Los grupos ambientalistas han acaparado la atención por sus particulares manifestaciones al cortar autopistas, rociar con pintura obras de arte, o atacar bienes y tiendas de lujo, como pintadas en jets privados. Este fenómeno, que comenzó a crecer desde 2022, genera controversia sobre si estas acciones deben considerarse vandalismo ambiental o manifestaciones pacíficas, y sobre cómo la sociedad percibe estas acciones.
Entre los grupos, en su mayoría europeos, se encuentran: Just Stop Oil, Extintion Rebellion, Última Generación y Futuro Vegetal. Estos grupos ambientalistas buscan repercutir y dejar un mensaje para visibilizar la lucha contra el cambio climático, hacer un llamado de atención a los gobiernos y, en algunos casos, exponer cómo el nivel de vida de los más ricos incide en la crisis climática. ¿Cómo lo hacen?
Los ataques a museos y obras de arte son de las más resonantes dentro de la opinión pública global. Just Stop Oil, surgido en Reino Unido, generó polémica cuando en 2022 activistas arrojaron sopa de tomate sobre una obra de Van Gogh, y hace unos meses pintaron el monumento prehistórico Stonehenge. Última Generación (Ultima Generazione en Italia o Letzte Generation en Alemania), en 2022 y 2024, llevó adelante ataques a la pintura “La primavera” de Sandro Botticelli, bajo su lema, “Última generación: sin gas, sin carbón”.
A su vez, los cortes en el tránsito son otras de sus manifestaciones recurrentes, por ejemplo, Extinction Rebellion, ha organizado cortes de puentes y autopistas en Australia, Canadá y en las principales ciudades europeas. También, los activistas han dirigido sus acciones contra los ricos, como el caso de las pintadas de Última Generación en la exclusiva isla Sylt de Alemania y, hace una semana, el grupo activista español, Futuro Vegetal, causó impacto por las pintadas en la mansión de Lionel Messi.
Pero de la misma forma que estos grupos avanzan con sus acciones y redoblan sus apuestas, como el anuncio de Extinction Rebellion para ocupar áreas restringidas del Castillo de Windsor durante tres días, también lo hacen los arrestos y las sanciones para detener estos actos. Bajo la figura de vandalismo ambiental, ecológico o climático, los ambientalistas se enfrentan a procesos judiciales que incluyen penas severas con años de cárcel y multas económicas desproporcionadas.
En enero de 2024, Italia aprobó la ley de ecovandalismo, la cual contempla sanciones que van de uno a cinco años de cárcel y multas de hasta 10.000 euros. Un caso que generó controversia el mes pasado, fue la condena inédita en el marco de una protesta pacífica que recibieron cinco activistas de Just Stop Oil con penas de 5 y 4 años de prisión por cortar la autopista M25 de Londres en 2022. Esta situación obligó a pensar por qué son los ambientalistas quienes están en el centro de las acusaciones y no los responsables de la crisis climática global.
Para Michel Forst, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los Defensores del Medio Ambiente, en virtud de la Convención de Aarhus, los grupos ambientalistas realizan “acciones pacíficas de desobediencia civil en el marco del activismo ambiental”. Forst también resalta que los activistas son víctimas de represión, acoso y difamación en medios de comunicación, por ejemplo, comparándolos con organizaciones terroristas o criminales.
¿Por qué no ser parte del cambio?
Esa fue la pregunta al final de la carta que Extinction Rebellion Ibiza le dedicó a Lionel Messi luego de conocerse la noticia del reclamo formal contra Futuro Vegetal por daños materiales valuados en 50.000 euros. Aunque las posiciones están enfrentadas, es interesante resaltar que las manifestaciones pacíficas forman parte de los derechos fundamentales, fortalecen la democracia y amplifican el mensaje sobre la crisis climática.
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La escritora de este artículo parece ser que está a favor de estos actos vandálicos. Claro, mientras no se lo hagan a ella