En un giro inesperado en el conflicto, las fuerzas ucranianas iniciaron el pasado 6 de agosto una ofensiva significativa dentro del territorio ruso, en el óblast de Kursk. Esto no solo significó un revés para Rusia, sino que generó un cambio drástico en la dinámica de la guerra que ya lleva dos años y medio.
La incursión ucraniana en Kursk ha sido rápida y efectiva, logrando romper con las defensas fronterizas de Rusia y capturar ciudades y pueblos, controlando ya unos 490 km de territorio, según el general Oleksandr Syrsky. De confirmarse, esta cifra igualaría aproximadamente el terreno que Rusia había ganado en Ucrania entre enero y julio de este año, según el Instituto para el Estudio de la Guerra.
Todo avance tiene su retroceso
Rusia, aunque lento, ha sabido responder a ciertas dinámicas ucranianas en su territorio. Por ejemplo, ha comenzado a construir puentes provisionales de pontones luego de la destrucción ucraniana en pos de mantener el flujo de suministros y vehículos. Un ejemplo es la ciudad de Glushkov, según muestran imágenes satelitales.
Además, Moscú debió crear nuevas fortificaciones como trincheras y zanjas antitanque, ubicadas a unos 30 kilómetros de las posiciones ucranianas, cerca de la autopista E38. La estrategia de Ucrania de debilitar la infraestructura rusa y crear una “zona tapón” a lo largo de la frontera se mantiene intacta, obligando al país vecino a ajustar sus posiciones en la región.
Sin embargo, el terreno que Ucrania gana en Kursk, lo pierde en su propio país. La ofensiva de Putin en el este, a menos de 16 kilómetros de Pokrovsk, cobra impulso día a día. Esto para Kiev es peligroso, teniendo en cuenta que la ciudad es centro de transporte clave y que las tropas de Rusia resisten tanto allí como en el noreste.
Y aunque el objetivo principal de invadir Kursk era “desviar la atención” y los recursos de Rusia hacia allí, Putin ha sabido dirigir a sus tropas sin perder los incentivos de vista. El contexto es complejo, ya que las estrategias de ambos países se ajustan constantemente a las nuevas realidades sobre el terreno y la incertidumbre sobre el futuro de la guerra crece cada vez más.
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