Después de más de dos años y medio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin busca revitalizar la industria de su país tras la actual crisis económica. El resultado más sorprendente de la reorganización de su gobierno esta primavera fue la sustitución del veterano ministro de Defensa, Sergei Shoigu, por Andrei Belousov, un economista estatal sin experiencia militar. Belousov había sido ministro de desarrollo económico, asistente del presidente para economía y viceprimer ministro. Hay una razón para su nombramiento: el gasto militar de Rusia ha alcanzado proporciones gigantescas, representando casi un tercio del presupuesto de 2024, la mayor proporción del PIB en la historia postsoviética de Rusia. Solo un economista puede hacer eficiente este gasto.

Al menos esta es una de las explicaciones de Putin. Otra explicación es que una gestión eficiente de la tecnología militar de Rusia permitirá al país alcanzar la “soberanía tecnológica” (autosuficiencia total) también en las industrias civiles. Además, el enorme gasto militar, aunque a expensas del capital humano y servicios sociales y de salud, puede en teoría impulsar el desarrollo económico. En este sentido, Belousov es la elección adecuada: como producto de la escuela matemática de economía soviética, tiene plena fe en la capacidad de las autoridades supremas para calcularlo todo y en que el dinero y las intervenciones estatales pueden resolver cualquier crisis.

Esto marca un cambio respecto a los primeros años de Putin en el poder. Tras llegar al poder después de las reformas liberales de los años 90, inicialmente apoyó la reestructuración y liberalización a gran escala de la economía rusa. También entiende la importancia de mantener indicadores macroeconómicos sólidos y equilibrar el presupuesto estatal, razón por la cual mantiene a tecnócratas racionales como Elvira Nabiullina como gobernadora del banco central y Anton Siluanov como ministro de Finanzas.

Report: Andrei Belousov, Russia's New Minister of Defence
Los observadores han calificado a Belousov como un “keynesiano militar”, en referencia a John Maynard Keynes, el teórico británico del siglo XX que promovía el estímulo gubernamental. Las ideas de Belousov recuerdan el enfoque que llevó al colapso de la Unión Soviética: el aumento insostenible del gasto en defensa y la constante militarización de la economía. Aunque Belousov no propone abandonar el mercado, sí sostiene que un gasto militar intensivo puede impulsar el desarrollo. Este enfoque constituye el nuevo modelo económico de Putin, influenciado por las exigencias de la guerra en Ucrania y décadas de soluciones soviéticas.

Pero Belousov representa un enfoque muy diferente al de los antiguos reformadores liberales. Al nombrarlo, Putin regresa a una economía esencialmente soviética, pero con elementos de mercado. El nuevo modelo combina el intervencionismo estatal, un énfasis en el complejo militar-industrial y la sustitución de importaciones, con una economía de mercado en algunas áreas, incluidas las importaciones paralelas de productos occidentales. Es un experimento interesante pero también peligroso, ya que se está nacionalizando un número creciente de grandes empresas, socavando la confianza en la protección de la propiedad privada y poniendo en riesgo el mercado. Además, el Kremlin ha señalado de otras maneras, como al aumentar los impuestos a la clase media, que no tiene suficiente dinero para equilibrar el presupuesto.

Como algunos de sus predecesores soviéticos, Putin parece apostar a que el gasto militar masivo, gestionado por economistas, puede salvar a la economía rusa. Pero, como aprendió el último régimen comunista demasiado tarde, una economía basada en la guerra no puede sobrevivir para siempre, por muy buenos que sean los cálculos de los planificadores. Al adoptar este enfoque, Putin y Belousov corren el riesgo de erosionar los fundamentos económicos liberales que Rusia ha logrado con tanto esfuerzo tras la caída de la Unión Soviética. Estos principios, establecidos por reformadores económicos hace más de treinta años, han mantenido el sistema ruso relativamente estable a pesar del creciente aislamiento del país. Si desaparecen, podría ser muy difícil evitar un colapso mayor.

Si Rusia quiere resultados diferentes, no debe hacer siempre lo mismo

Si miramos atrás, los líderes en Moscú siempre han tenido un papel crucial en el éxito y fracaso de los intentos de transformar la economía del país. Durante el gobierno de Nikita Khrushchev (1953-1964) se discutieron reformas económicas, pero fue en la era Brezhnev cuando el primer ministro Alexei Kosygin, con el consentimiento de Brezhnev, intentó por primera vez reiniciar la economía socialista. El esfuerzo comenzó con un artículo provocativo en Pravda en 1962, escrito por el economista Evsei Liberman, quien defendía la necesidad de aumentar la autonomía de las empresas, principalmente en el uso de sus ganancias. En este caso, significó que las autoridades consideraban que la economía soviética ya estaba madura para la reforma.

Finalmente, ese otoño, Kosygin publicó su famoso informe gubernamental, proponiendo dar a las empresas una independencia limitada, mayor libertad para disponer de sus ingresos y la posibilidad de ampliar su gama de productos en respuesta a la demanda. Esto marcó una revolución en la conciencia soviética: los bienes no solo debían producirse según la planificación soviética, sino también venderse. Aun así, fue solo un experimento.

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Las reformas coincidieron con una transformación de la profesión económica. Los economistas adoptaron métodos matemáticos para convertir la economía soviética de un pilar del marxismo-leninismo ortodoxo en una ciencia moderna. Lo primordial era la teoría del funcionamiento óptimo: la idea de que un modelo viable de socialismo podría basarse en cálculos integrales para una economía perfectamente equilibrada, teniendo en cuenta todas las industrias y necesidades de los ciudadanos. Uno de los centros de este pensamiento fue el Instituto Central Económico y Matemático (CEMI), donde una nueva generación de economistas matemáticos buscaba una fórmula mágica de optimización universal con la ayuda de la tecnología informática.

Poco de este esfuerzo sirvió para salvar la economía soviética. Aunque la economía se recuperó en la segunda mitad de los años 60 y las cifras oficiales de crecimiento eran altas, esto se debió a las reformas y presiones inflacionarias: un mínimo de libertad llevó a las empresas a aumentar su surtido y, por ende, los precios. Sin embargo, las reformas de Kosygin estaban condenadas al fracaso en ausencia de un mercado y de propiedad privada. Sin una economía abierta, ningún cálculo de los planificadores podía mantener alineadas la oferta y la demanda.

La escasez de mano de obra, un problema recurrente en la historia rusa

A finales de los años 60, la economía soviética enfrentó otro problema: la escasez de mano de obra. Las aldeas rurales, que durante mucho tiempo habían proporcionado mano de obra, estaban agotadas. Putin enfrenta hoy un problema similar, pero debido al declive demográfico a largo plazo y al éxodo de personal calificado al extranjero, además de las enormes necesidades de las fuerzas armadas.

En diciembre de 1969, Brezhnev habló sin rodeos sobre la crisis laboral y otros problemas económicos en el Pleno del Comité Central. El discurso fue clasificado, posiblemente para demostrar que las reformas de su rival Kosygin no habían logrado nada. Pero las críticas de Brezhnev mostraban que él también se daba cuenta de la amenaza. También comenzó a parecerse a Putin en su deseo de preservar un modelo económico ineficiente en lugar de correr riesgos políticos. El resultado fue un cambio hacia la producción intensiva en capital, enfocándose en sectores que generaban mayores ingresos, en lugar de las prioridades de Kosygin para la economía de consumo.

El “milagro económico” de la industrialización estalinista | National  Geographic
Esto fue posible gracias a las crecientes exportaciones de petróleo, que permitieron a la Unión Soviética comprar tecnología occidental. La petrocracia de Brezhnev se basaba en la venta de petróleo y gas. La primera crisis del petróleo en 1973 permitió a la Unión Soviética ganar más dinero y resolver temporalmente los problemas de liquidez, reemplazando la escasez de mano de obra con maquinaria occidental.

Pero esto también creó una dependencia crítica de los ingresos del petróleo y gas. La explotación intensiva de nuevos yacimientos no resolvió los problemas de la economía planificada. La gerontocracia del Politburó no podía prever que la caída de los precios del petróleo en los años 80 y el aumento de las tensiones internacionales agotarían los ingresos y acelerarían la decadencia económica.

Los desafíos económicos de Putin

Hoy en día, Putin enfrenta un dilema similar. El modelo de crecimiento económico dependiente del petróleo y gas está en crisis debido a las sanciones internacionales y la guerra en Ucrania. Las esperanzas de sustituir importaciones y fomentar una “soberanía tecnológica” parecen tan ilusorias como las promesas de las reformas económicas de Kosygin. Sin embargo, en lugar de abandonar el modelo ineficiente, Putin ha optado por intensificar la intervención estatal y el gasto militar, arriesgando una repetición de los errores soviéticos.

Vladimir Putin
El cambio de Putin hacia un modelo económico “keynesiano militar” refleja una vuelta a las estrategias soviéticas de planificación centralizada y militarización de la economía.

Aunque este enfoque puede ofrecer beneficios a corto plazo, plantea riesgos significativos para la estabilidad económica a largo plazo. La historia muestra que una economía basada en la guerra y el gasto militar masivo no es sostenible, y las lecciones de la Unión Soviética sugieren que la confianza en los economistas para gestionar este modelo puede ser engañosa. El desafío para Rusia será encontrar un equilibrio entre la intervención estatal y la apertura económica, sin repetir los errores del pasado.

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Fuente: Foreign Affairs

Redacción
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