Es posible afirmar que el hecho de que Lula da Silva autorizara recientemente a que Brasil represente los intereses de Argentina en Venezuela -tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países-, sumado a la postura que adoptó frente a la crisis electoral venezolana en la OEA, se enmarque dentro de un plan estratégico más amplio que involucra un nivel regional y doméstico. A partir de ello, se desprende una serie de factores a considerar que podrían explicar el rumbo que tomó el presidente brasileño.
En este sentido, luego de que los Gobiernos de Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay exigieran una revisión completa de los resultados electorales obtenidos en las elecciones presidenciales de Venezuela el pasado domingo, el Gobierno de Nicolás Maduro emitió un ultimátum a los respectivos embajadores para abandonar Caracas en un plazo de 72 horas.
Como consecuencia de esto, desde el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina informaron el jueves 1 de agosto, a través de un comunicado oficial, que “los funcionarios diplomáticos, consulares y agregados de defensa argentinos que prestaban funciones en la Embajada argentina en Caracas abandonarán el país”.
Además, indicaron que Brasil pasará a hacerse cargo “de la custodia de los locales de la misión argentina en Caracas, incluyendo la Embajada y la Residencia Oficial, sus bienes y archivos, así como también, la protección de sus intereses y los intereses de los nacionales argentinos en territorio venezolano”.
Esta disposición se da luego de una reunión entre representantes diplomáticos de ambos países, y se enmarca dentro de los términos del artículo 45, incisos b) y c), de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, y de los artículos 8 y 27 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963. Dichos artículos nos permiten introducir un contexto para entender, primero desde un punto de vista técnico, por qué el Gobierno argentino acudió a Brasil para representar sus intereses en Venezuela tras la reciente ruptura de las relaciones diplomáticas.
Cabe destacar, que no sería la primera vez que se recurren a estas medidas: décadas atrás, en el contexto de la Guerra de Malvinas en el año 1982, se dieron antecedentes similares cuando el cuerpo diplomático de Brasil aceptó actuar como mediador para representar los intereses de Argentina en Reino Unido.
Implicancias y consecuencias del ingreso de Lula a la disputa
Tras conocerse los primeros resultados a últimas horas del domingo, con la polémica que éstos suscitaron, comenzaron a expresarse líderes de la región desde diversas posiciones políticas. Los Gobiernos de Estados Unidos, Argentina, Uruguay y Paraguay recurrieron a una reunión de emergencia en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) para impulsar una resolución que exigiera al Gobierno de Nicolás Maduro a publicar de manera inmediata las actas de votación.
Sin embargo, el documento finalmente no obtuvo los 18 votos necesarios para su aprobación, y países claves como Brasil, Colombia y México optaron por abstenerse. Esto puso de manifiesto algunas cuestiones claves: las profundas divisiones que todavía existen en América Latina -y las dificultades para alcanzar un consenso frente a situaciones críticas como la que atraviesa Venezuela-, la disminución de la tradicional influencia de Estados Unidos en la región, y principalmente, los movimientos del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Desde ese lugar, incluso luego de la conversación que mantuvieron, puede entenderse por qué Lula tomó su propio rumbo más allá de las intenciones de Biden y Estados Unidos, o incluso de su socio tradicional, Argentina. Si bien el protagonismo regional que tomó la figura de Javier Milei a la derecha difícilmente sea equiparable con el peso que tiene Lula da Silva, establece un contrapunto. A pesar de no manifestarse a favor de Maduro, el presidente de Brasil tampoco deja de dar un guiño a rivales como Milei o aliados como Biden.
Esto nos señala que Lula da Silva podría estar profundizando su rol como líder regional mediante una diplomacia “equilibrada”. Al optar por no tomar partido en una situación que resultó ser polarizante en la región, Lula busca posicionar a Brasil – y posicionarse – como un actor que no sólo busca conciliar una transición pacífica del poder en Venezuela, teniendo en cuenta su relación histórica con el chavismo, sino también priorizar la cooperación por sobre la confrontación con todos países en América Latina.
Siguiendo esta misma línea podría entenderse por qué, pese a las diferencias ideológicas y las tensas relaciones diplomáticas, decide dar luz verde a que su Gobierno represente a Argentina en Venezuela. A pesar de los reiterados exabruptos de Milei sobre Lula, el mandatario de Brasil sigue manteniendo una línea pragmática que ya manifestó al minimizar las confrontaciones, alegando la importancia de las relaciones históricas entre ambos países.
Esta visión es, a esta altura, un sello de Lula que incluso aplica hacia adentro de su coalición de gobierno. Así como logró derrotar a Bolsonaro con un armado mucho más amplio de lo que caracterizaron sus mandatos en 2003 y 2007, también muestra un liderazgo más pragmático en términos regionales con acercamientos a ambos bandos de la disputa.
Otrora integrante de la marea rosa de principios de siglo y protagonista del rechazo al ALCA, Lula se aleja hoy de posiciones extremas como las que toman Bolivia, Nicaragua u Honduras y, a su vez, evita acompañar una resolución encabezada por Milei y apoyada por los Estados Unidos.
Desde dentro hacia fuera, entonces, puede analizarse la posición y trazarse la intención de Lula en este conflicto. Mientras integrantes de la bancada oficialista en el congreso -incluído el presidente del Senado Rodrigo Pacheco- y aliados como el Partido Socialista Brasileiro (PSB) se manifiestan abiertamente a favor de las acusaciones de fraude, y el mismo PT lo hace en contra de las intervenciones, el presidente debe mantenerse neutral para mantener la unidad del frente.
En ese sentido, el pragmatismo es para Lula, a final de cuentas, un camino prácticamente obligatorio. Desde allí, entonces, debe ponerse la lupa si se piensa al mandatario brasilero como el interlocutor: no garantizará un desenlace sencillo ni rápido, abriendo lugar a las negociaciones entre todos los actores.
Artículo escrito en conjunto entre Bruno Diforti e Indiana Ubelhartt.
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