La OTAN ha señalado a China como un “facilitador decisivo” de las capacidades militares de Rusia en su guerra contra Ucrania. Esta declaración, emitida durante la cumbre del 75º aniversario de la alianza en Washington, marca un punto de inflexión en la postura occidental frente al gigante asiático y su papel en el conflicto europeo.
Los líderes de la OTAN, reunidos bajo el liderazgo del presidente estadounidense, Joe Biden, anfitrión de esta cumbre, no escatimaron palabras al describir la relación “sin límites” entre China y Rusia como un factor clave que permite a Moscú sostener su ofensiva militar. La alianza atlántica instó a Beijing a “cesar todo apoyo material y político al esfuerzo bélico de Rusia”, en una movida que eleva considerablemente la tensión diplomática entre Occidente y el eje sino-ruso.
La OTAN vira hacia Asia
Esta acusación no es meramente retórica. Los dirigentes occidentales han venido señalando con creciente preocupación el flujo de productos de “doble uso” desde China hacia Rusia, elementos que, si bien no son armas per se, están revitalizando la industria de defensa rusa. Según fuentes estadounidenses, estas exportaciones han sido cruciales para la producción de tanques, municiones y vehículos blindados, permitiendo a Rusia sortear las sanciones internacionales.
La declaración de la OTAN no se limitó a cuestiones bélicas. También puso el foco en las actividades de China en el espacio exterior y su creciente arsenal nuclear, calificado como de “rápida expansión”. Además, se hizo hincapié en las supuestas “actividades cibernéticas e híbridas maliciosas” de Beijing, incluyendo campañas de desinformación.
Este endurecimiento de la postura de la OTAN hacia China refleja una tendencia creciente en la política exterior occidental. La alianza, históricamente centrada en la seguridad euroatlántica, está ampliando su mirada hacia el Indo-Pacífico, reconociendo la interconexión global de las amenazas a la seguridad. La presencia de líderes de Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur en la cumbre subraya esta nueva orientación estratégica.
La respuesta de China
Por su parte, China no tardó en responder. En un comunicado cargado de retórica, Beijing calificó la declaración de la OTAN como “llena de mentalidad de Guerra Fría y retórica beligerante”. El gigante asiático reafirmó su posición de neutralidad en el conflicto ucraniano y defendió su comercio con Rusia como “normal”, negando categóricamente haber proporcionado armas letales.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino fue más allá, describiendo a la OTAN como una “gran amenaza” para el mundo y acusando a la alianza de “avivar las llamas” de la guerra en Ucrania. Esta respuesta refleja la creciente asertividad de China en el escenario internacional y su alineamiento con la narrativa rusa sobre el conflicto.
La mención de Corea del Norte e Irán como otros actores que “alimentan” la guerra de Rusia añade más complejidad al panorama. La OTAN condenó específicamente las exportaciones norcoreanas de “proyectiles de artillería y misiles balísticos” a Rusia, subrayando la formación de un eje antioccidental más amplio.
Este giro en la retórica de la OTAN marca un punto de inflexión en las relaciones internacionales. La alianza, que ha venido endureciendo gradualmente su postura hacia China desde 2019, parece ahora decidida a confrontar lo que percibe como una amenaza global coordinada. Este enfoque refleja la visión estadounidense de una rivalidad cada vez más profunda con Beijing, enmarcada en la lucha por la hegemonía en el Indo-Pacífico.
La reacción de China, que ve con recelo el creciente compromiso de la OTAN en Asia-Pacífico, sugiere un futuro de tensiones crecientes. Beijing aspira a convertirse en la fuerza dominante en la región, desafiando la presencia estadounidense y sus alianzas de seguridad.
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