Donald Trump prometió en la reciente convención del Partido Republicano que reforzaría las fuerzas armadas y construiría un sistema de defensa antimisiles Iron Dome para garantizar que ningún enemigo pudiera atacar el territorio estadounidense. Comparó este sistema con el Iron Dome de Israel y cuestionó por qué Estados Unidos no debería tener uno similar.
Sin embargo, es técnicamente imposible construir un sistema que proteja a Estados Unidos de un ataque con misiles balísticos. Desde que el presidente Ronald Reagan anunció la Iniciativa de Defensa Estratégica en 1983, el país ha gastado más de 415 mil millones de dólares en intentos fallidos. A pesar de los esfuerzos, solo se ha logrado un sistema básico con 44 interceptores terrestres en Alaska y California, que en condiciones ideales de prueba solo han sido efectivos la mitad de las veces.
En cuanto a la tecnología, aunque se han logrado avances en sistemas que pueden interceptar misiles de corto y mediano alcance, interceptar misiles de largo alcance sigue siendo un desafío debido a su velocidad, tamaño y capacidad de contramedidas. Ronald Reagan intentó abordar esto con armas láser espaciales, pero la tecnología resultó ser inviable.
El Proyecto 2025 también promueve la defensa antimisiles como una prioridad, abogando por invertir en tecnologías avanzadas como la energía dirigida o la defensa antimisiles basada en el espacio. Este enfoque recuerda a la estrategia del “Contrato para América” de Newt Gingrich en 1994, que también proponía un sistema nacional de defensa antimisiles, pero no tuvo éxito.
Pero aún así, es una promesa muy difícil de cumplir
Todo indica que, a pesar de las promesas de Trump y los esfuerzos anteriores, la construcción de un sistema de defensa antimisiles efectivo para proteger a todo Estados Unidos sigue siendo una tarea extremadamente compleja y costosa, con muchos desafíos tecnológicos por superar. La tecnología necesaria para interceptar y destruir misiles en pleno vuelo, especialmente en el caso de misiles balísticos intercontinentales, implica el desarrollo y la integración de sistemas avanzados de detección, seguimiento y destrucción en una fracción de segundo. Además, la evolución constante de las amenazas, incluyendo el desarrollo de misiles hipersónicos y otras tecnologías avanzadas por parte de potencias rivales, añade una capa adicional de dificultad.
Los costos asociados con la investigación, el desarrollo, la prueba y el despliegue de estos sistemas son enormes, y las inversiones necesarias pueden competir con otros gastos militares y no militares prioritarios. Además, cada componente del sistema, desde los radares y sensores hasta los interceptores y las plataformas de lanzamiento, debe funcionar de manera impecable y estar perfectamente coordinado para garantizar la efectividad del sistema en su conjunto.
A pesar de los avances realizados hasta la fecha, los críticos argumentan que los sistemas actuales todavía tienen limitaciones significativas y no pueden garantizar una protección completa en caso de un ataque masivo. Las pruebas realizadas han demostrado éxitos, pero también fracasos, lo que resalta la incertidumbre y los riesgos asociados con la dependencia de estos sistemas para la seguridad nacional de los Estados Unidos.
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Fuente: Defense One