En el marco de la cobertura que Escenario Mundial está realizando en Israel, tuvimos la oportunidad de recorrer varios puntos del sur del país, epicentro del devastador ataque de Hamás ocurrido el 7 de octubre. Para quienes no estábamos familiarizados con la geografía local, nombres como Kfar Aza, Be’eri, Nahal Oz y Magen eran hasta hace poco totalmente desconocidos. Sin embargo, estos lugares, ahora, se han convertido en símbolos de una tragedia que cambió la historia reciente de Israel.

Para llegar al kibutz de Kfar Aza, tomamos la Ruta 232, conocida como la “ruta de la muerte”. Este camino, que alguna vez fue una arteria vital de la próspera región sur del país, se transformó en un escenario de muerte y destrucción durante la invasión de Hamás. A lo largo de la ruta, se percibe la presencia del conflicto: vehículos militares israelíes patrullando, rastros de combates recientes y un silencio tenso que invade el aire. La ruta, que conecta los kibutzim del oeste del Negev, fue utilizada por Hamás para llevar a cabo su ataque, dejando huellas de los actos cometidos ese día.

Durante esos ataques, Hamás secuestró a 251 personas y causó más de 1.300 muertes. Este ataque dejó un profundo impacto en la sociedad israelí, evidenciado también en los desplazamientos masivos que siguieron: alrededor de 130.000 israelíes han sido obligados a abandonar sus hogares, 60.000 de ellos provenientes del sur. Esta cifra, que en los días posteriores al ataque llegó a 300.000. La comunidad de Kfar Aza, en particular, ha vivido de cerca la devastación de un conflicto que ha alterado por completo la tranquilidad de sus días.

Entender el kibutz

Los kibutzim han sido un fenómeno único en la historia de Israel, desempeñando un rol fundamental en la construcción y desarrollo del país. Surgidos a principios del siglo XX, los primeros kibutzim fueron establecidos en 1909 por pioneros que buscaban combinar la creación de un hogar con la construcción de un mundo mejor, basado en la igualdad y el trabajo compartido.

En 1936, el desarrollo de los kibutzim se aceleró, especialmente en la región de Galilea, donde estas comunidades colectivas empezaron a expandirse significativamente. Un hito importante ocurrió en 1946 con la creación de los “11 puntos del Néguev”, un proyecto estratégico que estableció once nuevos kibutzim en el desierto del Néguev, al sur de Israel. Este movimiento tenía un doble propósito: expandir la presencia judía en zonas claves y asegurar las fronteras del sur en un momento crucial previo a la independencia del país.

Desde sus inicios, los kibutzim no solo se centraron en la producción agrícola, sino que también jugaron un papel crucial en la defensa de Israel. Muchos se desarrollaron en áreas estratégicas para proteger las fronteras del joven Estado, y sus miembros participaron activamente en la defensa del territorio, ganándose un lugar destacado en la historia militar de Israel.

Dan, nuestro guía durante la estadía en Israel, resumió la esencia de lo que significa vivir en un kibutz con una frase que encapsula la filosofía de estas comunidades: “La ideología central del kibutz es que yo doy todo para el kibutz, y el kibutz me da todo lo que necesito”.

Las consecuencias del ataque del 7 de octubre en Kfar Aza

El viaje hacia Kfar Aza por la Ruta 232, conocida ahora como “la ruta de la muerte”, es un recorrido profundamente impactante. Esta carretera, que conecta los kibutzim del oeste del Negev, se ha convertido en un símbolo del conflicto y la devastación que marcó el 7 de octubre. A medida que avanzábamos, los campos agrícolas que se extendían a ambos lados de la ruta contrastaban con los signos evidentes de la guerra. Vehículos militares israelíes patrullaban constantemente, y la presencia de una camioneta destrozada, utilizada por los terroristas de Hamás, recordaba vívidamente los horrores del ataque.

Kfar Aza, un kibutz que albergaba entre 900 y 950 personas, sufrió un golpe devastador ese día. Zohar Shpak, miembro activo de la seguridad del kibutz, nos recibió y relató con angustia lo ocurrido. En total, 62 personas fueron asesinadas en el kibutz, incluyendo miembros, trabajadores, estudiantes y civiles. De los 19 civiles secuestrados por los terroristas, 12 lograron ser liberados posteriormente. Actualmente, entre 50 y 60 personas, todas parte del comando de seguridad, mantienen el kibutz activo, enfocados exclusivamente en proteger lo que queda de su comunidad.

Zohar Shpak – Alejo Sanchez Piccat

El 7 de octubre, en la mañana, Kfar Aza fue sorprendido por una incursión terrestre y aérea, acompañada de un intenso bombardeo de misiles desde la Franja de Gaza, ubicada a tan solo 1.2 kilómetros de distancia. Zohar explicó que la seguridad del kibutz fue vulnerada por tres lados distintos de la reja que los separa de Gaza, permitiendo a los terroristas ingresar y recorrer casa por casa en busca de personas para asesinar. “No vinieron a una guerra, vinieron a masacrar”, nos dijo Zohar con voz firme, pero cargada de dolor.

El control del kibutz fue retomado cuatro días después del ataque inicial, pero las cicatrices de la violencia son profundas y visibles. Una de las zonas más afectadas es el barrio de los jóvenes, donde los estudiantes universitarios que residen en el kibutz tienen sus departamentos. De los 37 residentes de esta área, 11 fueron asesinados y siete secuestrados y llevados a la Franja de Gaza.

En este barrio, el acceso a la mayoría de los espacios está restringido por decisión de las familias de las víctimas, quienes han optado por preservar la privacidad de aquellos que fueron brutalmente asesinados por Hamás. Sin embargo, la familia de Sivan Elkabets y Naor Hassidim permite que se ingrese a su departamento, donde los rastros del ataque aún son evidentes. Sivan y Naor, ambos de 23 años, crecieron en Ashdod y llevaban juntos desde los 16 años, cuando se conocieron en la escuela secundaria. Fueron asesinados en el interior del departamento de Sivan, donde los terroristas los sacaron de su refugio y los ejecutaron en el sofá de la sala de estar.

En el departamento de Sivan y Naor, los restos de los ataques son aún visibles. Las paredes están salpicadas con proyectiles y esquirlas de las explosiones. Las huellas de la violencia son evidentes en cada rincón, recordando la brutalidad del ataque del 7 de octubre. Sivan y Naor, ambos de 23 años, fueron enterrados juntos en Ashdod. Su lápida doble lleva la frase “en vida y en muerte, no se separaron”.

Al despedirnos de Zohar, le preguntamos cuál es el cambio más significativo que ha experimentado en su vida desde el ataque del 7 de octubre. Su respuesta revela la profundidad del impacto que ha tenido en él: “Es difícil contestar porque todavía estamos viviendo esto. Hoy sabemos lo que es ser un desplazado, ser una persona sin hogar. Yo al menos creo que sigo siendo un hombre de paz, alguien que desea que sus hijos vivan en paz. Aunque el camino hacia esa paz haya cambiado, el objetivo sigue siendo el mismo. Cuando pongo el GPS, la dirección sigue siendo La Paz. El trayecto puede haber cambiado, pero el destino de alcanzar la paz sigue siendo el mismo. En este nuevo camino, no puedo elegir la forma en que se da, ya que la realidad es que el conflicto ha transformado mi perspectiva. No puedo seguir creyendo que todos los involucrados son inocentes; la realidad ha recalculado mi camino, pero la distancia hacia la paz sigue siendo la misma.”

Sobre la posibilidad de regresar al kibutz, Zohar expone: “Podemos volver al kibutz cuando haya un hogar para nosotros.”

Zohar Shpak – Alejo Sanchez Piccat

Otro testimonio que recopilé fue el de Debora, una argentina israelí que vivía en Kfar Aza. En la mañana del 7 de octubre, ella se encontraba en su casa con su hijo menor, mientras que sus dos hijos mayores estaban fuera. Cuando sonaron las alarmas a las 06:30, se refugiaron en la habitación de seguridad diseñada para protegerse de misiles. En ese momento, no sabían que estaban enfrentando un ataque terrorista, ya que estaban acostumbrados a lidiar con amenazas de misiles y no esperaban una incursión de esa magnitud.

La situación se volvió crítica cuando comenzaron a recibir mensajes en los grupos de WhatsApp sobre la presencia de terroristas en el kibutz. Su esposo, al ver a un miembro del grupo de seguridad local corriendo con un arma, se dio cuenta de la gravedad del ataque. Debora y su esposo, armados con un cuchillo y en estado de pánico, permanecieron en la pieza de seguridad. Después de 12 horas de angustia, Debora fue rescatada por militares y llevada a un refugio temporal.

Debora, sobreviviente del 7 de octubre – Alejo Sanchez Piccat

Desde su alojamiento en el hotel, nos cuenta que regresar a Kfar Aza fue una experiencia devastadora. “Cuando volví, era como estar en un lugar que ya no era el mismo, estaba completamente destruido. Lo que más me impactó fue la pérdida de la inocencia, la ilusión de que nada podría cambiar en mi mundo. Ahora estoy luchando con un sentimiento de pérdida y dolor profundo.”

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**Enviado especial en Israel

Alejo Sanchez Piccat
Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales UADE Maestrando en Defensa Nacional UNDEF Interesado en Seguridad Nuclear y Medio Oriente Contacto directo: asanchezpiccat@esceneariomundial.com

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