La agresión armada a gran escala de Rusia contra Ucrania contribuyó no solo a acelerar la erosión de la arquitectura de seguridad internacional, sino también a una fuerte caída del nivel de confianza en las organizaciones internacionales, en particular la ONU, la OSCE y la OTAN.

La falta de acciones eficaces por parte de las organizaciones internacionales en respuesta a la invasión rusa de Ucrania, los crímenes de guerra y las violaciones de los derechos humanos se convirtió en un indicador de la crisis de las organizaciones internacionales y puso en duda su capacidad para mantener la paz y prevenir las guerras.

La reacción de las organizaciones internacionales 

Dada la importancia del aislamiento internacional del país agresor, parece significativo el deseo de las organizaciones internacionales de poner fin a la cooperación con el país agresor y excluirlo de sus listas. En los primeros días de la guerra, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) rompió relaciones con Rusia.

En marzo de 2022, se puso fin a la participación de la Federación Rusa en el Consejo Euroártico de Barents, la Comisión del Danubio, el Consejo de Coordinación del Grupo de Países Desarrollados de la OMC, la Unión Internacional de Ferrocarriles, el Consejo Internacional de Archivos y el Consejo de Estados del Mar Báltico.

Un acontecimiento histórico fue el cese de Rusia como miembro del Consejo de Europa, tras 26 años de pertenencia al organismo. El Consejo de Europa condenó de la forma más enérgica posible el ataque armado contra Ucrania, pidió a Rusia que “ponga fin inmediata e incondicionalmente a sus operaciones militares” y estudiará “las medidas que deben adoptarse en respuesta a la grave violación por parte de la Federación Rusa de sus obligaciones estatutarias como Estado miembro del Consejo de Europa.”

Monumento con partes de municiones – Irpin, Ucrania

Además, en marzo de 2022, la Organización Internacional del Trabajo suspendió la cooperación técnica con Rusia, y la Organización Europea para la Investigación Nuclear privó a la Federación Rusa del estatus de observador. Asimismo, Rusia fue excluida del Proceso de Bolonia y de los programas del Espacio Europeo de Educación Superior, y se puso fin a la cooperación con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo.

En su lugar, la Federación Rusa pretende cambiar el equilibrio de poder en la escena internacional, aplicando el principio del derecho del más fuerte. Los esfuerzos militares del país agresor están dirigidos no solo a restaurar su propia esfera de influencia en Europa del Este, sino también a debilitar y dividir las organizaciones internacionales del mundo occidental, principalmente la UE, la OTAN y la OSCE, lo que constituye un serio desafío y una amenaza para estas asociaciones internacionales.

ONU

La ineficacia del funcionamiento de la ONU en el contexto de la guerra 

La Asamblea General aprobó una serie de resoluciones de condena, pero no tuvieron el impacto necesario en el agresor. En particular, el 7 de abril de 2022, la Asamblea General de la ONU suspendió la pertenencia de la Federación Rusa al Consejo de Derechos Humanos de la ONU debido a la guerra a gran escala en Ucrania. La ineficacia de la ONU ya es evidente en el hecho de que las decisiones tomadas por la Asamblea General de la ONU son solo de carácter recomendatorio. Por supuesto, este enfoque no podrá influir eficazmente en el agresor y obligarle a detener la guerra.

El hecho de que una importante herramienta de la organización – la Corte Internacional de Justicia de la ONU puede considerar un caso solo con el consentimiento de ambas partes, lo que pone en duda la eficacia de la ONU para detener la agresión rusa. Pero fue el Consejo de Seguridad el que se convirtió en el pináculo de la ineficacia de la ONU. 

En concreto, el 25 de febrero, el Consejo de Seguridad de la ONU no aprobó una resolución de condena de la invasión rusa de Ucrania. De los 15 Estados miembros del Consejo de Seguridad, 11 apoyaron y 3 se abstuvieron de votar. Como resultado, la resolución fue rechazada debido al veto de la Federación Rusa.

Para Ucrania es sumamente importante privar a Rusia de su condición de miembro de la ONU, en la que cuenta con sus partidarios y prácticamente tiene como rehén a todo el mundo.

Además, Rusia utiliza el Consejo de Seguridad de la ONU como plataforma para promover sus narrativas propagandísticas. La exclusión del Estado agresor de la ONU le privará de verdaderas palancas de influencia en la política internacional.

En consecuencia, las Naciones Unidas, como institución de seguridad internacional creada tras la Segunda Guerra Mundial, ha demostrado su ineficacia y ha reforzado el hecho de su incapacidad para regular y prevenir los conflictos armados, especialmente cuando está implicado un miembro permanente del Consejo de Seguridad. Sin embargo, la ONU, actuando dentro de sus capacidades y con ciertos logros en el ámbito humanitario, sigue siendo una importante plataforma política para la interacción de Estados de distinta fuerza, lo que fundamenta la apelación a las normas del derecho internacional en el proceso de resolución de conflictos interestatales.

Exclusión de Rusia de la OSCE: aspectos problemáticos

Al embarcarse en una guerra de agresión contra Ucrania, Rusia ha lanzado un desafío existencial a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), una de cuyas áreas clave es la prevención y resolución de conflictos.

Buyar Osmani, ministro de Asuntos Exteriores de Macedonia del Norte, que ostenta la presidencia de la OSCE en 2023, afirmó que la Federación Rusa no puede ser excluida de la OSCE en este momento debido a “argumentos políticos y jurídicos”. Por lo tanto, el proceso de exclusión de la Federación Rusa de la OSCE no está en la agenda, en particular debido al hecho de que la organización carece de voluntad política para aplicar la regla de “consenso menos uno”.

Así pues, actualmente no existen mecanismos para excluir a Rusia de la OSCE. La única forma de privar a la Federación Rusa de su condición de miembro podría ser un reinicio completo de la organización, teniendo en cuenta las nuevas realidades. Sin embargo, las diferencias de opinión, la inercia de pensamiento y el conservadurismo organizativo de los miembros de la OSCE obstaculizarán la plena aprobación de la innovación y pondrán de relieve la total ineficacia de la organización en las condiciones de la agresión rusa contra Ucrania.

La política cautelosa de la OTAN o una manifestación de debilidad

La guerra desatada por Rusia contra Ucrania se ha convertido en una amenaza directa para la seguridad europea y en un serio desafío y una prueba para los aliados de la OTAN. A diferencia de la UE, la OSCE e incluso la ONU, la OTAN, como poderosa institución de seguridad euroatlántica, se considera hoy una organización internacional capaz de hacer un uso real de la fuerza militar. La tarea más importante de la OTAN sigue siendo la prevención de una guerra a gran escala en Europa.

En general, la reacción de la Alianza ante la agresión de la Federación Rusa contra Ucrania no se correspondió con el estatus de la organización militar más poderosa. La OTAN, como la mayor amenaza para la Federación Rusa (al menos así se percibe en Rusia), apenas consiguió desarrollar una posición común respecto a la agresión rusa contra Ucrania.

NATO Secretary General Jens Stoltenberg stands during a press conference with Ukrainian President in Kiev on July 10, 2017. ?NATO chief Jens Stoltenberg pledged the alliance’s support for Ukraine as it faces a bloody insurgency by pro-Russian separatists in its eastern regions. / AFP PHOTO / Sergei SUPINSKY (Photo credit should read SERGEI SUPINSKY/AFP via Getty Images)

La OTAN carece de la voluntad política y la solidaridad necesarias para enfrentarse abiertamente a Rusia. La imprevisibilidad del país agresor, el miedo de la Alianza a la escalada, que es posiblemente la mejor herramienta del régimen autoritario ruso, la obliga a seguir una política extremadamente cautelosa. El fracaso de la Alianza a la hora de resolver la crisis cerca de las fronteras de los Estados miembros de la OTAN demuestra más su debilidad que su cautela. A la OTAN no le interesa desencadenar una espiral de conflictos y enfrentamientos con la Federación Rusa y está haciendo todo lo posible para no provocarla en modo alguno y evitar una confrontación directa con ella. A pesar de sus ventajas tecnológico-militares, la Alianza del Atlántico Norte, consciente de la dificultad de resolver la crisis, sigue sin tener intención de recurrir a medidas extremas: el uso de la fuerza militar. 

El punto álgido de la posición de la OTAN ante el trasfondo de la guerra de Rusia contra Ucrania fue la demostración de acciones solo en el plano retórico. El desprecio de la Alianza por las políticas desde una posición de fuerza siempre extenderá la escalada de la energía del conflicto y multiplicará las causas de los conflictos armados.

En vista de los nuevos retos y amenazas asociados a la guerra de Ucrania, la Alianza del Atlántico Norte debe aumentar rápidamente su potencial militar y deshacerse de los complejos que le impiden tomar decisiones audaces. De lo contrario, la OTAN puede convertirse rápidamente en una organización ineficaz, que desempeñará principalmente el papel de observador respetado en la escena internacional.

Apoyo inquebrantable de Ucrania a la UE 

La UE no tiene competencias directas en el ámbito de la seguridad internacional, es decir, no es una entidad político-militar. Sin embargo, la UE combina características tanto de una organización internacional típica como de una federación y, en consecuencia, tiene más poder de decisión que las organizaciones internacionales “tradicionales” (ONU, OSCE, OTAN, Consejo de Europa).

Los analistas políticos y los dirigentes europeos consideran que la UE aplica una política bastante racional en las condiciones de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y lleva a cabo una gestión de crisis satisfactoria en comparación con crisis anteriores. La UE introdujo sanciones sin precedentes contra Rusia por su invasión de Ucrania, con el fin de privar al agresor de su apoyo económico y limitar su capacidad para financiar la guerra, proporciona un importante apoyo material a Ucrania, teniendo en cuenta sus necesidades.

En la Cumbre de Bruselas del 23 de junio, el Consejo Europeo adoptó la decisión de conceder a Ucrania el estatuto de candidato a la Unión Europea, lo que abre a este país considerables oportunidades, en particular el acceso a los fondos estructurales de la UE, cuyos fondos se destinarán a reconstruir la destrucción causada por la invasión de la Federación Rusa y a reforzar la economía ucraniana.

Un paso importante que allana el camino para un apoyo regular y predecible de la UE a Ucrania fue el Plan de Ucrania dentro del Instrumento de la UE Ukraine Facility para 2024-2027. El volumen total de fondos previstos por Ukraine Facility es de 50.000 millones de euros. De ellos, 38 270 millones de euros se destinarán a apoyo presupuestario, 6 970 millones de euros al fondo de inversión y 4 760 millones de euros a apoyo técnico y administrativo.

La lenta reacción de la UE ante la guerra en Ucrania puso de manifiesto el problema de su unidad y solidaridad con Ucrania, que debilita la eficacia de la comunidad europea a la hora de prestar ayuda a Ucrania. La guerra de Rusia contra Ucrania ha obligado a la UE, en cuyas fronteras se desarrolla la mayor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial, a reconsiderar radicalmente sus planteamientos e iniciativas en el ámbito de la seguridad. Solo una política decidida y firme de la UE hacia el agresor que desafió la unidad y los valores europeos puede sentar las bases de la victoria de Ucrania y salvar de la destrucción el orden de seguridad europeo.

Para la Unión Europea, como baluarte de los valores democráticos, el curso ulterior de los acontecimientos en Ucrania y la evolución de las decisiones políticas de la UE respecto al agresor serán en gran medida decisivos para su futuro.

Conclusiones

Por lo tanto, las organizaciones internacionales de seguridad – ONU, OSCE, OTAN, en las condiciones de los últimos desafíos al sistema internacional, tienen varios medios para responder a la agresión rusa, pero no han demostrado ser eficaces y suficientes. Las razones, por supuesto, radican no solo en errores de cálculo jurídicos, sino principalmente en la propia naturaleza de las relaciones internacionales, cuando los Estados proceden exclusivamente en función de sus propios intereses. Y siendo miembros de cualquier organización internacional, es poco probable que los Estados y los pueblos sacrifiquen sus intereses y su seguridad en aras del triunfo de valores e ideales comunes. Ni siquiera la solidaridad con Ucrania se ha generalizado aún entre todos los miembros de la ONU.

Prueba de la debilidad e ineficacia de la ONU en las condiciones de una guerra a gran escala es la imposibilidad de excluir a Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU, que utiliza constantemente el veto para bloquear las decisiones relacionadas con la guerra en Ucrania. La ineficacia de la OSCE también se ve confirmada por el fracaso a la hora de privarla de su condición de miembro de la organización y el colapso de la misión especial de observación de la OSCE en Ucrania debido a los constantes obstáculos a su labor por parte rusa.

Hoy en día la Alianza no es – y es poco probable que llegue a serlo, incluso a largo plazo – un instrumento eficaz para el uso de la fuerza fuera de la región euroatlántica. Sin embargo, la función principal de la OTAN debería ser no solo garantizar la defensa colectiva y crear una base para operaciones militares conjuntas, sino también ampliar la estabilidad y la seguridad internacionales en otros países del continente europeo.

De este modo, la invasión rusa se convirtió en un serio desafío para las organizaciones internacionales y, como resultado, se generó una crisis de su eficacia, que objetivamente obliga a repensar radicalmente su papel en el sistema internacional, los principios y mecanismos de su actividad, con el fin de garantizar la seguridad internacional y trazar nuevas direcciones para el desarrollo.

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Ihor Derevyanko
Especialista en relaciones internacionales, miembro del Centro de Diálogo Transatlántico. Candidato a doctor en ciencias históricas. Profesor asociado del Departamento de Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos de la Universidad Nacional de Aviación (Kyiv). Licenciado por la Escuela Superior de Política Militar de Simferopol. Trabajó en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales como investigador principal. Durante 2010-2012, impartió clases en la Universidad Nacional de Economía de Kyiv.

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