A lo largo de esta semana, múltiples anuncios sobre la reestructuración de las fuerzas de EE.UU. en Japón y millones de dólares adicionales en ayuda militar para Filipinas llenaron los periódicos de temor por una posible escalada militar en Asia Pacífico.
Para muchos, este refuerzo de la posición estratégica estadounidense en la región suponen la creación de un nuevo mando operativo capaz de luchar junto a Japón contra China, aunque Washington declaró que estas medidas eran una respuesta al “comportamiento provocador de China” en los mares de China meridional y oriental y a las crecientes amenazas a la seguridad por parte de Rusia y Corea del Norte.
Según el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, esta reestructuración representa “el cambio más significativo en las fuerzas estadounidenses en Japón desde su creación” y refuerza los lazos militares con Tokio en el último medio siglo.
Las reacciones desde China y la región
Desde China, se percibe que estos movimientos forman parte de un esfuerzo estadounidense por “crear una versión asiática de la OTAN” con el objetivo de contener a Beijing. China también ha acusado a EE.UU. y a Japón de “crear enemigos imaginarios”, además de advertir a Filipinas que si acepta la financiación estadounidense generaría “mayor inseguridad” para el país.
Lo cierto es que muchos de los vecinos de la región han buscado ayuda de Estados Unidos por las propias acciones de China. En el caso de Filipinas, por ejemplo, un enfrentamiento el pasado junio entre la guardia costera china y la armada filipina cerca del disputado Second Thomas Shoal dejó herido a un marinero filipino. En este contexto, Manila busca afianzar la asociación con Washington y acepta la reciente ayuda militar adicional de 500 millones de dólares.
Siguiendo la misma línea, esta reestructuración marca un alejamiento de la política pacifista inscrita en la Constitución de Japón desde la Segunda Guerra Mundial, dado que las acciones de China son consideradas amenazantes por el país asiático.
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