Por Daniela Abatecola
En este escrito abordamos las consecuencias y los cambios ocurridos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tras la revelación del correo de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por su sigla en inglés) por parte de Katherine Gunn, en donde quedó en evidencia la solicitud realizada a funcionarios de Gran Bretaña para presionar a los países con derecho a voto en el Consejo de Seguridad de la ONU, que apoyen una resolución que avalara una invasión a realizar en Irak, que finalmente ocurrió en 2003. Esta filtración generó una crisis sin precedentes a nivel mundial, evidenciando la manipulación de información por parte del gobierno de Bush para justificar la guerra, lo que llevó a un aumento de las críticas hacia la acción unilateral de Estados Unidos.
El escándalo resultó en la renuncia de altos funcionarios y en un cuestionamiento de la legitimidad de la ONU, que se vio incapaz de actuar de acuerdo a sus propósitos fundacionales. A largo plazo, la credibilidad de esta organización se vio seriamente afectada, ya que se revelaron numerosos casos de espionaje y manipulación de datos, que generó una gran desconfianza entre los estados miembros y en la opinión pública mundial en general.
Introducción
El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos emprendió una nueva guerra contra Irak -esta vez por iniciativa propia- aparentemente legitimada por la sumaria aprobación de los llamados ocho países amigos: Reino Unido, Australia, España, Portugal, Italia, Dinamarca, Polonia, Hungría y República Checa dentro del el Consejo de Seguridad. Sin embargo, algunos de los integrantes de este consejo (liderados por Francia y Rusia a los que se sumó Alemania), no estaban dispuestos a transigir en esas circunstancias con Washington (Círculo Militar, 2004).
Por esta razón, aun sin votarse una resolución que autorizara expresamente el ataque al país asiático, se introdujo una fórmula que asimilaba la falta de desarme de Irak (sugerido por los inspectores, bajo la interpretación de dos versiones coincidentes presentadas por Hans Blix en persona), en donde se planteaba que la inobservancia de cualquier otra obligación y/o la negativa a cumplir nuevas obligaciones en los términos establecidos por el Consejo de Seguridad de la ONU, sería considerada como Cauterio Causae para la autorización del uso de la fuerza.
Las distintas implicancias de estas acciones tuvieron múltiples efectos. Un ejemplo de las derivaciones irregulares acontecidas por la organización de la fuerza armada internacional que finalmente intervino en Irak pudo verse el 31 de julio de 2003, después de haber transcurrido más de cuatro meses desde el inicio del conflicto, cuando el gobierno español decidió presentar al Congreso de los Diputados una declaración sobre las recientes actividades militares en la República de Irak. En dicha declaración, se puso de manifiesto la existencia de numerosas formas de cooperación bélica, al margen de la acción armada propiamente dicha, que, aunque en desuso generalizado o incluso proscritas (como las armas de destrucción masiva), no estuvieron prohibidas durante la tramitación en dicha Cámara de la Resolución Nº 1441 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 8 de noviembre de 2002, y que deberían haber sido prohibidas clara y expresamente si el Consejo hubiera deseado hacerlo (Gobierno de España, 2003, p.13846).
Contexto Histórico de la Invasión de Irak
En 2002, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, en el marco de conversaciones secretas, acordaron planificar una posible acción militar contra Irak, un país que era gobernado en ese momento por Saddam Hussein. Aunque en público Blair se pronunciaba a favor de una solución diplomática, en privado había dado garantías por escrito a Bush de que el Reino Unido estaría con Estados Unidos si la vía militar era necesaria.
En noviembre de 2002, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1441, que otorgaba a Irak una última oportunidad para cumplir con sus obligaciones de desarme. La resolución advertía que, en caso de incumplimiento o de que la información proporcionada por Irak resultara falsa o engañosa, se expondría a graves consecuencias (Naciones Unidas, 2002, p. 5).
Sin embargo, ni Bush ni Blair encontraron evidencias concluyentes de que Irak poseyera armas de destrucción masiva, el principal argumento esgrimido para justificar la invasión. Aun así, el 20 de marzo de 2003, Estados Unidos y el Reino Unido, junto a una coalición de países aliados, iniciaron la invasión de Irak para derrocar a Saddam Hussein, a pesar de la oposición de Alemania, Rusia, China, Francia, Siria, Rumania y México. Días más tarde, Australia, España y Polonia se sumaron a la invasión con más tropas.
La invasión militar de Irak culminó con la caída del régimen de Saddam Hussein en un periodo relativamente corto. La resistencia organizada de Hussein se desmoronó rápidamente. El 9 de abril de 2003 las fuerzas estadounidenses y aliadas capturaron Bagdad, lo que marcó el fin del gobierno baazista. Aunque la invasión fue diseñada como una operación relámpago que se esperaba durara alrededor de tres semanas, la ocupación y la resistencia insurgente derivada de la misma continuaron durante años, transformándose la operación en un conflicto prolongado que se extendió mucho más allá de la caída del régimen.
Por ese hecho, podemos expresar que la ONU reflejó con su pobre accionar (para evitar la invasión ante la falta de pruebas irrefutables), lo que Richard Holbrooke calificó como “el mayor fracaso de la diplomacia”, algo que no pasó inadvertido para nadie. Se comprobó que la política y decisiones sobre la necesidad de invadir Irak por parte de Estados Unidos fueron finalmente seguidas por la Unión Europea en su conjunto, a pesar de las distintas posiciones y opiniones en contrario existentes en su seno respecto a la necesidad “legítima” del desarrollo de una invasión militar sobre Irak.
El caso de Katherine Gunn: Revelación del Correo de la NSA
Esta valiente señora trabajaba en aquellos años como traductora en el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno del Reino Unido (GCHQ). En enero de 2003 recibió accidentalmente un correo electrónico altamente confidencial de Frank Koza, un funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA). Este mensaje contenía una solicitud para que el GCHQ cooperara en una operación de espionaje dirigida sobre seis delegaciones de la ONU, con el objetivo de obtener información que pudiera presionar a esos países para que apoyaran la invasión de Irak (Global Policy Forum (2003). Al leer el contenido del correo, ella decidió que debía actuar y, tras reflexionar sobre la gravedad de la situación, contactó a un conocido con conexiones en la prensa. Su decisión fue finalmente “filtrar” el memorándum a los medios. Tres semanas después, el diario británico “The Observer” publicó la filtración, lo que generó un intenso debate sobre la legalidad de la invasión a Irak y puso en jaque las estrategias de los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, desencadenando una serie de eventos que culminaron en el enjuiciamiento de esta traductora bajo la Ley de Secretos Oficiales.
Reacciones e Informes de la ONU y Otras Agencias y Comisiones
En base a la investigación realizada, hemos podido verificar que la ONU publicó varios documentos y resoluciones relacionadas con la situación de Irak y las alegaciones sobre armas de destrucción masiva (ADM) antes y después de la invasión de 2003. Los informes de la Comisión de Supervisión, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas (UNMOVIC) y de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) indicaron que no se habían encontrado pruebas concluyentes de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Estos informes se contrapusieron claramente a las afirmaciones realizadas por Estados Unidos y el Reino Unido, que sostenían que Irak poseía tales armas y que ello representaba, en ese momento, una grave y peligrosa amenaza inminente, lo cual justificaba la invasión.
Todas las noticias negativas en materia nuclear y especialmente las existentes en el Tercer Mundo vemos que proporcionaron argumentos diametralmente opuestos a los esgrimidos principalmente por Estados Unidos. Los documentos evaluados en general demostraron una relativamente poca curiosidad e inquietud por parte de la ONU en torno a los numerosos documentos vinculados a la inexistencia de armas de destrucción masiva en los arsenales iraquíes. La Casa Blanca desdeñó en público estas afirmaciones en numerosas oportunidades, postulándolo simplemente como las opiniones de unos pocos agentes desafectos.
La ausencia de armas de destrucción masiva en Irak se vio también confirmado posteriormente por el informe realizado por la Comisión Butler en 2004, que fue designada por el Reino Unido para revisar la inteligencia utilizada para justificar la guerra, y que concluyó que las afirmaciones sobre las armas de destrucción masiva eran infundadas y que la comunidad de inteligencia había fallado en proporcionar información precisa (United Kingdom Government, 2004).
Consecuencias Inmediatas en la ONU
El escándalo de la filtración de Gunn causó una crisis sin precedentes en la ONU que condujo, entre otras cosas, a la finalización del mandato del profesor Hans Blix como jefe de inspectores de armas de la organización. Más grave aún, el secreto sobre la interceptación de las comunicaciones para llevar a cabo dicha pesquisa fue develado por distintos medios de prensa internacionales. A su vez, las posibles y catastróficas consecuencias – derivaciones de la operación militar que atentaban contra la paz y estabilidad de Medio oriente, fueron realizadas también por muchos autores y prensa tal como se reconoció el 13 de marzo en un informe del diario británico “The Guardian” (Wintour, 2003). El resultado de ello fue que los gobiernos del ilustre quinteto del Consejo de Seguridad se sintieron objetados y agredidos por el presunto despliegue innecesario de fuerzas militares, lo cual dejó en suspenso también la capacidad del Consejo de Seguridad para sancionar y aplicar la legalidad y la paz.
La inútil y costosa guerra de Irak constituye un múltiple fracaso para la ONU e incluso para los propios gobiernos de quienes la lanzaron, así como también de sus políticos y los burócratas de confianza. Por ejemplo, el Presidente Bush se hundió en el descrédito al quedar demostrado la ausencia de pruebas sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak en 2003. A pesar de las afirmaciones que Irak poseía grandes arsenales ocultos y estaba desarrollando más, las inspecciones realizadas por la comisión de expertos, que se llevaron a cabo desde noviembre de 2002 hasta marzo de 2003, no encontraron evidencia tangible de tales armas al momento de la invasión y tampoco luego de finalizar la misma.
De igual forma, la participación del Reino Unido en la guerra de Irak se convirtió en uno de los episodios más controvertidos del mandato de Tony Blair. En 2009 se abrió una investigación oficial en el Reino Unido para esclarecer las circunstancias de la intervención británica, pero sus conclusiones aún no han sido publicadas.
Concretamente, ha quedado comprobado que los informes de inteligencia que justificaron la invasión se basaron en afirmaciones que posteriormente se demostraron falsas. En resumen, la narrativa que justificó la invasión se basó en mentiras y exageraciones, lo que ha llevado a un amplio consenso sobre el hecho de que no había armas de destrucción masiva en Irak en 2003 que justificaran una acción militar como la que se llevó a cabo.
Cambios y Reformas Institucionales en la ONU
Resulta indiscutible que el caso Katherine Gun demostró que los procedimientos internos de las organizaciones internacionales están lejos de ser infalibles. También, se pusieron en cuestión los argumentos utilizados en favor del respeto a los procedimientos existentes, defraudando a los partidarios del acatamiento a las reglas existentes como vehículos para traducir a criterios razonables la autonomía de los Estados y a aquellos para quienes ese procedimiento equivalía a buscar la justificación externa del poder y que, para distribuir un recurso escaso, como es la supremacía coactiva, había que hallar un criterio justo que lo distribuyera. Solamente en ese contexto puede entenderse la reforma institucional realizada en la ONU en el año 2005, que surgió como una respuesta al recurso unilateral a la guerra impulsado por Estados Unidos en el año 2003. Dichas reformas institucionales fueron muy significativas para adecuar el funcionamiento de los principales órganos que componen la ONU y se llevaron principalmente a cabo durante la Cumbre Mundial, que se celebró en septiembre de ese año y marcó los sesenta aniversarios de la organización. Estas reformas fueron impulsadas por la necesidad de mejorar la eficacia y la credibilidad de esta organización frente a los desafíos globales contemporáneos (Naciones Unidas, 2005). Los principales cambios estructurales que se implementaron a partir de allí fueron los siguientes:
- Planteo de la necesidad de reforma del Consejo de Seguridad. Una de las reformas más debatidas fue la del Consejo de Seguridad, donde se propuso aumentar la representación y la transparencia en la selección de los miembros. Se discutió la posibilidad de agregar nuevos miembros permanentes y no permanentes, buscando reflejar mejor la realidad geopolítica actual.
- Creación de la Comisión para la Consolidación de la Paz. Se estableció esta nueva comisión como un órgano intergubernamental para ayudar a los países en situaciones post-conflicto a reconstruir sus sociedades y prevenir el resurgimiento de la violencia. Esta comisión se creó para abordar la necesidad de un enfoque más coordinado y efectivo en la paz y la seguridad.
- Establecimiento de un Consejo de Derechos Humanos. La Cumbre de 2005 también llevó a la creación del Consejo de Derechos Humanos, que reemplazó a la Comisión de Derechos Humanos. Este nuevo consejo tiene como objetivo abordar las violaciones de derechos humanos de manera más efectiva y con mayor credibilidad.
- Mejoras en la Administración y Eficiencia. Se implementaron reformas administrativas para hacer que la ONU sea más eficiente y responsable. Esto incluyó la racionalización de procesos, la adopción de un presupuesto basado en resultados y la creación de políticas para proteger a los denunciantes de irregularidades dentro de la organización.
Las reformas de la ONU en 2005 se centraron en mejorar la eficacia, la representación y la responsabilidad de la organización, buscando adaptarse a un mundo cambiante y a las lecciones aprendidas de la invasión de Irak y otros conflictos contemporáneos. Estas reformas fueron vistas como un paso crucial para revitalizar la ONU y hacerla más relevante en el siglo XXI.
Impacto a Largo Plazo en la Credibilidad de la ONU
Para evaluar el impacto de lo acontecido luego de la guerra, consideramos a largo plazo el tiempo transcurrido desde la publicación del caso hasta el presente (que supera los 15 años), lapso durante el cual se han acumulado otros casos similares de manipulación o tergiversación de la información. La serie de sucesos que han seguido al de Katharine Gunn (tales como la invasión a Libia en 2011 y la intervención en la guerra civil en Siria), han afectado claramente la credibilidad y la legitimidad de las intervenciones del Consejo de Seguridad, tanto en la opinión pública como entre los estados. A nivel de la ONU, la prioridad de ahora en adelante es poder superar la división de opiniones en el Consejo de Seguridad y avanzar en temas candentes como, por ejemplo, Corea del Norte. La reanudación del programa nuclear de Corea del Norte, informado por el Organismo Internacional de Energía Atómica, es otro peligroso tema que cuestiona la efectividad de las sanciones y el sistema de verificación que dispone la organización, al no haberse detectado y evaluado bien su desarrollo nuclear.
Antes de la publicación del affaire Gunn, varios estamentos de la ONU conocían la existencia de espionaje ilegal y la importante manipulación de datos realizada por agencias de inteligencia como la NSA, pero apreciamos que el Consejo no ha tenido nunca la intención de mencionar públicamente este tema ni la ilegalidad que planteó la justificación inicial de la invasión de Irak en 2003, pero tampoco desea que en el futuro se pueda crear o manipular un nuevo y determinado escenario que pueda ser gestionado deliberadamente mediante el suministro de información incorrecta.
Algunas Conclusiones
La guerra de Irak generó un amplio debate mundial por la manipulación de justificativos para realizar esta operación. Durante el tiempo de debate previo a la invasión, los justificativos de la invasión esgrimidos por el Consejo de Seguridad no fueron aceptados ni bien recibidos por la mayoría de los países en el mundo debido a la falta de legitimidad de los argumentos aceptados por la ONU. A pesar de esta situación, el Reino Unido vemos que en todo momento mostró un apoyo incondicional a Estados Unidos y continuó colaborando en los preparativos y el desarrollo de la operación. Los servicios de seguridad británicos participaron sin reservas en los planes para la intervención en Iraq, dispuestos a unirse a las fuerzas estadounidenses, inclusive si estas decidían llevar a cabo la intervención militar sin la autorización de otros países.
La Carta de las Naciones Unidas nos señala que el Consejo de Seguridad y los países miembros del mismo deben decidir una intervención militar sobre el estudio de la evolución y el análisis de un caso o conflicto que pueda afectar la paz y seguridad regional o mundial (Naciones Unidas, 1945). Pero en casos como lo demuestra Irak en 2003, no sabemos si este conflicto fue evaluado debidamente o si fue seguido en forma sistemática y apropiada, ni tampoco podemos valorar bien las justificaciones esgrimidas por el gobierno iraquí, así como sus conclusiones y posturas.
No obstante, como una cierta explicación al porqué de la existencia en Occidente de esa idea que Irak contaba con armas de destrucción masiva, consideramos que, durante su tiempo de gobierno, Saddam Hussein pudo instituir un sistema de información ficticia orientado a alimentar un cierta credibilidad sobre la posesión y amenazante existencia de aquellas particulares armas, dentro de una política estratégica de Disuasión”, pero que nunca dispuso de las mismas o no fue posible encontrar evidencia alguna de su existencia.
Otra importante conclusión es que la manipulación de la información producida para justificar la invasión a Irak en el año 2003, impuso la necesidad de replantear el papel de la ONU. La falta de pruebas de la existencia de armas de destrucción masiva en este país ha llevado a cuestionar gravemente la credibilidad de la inteligencia utilizada para justificar la guerra. A su vez, esto generó un debate sobre la necesidad de reformar y replantear el papel de la ONU en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. El funcionamiento del Consejo de Seguridad enfrentó severas críticas por su incapacidad para prevenir la guerra. Como resultado, se iniciaron discusiones sobre la necesidad de reformar el Consejo para mejorar su efectividad y representatividad, lo que incluyó debates sobre la ampliación de su membresía y la revisión de los poderes de veto, que a menudo obstaculizan la toma de decisiones. Resulta claro, tras la invasión de Irak, que no se encontraron armas de destrucción masiva, razón por la cual la ONU se vio obligada a revisar sus procedimientos de inspección y monitoreo. Esto motivó la creación de protocolos más rigurosos para la verificación de armas en otros países, buscando evitar que se repitieran errores similares en el futuro.
La operación militar internacional desarrollada sobre Irak en el año 2003 no solo dejó un rastro de devastación en el país invadido, sino que también socavó la credibilidad de la ONU y de las democracias que apoyaron la intervención. A pesar de la falta de legitimidad y el rechazo de muchos países, el Reino Unido se alineó con Estados Unidos, mostrando que la lealtad política puede prevalecer sobre los principios de legalidad internacional. Este episodio no solo expone las grietas en el sistema de seguridad de la ONU, sino que también plantea una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto están dispuestos los líderes mundiales a sacrificar la verdad y la justicia en nombre de intereses geopolíticos?
La sombra de Irak sigue acechando, recordándonos que la manipulación de la información puede tener consecuencias catastróficas, no solo para los países en conflicto, sino para la confianza global en las instituciones que deberían velar por la paz y la seguridad. La historia de Katherine Gunn es un llamado a la vigilancia y a la rendición de cuentas en un mundo donde la verdad a menudo se convierte en una víctima más de la guerra.
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