La contaminación por residuos plásticos se ha convertido en uno de los grandes problemas ambientales de las últimas décadas. Al año se producen alrededor de 400 millones de toneladas de plástico. Del total de producción de plástico en la historia, un informe de la revista Nature revela que solo el 9% ha sido reciclado, el 12% se ha incinerado y la cantidad restante ha terminado en vertederos o en los océanos. 

Ante el creciente problema, en marzo de 2022, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente aprobó en Nairobi, Kenia, una resolución para poner fin a la contaminación por plásticos a través de un acuerdo internacional vinculante. Tras dos años de negociaciones, el texto final del acuerdo saldrá de la última ronda de negociaciones que tendrá lugar en noviembre de este año en Busan, Corea del Sur.  

El Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plásticos, presidido por el embajador de Ecuador ante el Reino Unido, Luis Vayas Valdivieso, ha enfrentado numerosos desafíos. Las discrepancias en el uso y alcance de los términos, la participación de organizaciones civiles y la presión de la industria petroquímica han ocupado el foco de las noticias en las semanas de negociación.

Límites a la producción, el gran objetivo

El proyecto de texto del acuerdo elaborado durante el mes de junio en la cuarta ronda de negociaciones en Ottawa, Canadá, denota las divergencias con relación a las opciones sobre los Alcances del acuerdo. Algunas propuestas buscan reducir o eliminar la contaminación a lo largo de todo el ciclo de vida de los plásticos, incluyendo los químicos utilizados en su producción. No obstante, otras opciones plantean lo contrario, por ejemplo, que el instrumento no sea aplicable a “materias primas, como los hidrocarburos y sus derivados”. 

Entre las opiniones de base científica como las de la Coalición de Científicos para un Tratado Efectivo Global de Plásticos, quienes participaron de las negociaciones, apuntan a que el tratado incluya un límite a la producción de plástico, en especial, los plásticos de un solo uso. De acuerdo a un informe del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), en 2017, Coca-Cola produjo 3 millones de toneladas de envases plásticos, equivalente a 200,000 botellas por minuto.

Durante esta semana de agosto se llevó a cabo en Bangkok, Tailandia, la última reunión de expertos previa a la ronda de negociaciones de noviembre. Los expertos aducen que el acuerdo debe incluir un límite a la producción de plásticos, eliminar productos químicos nocivos utilizados en la producción y agregar disposiciones sobre la Responsabilidad Extendida del Productor.

Para Valdivieso, en declaraciones durante el evento, el texto preliminar es “muy difícil de manejar”, si se consideran los puntos trascendentales en los que no existe un entendimiento común entre los negociadores. Pero es optimista al afirmar que en Busan ​​​​se llegará a “un documento eficaz que luego se convertirá en un tratado”. 

Choque de intereses

Los puntos de desacuerdo con visiones contrapuestas también se debe a la presión de la industria petroquímica. Las empresas ligadas al sector son actores clave, un 90% de los plásticos provienen de los combustibles fósiles y las proyecciones revelan que hasta 2050 podrían producirse 34.000 millones de toneladas de plásticos. 

Organizaciones como Planet Tracker y el Centro para el Derecho Ambiental Internacional, denunciaron las acciones de la industria para oponerse en las negociaciones a las propuestas de limitar la producción y aquellas vinculadas a reducir o eliminar los polímeros plásticos y tóxicos utilizados en la producción. Además, se acusó a las empresas de proponer iniciativas ambiciosas vinculadas al reciclaje sin objetivos claros en limitar los plásticos. 

A puertas cerradas

En Bangkok, grupos, organizaciones ambientales e indígenas reclamaron por la falta de transparencia en la selección de los expertos y la participación de la sociedad civil como observadores en las  discusiones intersesionales. Esta situación ya había sido planteada en el mes de junio  por la Red Latinoamericana y del Caribe para la Reducción de la Producción de Plásticos con Metas Globales Vinculantes.

Uno de los asesores de la Red Internacional para la Eliminación de Contaminantes (IPEA, por sus siglas en inglés), Vito Buonsante, al ser consultado por Associated Press News declaró:  “Cuando uno se acerca al final, empezar a cerrar la puerta cuando el juego se pone más difícil, podría ser una forma de intentar evitar esa rendición de cuentas que los grupos de la sociedad civil traen a la mesa”.

“Puente a Busan”

Hasta noviembre, las expectativas para la última ronda de negociaciones van en aumento sobre un acuerdo que será histórico. Queda por conocer si esas disposiciones definitivas serán trascendentales para las próximas generaciones y el futuro de la contaminación por plásticos.

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