. Siento que estoy en Ucrania hace más de un mes, cuando literalmente han pasado solo tres días. La adrenalina que te hace presenciar la guerra en primera persona invita a uno a desprenderse de la percepción racional del tiempo y lo lleva lentamente a la vorágine de querer transmitir un mensaje para quien lea las líneas que aquí se plantaron.
Y aunque estas palabras carezcan de la profundidad del lector a quien se le presentan, exigen, y que obviamente sé que le debo, quiero compartir con todo aquel que se tope con esta humilde crónica, y así descubre las impresiones de alguien que viajó desde Alberdi, Córdoba, hasta Kiev con muchas escalas y se encontró informando desde el lugar de los hechos sobre esta guerra. Desde aquí, se percibe como “intermitente”, pero la sensación de estar luchando y la convicción de que la única forma de “sobrevivir es luchar” se mantienen en cada rincón de esta ciudad que uno recorre.
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