En la antesala de la cumbre por el 75.º aniversario de la OTAN en Washington, un estudio reciente del Atlantic Council afirma que la posible incorporación de Ucrania a la alianza militar traería beneficios al mundo occidental. Contrariamente a las preocupaciones de algunos sectores, el informe sugiere que tanto Europa como Estados Unidos se beneficiarían significativamente de la adhesión ucraniana.
El estudio, realizado en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Estonia, se basó en una serie de simulaciones estratégicas que contaron con la participación de destacados expertos y funcionarios gubernamentales de EE.UU. y países aliados. Estos ejercicios exploraron diversos escenarios de conflicto entre Rusia y Ucrania, evaluando las implicancias para la seguridad occidental en caso de que Ucrania formara parte de la OTAN.
Los resultados fueron contundentes: la estabilidad y seguridad europea se verían fortalecidas con Ucrania como miembro de la alianza. Sorprendentemente, las simulaciones mostraron que Rusia adoptaría una postura mucho más cautelosa en sus interacciones con Ucrania una vez que esta se integrara a la OTAN. Incluso en escenarios que comenzaban con una agresión militar rusa directa contra territorio ucraniano, el conflicto tendía a desescalarse rápidamente.
Este comportamiento simulado coincide con el patrón observado en la política exterior rusa durante la última década y media. El presidente Vladímir Putin ha demostrado disposición a emplear la fuerza contra naciones no pertenecientes a la OTAN, como Georgia y la propia Ucrania, pero se ha abstenido de atacar a miembros de la alianza.
Un aspecto crucial que emerge del análisis es el equilibrio de disuasión nuclear. Actualmente, se percibe que solo Occidente tiene un incentivo primordial para evitar una escalada nuclear en Ucrania. Sin embargo, con Ucrania bajo el paraguas de la OTAN -una alianza que cuenta con armamento nuclear- Putin se vería obligado a considerar seriamente el riesgo de un conflicto nuclear, lo que incrementaría significativamente su cautela en las relaciones con Kiev.
El informe llega en un momento clave, cuando se espera que la cumbre de la OTAN ofrezca a Ucrania un “puente hacia la adhesión”. Este concepto implica una serie de medidas destinadas a fortalecer la posición ucraniana, incluyendo un mayor rol de la OTAN en la coordinación de ayuda militar, compromisos de apoyo a largo plazo, e inversiones en la industria de defensa ucraniana por parte de miembros de la alianza.
No obstante, los autores del estudio, Matthew Kroenig y Kristjan Prikk, argumentan que estos pasos, aunque positivos, no son suficientes. Sostienen que, por el bien de toda la alianza, el “puente” hacia la OTAN debe ser corto, sólido, y culminar con una invitación firme para que Ucrania se incorpore como miembro pleno.
La reticencia actual a extender una invitación formal se basa principalmente en preocupaciones sobre las implicancias para la seguridad de los aliados existentes. Surgen interrogantes sobre si tal movimiento sería percibido como una provocación por Rusia, desencadenando un nuevo ciclo de escalada. También se cuestiona cómo se aplicaría la garantía de seguridad del Artículo 5 de la OTAN a un país ya inmerso en un conflicto, y si esto equivaldría a una declaración de guerra contra Rusia.
Sin embargo, las simulaciones del Atlantic Council sugieren que estos temores podrían estar infundados. En todos los escenarios analizados, tanto la OTAN como Rusia mostraron fuertes incentivos para evitar un conflicto directo que pudiera desembocar en una guerra nuclear.
El estudio arroja nueva luz sobre un debate que ha persistido desde la Cumbre de Bucarest de 2008, donde los miembros de la OTAN declararon que Ucrania se incorporaría a la alianza en un futuro no especificado. Esta posición fue reafirmada en la cumbre de Vilna de 2023, tras la invasión rusa de 2022, aunque con la salvedad de que la invitación se cursaría cuando “los aliados estén de acuerdo y se cumplan las condiciones”.
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