La competencia nuclear entre China y Estados Unidos está entrando en una nueva fase, y no es una buena noticia para la estabilidad global. Beijing, que durante décadas mantuvo un arsenal nuclear limitado, está comenzando a expandirlo rápidamente, generando preocupaciones en Washington y en todo el mundo. Este crecimiento nuclear está transformando la relación entre las dos superpotencias y, aunque nadie quiere imaginar un conflicto nuclear, la pregunta se hace inevitable: ¿qué pasaría si las tensiones entre China y Estados Unidos escalaran hasta un punto de no retorno?
La acelerada expansión del arsenal nuclear chino
El arsenal nuclear de China está creciendo rápidamente. Entre 2023 y 2024, China aumentó sus ojivas nucleares de 410 a 500, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Aunque su arsenal sigue siendo mucho menor que el de Estados Unidos o Rusia, las proyecciones indican que Beijing podría alcanzar las 1.000 ojivas operativas para 2030. Pero, ¿por qué China está expandiendo su arsenal tan velozmente?
Una de las principales razones es la búsqueda de paridad estratégica. Mientras Estados Unidos y Rusia siguen dominando la capacidad nuclear global, China busca reducir la brecha y asegurarse de que su disuasión nuclear sea lo suficientemente creíble como para evitar cualquier intento de coerción. Este objetivo no es nuevo; desde hace tiempo, China mantiene una política de “disuasión mínima”, pero con la creciente competencia geopolítica, en particular por el control del estrecho de Taiwán, Beijing parece decidido a asegurarse de que puede hacer frente a cualquier amenaza.
Además, China demostró que relaciona su arsenal nuclear con su seguridad territorial, en especial con respecto a Taiwán. La continua venta de armas de EE.UU. a Taiwán, junto a la posibilidad de que Washington produzca armas junto con la isla, a la que China considera una provincia rebelde, exacerbó las tensiones entre ambos países. En respuesta, China decidió no solo expandir su arsenal nuclear, sino también modernizarlo, buscando misiles más sofisticados y sistemas de lanzamiento más avanzados.
La nueva carrera armamentística nuclear
Como era de esperarse, la expansión nuclear china desencadenó preocupaciones en Washington. Tradicionalmente, EE. UU. confió en su superioridad nuclear como elemento central de su estrategia de disuasión global. No obstante, el crecimiento del arsenal chino obliga a EE. UU. a replantearse su enfoque, lo que ha llevado a una carrera armamentística entre las dos potencias.
En este sentido, el Departamento de Defensa de EE. UU. ya comenzó un ambicioso programa de modernización que incluye la compra de 100 nuevos bombarderos B-21 y el desarrollo del misil balístico intercontinental Sentinel. A pesar de los costos elevados, Washington decidió acelerar estos programas para no perder su ventaja estratégica frente a China y Rusia. La lógica detrás de esta decisión es clara: si China logra una mayor paridad nuclear, su capacidad para actuar con mayor libertad en el Indo-Pacífico, y particularmente en Taiwán, podría aumentar.
A nivel diplomático, las tensiones también han ido en aumento. China cortó recientemente las conversaciones sobre control de armas con EE. UU., en gran parte debido a la cuestión de Taiwán. Este colapso en el diálogo es peligroso, ya que reduce las oportunidades de gestionar crisis potenciales y aumenta la probabilidad de errores de cálculo que podrían llevar a una escalada no deseada.
El desafío de manejar una escalada nuclear
Si las tensiones entre China y EE. UU. alcanzaran un punto crítico, el riesgo de una escalada nuclear sería real. No es necesario imaginar un conflicto directo en el que se lancen misiles de inmediato, sino una serie de malentendidos y respuestas que, poco a poco, lleven a ambos países al borde del abismo. El verdadero peligro radica en la imprevisibilidad de la escalada.
Como señala un reciente estudio de RAND, una vez que comienza el conflicto, el riesgo de escalada aumenta exponencialmente. China, al igual que cualquier potencia nuclear, podría verse obligada a utilizar su arsenal si percibe que su supervivencia está en juego. EE. UU., por su parte, tendría que enfrentar el desafío de responder sin cruzar líneas rojas que pudieran desencadenar un intercambio nuclear.
El dilema es lo que los investigadores de Rand llaman el “Desafío Goldilocks”: las acciones de ambos lados deben ser lo suficientemente severas como para obligar al otro a retroceder, pero no tan agresivas como para provocar una respuesta catastrófica. Este concepto es utilizado para describir la dificultad de encontrar un equilibrio perfecto en la gestión de conflictos. El término proviene del famoso cuento de “Ricitos de Oro” (Goldilocks en inglés), donde la protagonista busca algo que no sea ni demasiado caliente ni demasiado frío, sino justo en el punto medio adecuado.
En el contexto de la escalada nuclear, se refiere a la necesidad de tomar medidas que impongan suficientes costos a un adversario para disuadirlo de continuar con el conflicto, pero sin ser tan severas como para provocar una respuesta catastrófica, como un ataque nuclear. Así, el desafío radica en encontrar ese punto intermedio en el que las acciones de una potencia son lo suficientemente fuertes para forzar al adversario a retroceder, pero no tan agresivas como para que el adversario sienta que no tiene más opción que escalar la confrontación de manera radical.
Este dilema es especialmente complejo porque los límites de lo que cada lado considera tolerable o intolerable pueden variar, y las decisiones se toman bajo condiciones de gran incertidumbre y presión. Las experiencias pasadas, como la crisis de los misiles en Cuba o la crisis chino-soviética de 1969, muestran que los líderes a menudo no logran prever cómo el otro lado interpretará sus acciones. En el caso de China y EE. UU., un malentendido o un error de cálculo en medio de una crisis podría desencadenar una serie de eventos que llevarían a la escalada nuclear, incluso si ninguna de las partes lo desea.
¿Cómo China y EE. UU. podrían manejar la escalada?
Para gestionar una posible escalada nuclear, tanto China como Estados Unidos tendrían que establecer canales de comunicación claros y eficaces. La clave para evitar una catástrofe reside en la capacidad de ambas naciones para entender las intenciones del otro y para comunicar sus líneas rojas de manera inequívoca. Sin embargo, como hemos visto en el pasado, esto es más fácil decirlo que hacerlo.
El hecho de que China haya cortado las negociaciones sobre control de armas con EE. UU. es preocupante porque reduce las vías para desescalar una posible crisis. En caso de conflicto, la falta de diálogo podría aumentar el riesgo de un malentendido fatal. A nivel militar, los dos países deberían desarrollar una estrategia que permita imponer costos al otro sin desencadenar una represalia nuclear, lo que implica un manejo cuidadoso de los objetivos militares y una clara comprensión de los límites de la disuasión. Además, China tendría que evaluar los riesgos de seguir ampliando su arsenal y sopesar las ventajas de la disuasión frente a los peligros de una carrera armamentística sin control.
De esta forma, la expansión nuclear de China y la respuesta de EE. UU. ponen a ambas naciones en una peligrosa senda de confrontación. Aunque una escalada nuclear entre ellas sigue siendo improbable, no es imposible. Para evitar una catástrofe, la diplomacia y la contención serán esenciales. Sin embargo, mientras las tensiones aumenten y los arsenales nucleares crezcan, es importante que ambos países encuentren el equilibrio entre una disuasión efectiva y la prevención de una respuesta catastrófica. Sin una comunicación clara y estrategias definidas, cualquier conflicto entre estas dos superpotencias podría desatar una crisis que nadie desea, pero que todos temen.
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