La semana pasada, los talibanes celebraron su tercer aniversario desde su vuelta al poder en Afganistán, tras la retirada de las tropas estadounidenses después de 20 años de conflicto y guerra en el país. Sin embargo, el retorno al gobierno del régimen Talibán no supuso cambio alguno, debido a que todas las promesas hechas por estos, en donde los derechos de los ciudadanos afganos –sobre todo de las mujeres- iban a mejorar rotundamente, aún no se han cumplido. Y todo indicaría que la situación continuará de esta manera, ya que la tan ansiada paz prometida por los talibanes se aleja cada día más con el pasar de los días.
Tres años al poder, tres años de promesas incumplidas
En el marco de una nueva conmemoración –la tercera- desde la reinstauración de esta nueva etapa del Emirato Islámico de Afganistán por parte del gobierno Talibán, el régimen fundamentalista realizó un enorme desfile militar en donde aprovecharon la oportunidad para desplegar frente a una multitud de cerca de 10.000 hombres, parte del material militar que fue abandonado tanto por el ejército de los Estados Unidos como por las tropas pertenecientes a la OTAN, tras su retiro de Afganistán luego de 20 años de guerra. Varios helicópteros UH-60 Black Hawk, tanques y Humvess fueron escoltados por miles de soldados fuertemente armados que marcharon portando la nueva bandera del país, la cual fue modificada por el régimen Talibán tras la caída de Kabul aquel fatídico mes de agosto de 2021. Como si eso fuese poco, y con un claro propósito, dicho desfile se llevó a cabo en la base aérea de Bagram, cuyo control solía pertenecerle a los Estados Unidos.
Paralelamente a esto –y tal como sucede hace largos años-, la situación de millones de afganos continúa siendo denigrante, tratándose de una población que se encuentra sucumbida por una severa crisis humanitaria, hundida en una pobreza extrema, y en donde, mientras el nivel de hambruna y el desempleo es altísimo, la esperanza por un futuro mejor es todo lo contrario.
Como si lo señalado previamente no fuese suficiente, desde que los Talibanes volvieron a tomar las riendas del país, los atropellos contra los derechos humanos –especialmente los de las mujeres afganas- han sido constantes. Hablamos de encarcelamientos extrajudiciales, incontables denuncias por torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones públicas. Todo esto, en gran medida, se debe a la rigurosa implementación de la Sharia (Ley Islámica), la cual el régimen Talibán hace cumplir estrictamente desde su retorno al mando del gobierno de Afganistán.
El terrorismo, un mal común en tierra afgana
Tal como uno se podría llegar a imaginar, la vuelta al poder de los Talibanes –por el contrario- significó una especie de alivio para las distintas organizaciones terroristas de la región tales como ISIS-K (Estado Islámico del Gran Khorasán), Al Qaeda y Hamás, entre otros, quienes ven con buenos ojos esta nueva fase del Emirato Islámico de Afganistán, el cual se está convirtiendo nuevamente en un territorio ideal para el desarrollo del terrorismo yihadista. Tal es así que algunos afirman que miembros de Al Qaeda forman parte del gobierno talibán en calidad de asesores, mientras que cientos de yihadistas de dicha organización viajan a suelo afgano a fin de reagruparse y entrenar.
En cuanto a ISIS-K, y contrario a lo que se creía dentro de la comunidad internacional, esta filial del autodenominado “Estado Islámico” parece tener un estrecho vínculo con los talibanes afganos, particularmente, ya que reciben entrenamiento, armas y financiamiento de la misma fuente proveniente de Servicio de Inteligencia de Pakistán (ISI). Según especialistas, las actividades de ISIS-K en la región, podrían beneficiar a los talibanes, dado que crearía un entorno de inestabilidad a nivel regional y evitaría que el mundo ponga sus ojos en lo que realiza o no el gobierno del régimen talibán.
Lo señalado previamente, respecto de la relación entre el Emirato Islámico de Afganistán e ISIS-K, llamó la atención de muchos países –entre ellos China, Rusia y Uzbekistán-, los cuales han mantenido reuniones bilaterales con delegados talibanes en reiteradas ocasiones y a quienes ven como un mal menor si se lo compara con el autodenominado “Estado Islámico” y sus respectivas células dispersas por la región.
El mismo mal, diferentes caras
Los distintos vínculos que mantienen los talibanes con las organizaciones terroristas de la región, deja en claro –una vez más- que, pese a pequeñas diferencias que podrían existir entre varios de los grupos terroristas de índole yihadista –como por ejemplo la división existente entre chiítas y sunitas-, casi todas estas macabras organizaciones comparten las mismas tácticas y una ideología basada en conceptos similares: el odio hacia Israel y a los Estados Unidos, la lucha contra aquellos que consideran “infieles”, y la creación y expansión de un “Califato” donde la “Ley Islámica” sea la única ley reinante.
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