En el escenario actual de la guerra entre Ucrania y Rusia, la retórica nuclear de Moscú parece haber perdido fuerza ante los ojos de Occidente, a pesar de los recientes cambios en la doctrina nuclear rusa anunciados por el presidente Vladímir Putin. Mientras que el Kremlin insiste en que estas modificaciones buscan disuadir a los aliados de Ucrania de apoyar ataques en suelo ruso, el impacto real de estas amenazas ha disminuido, tanto en el ámbito diplomático como en la opinión pública internacional.
La modificación de la doctrina nuclear: ¿Una advertencia o una estrategia vacía?
El Kremlin, en las últimas semanas, ha intensificado sus advertencias nucleares. Putin ha declarado que cualquier ataque convencional contra Rusia que cuente con el apoyo de una potencia nuclear será considerado como un ataque conjunto contra su país. Sin embargo, la reacción de Occidente ha sido de escepticismo. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea han tildado estas declaraciones de “irresponsables”, minimizando su potencial disuasivo.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, explicó que los cambios en la doctrina buscan ser una “señal de advertencia” para aquellos países que participen en un ataque contra Rusia, ya sea mediante medios nucleares o convencionales. La nueva doctrina parece reducir el umbral para el uso del arsenal nuclear ruso, sugiriendo que un ataque convencional podría desencadenar una respuesta nuclear si se considera que amenaza la soberanía rusa. Sin embargo, esta vaga formulación ha dejado mucho margen para la interpretación, generando más incertidumbre que temor real.
La repetición de amenazas nucleares y su pérdida de impacto
A lo largo de la guerra, Rusia ha recurrido repetidamente a la amenaza nuclear, especialmente en momentos clave en los que Occidente ha incrementado su apoyo militar a Ucrania. Sin embargo, según analistas rusos cercanos a altos diplomáticos, este enfoque está perdiendo eficacia. Un funcionario ruso que prefirió mantenerse en el anonimato comentó que “las amenazas nucleares han perdido fuerza” y que Occidente ya ha desarrollado una especie de “inmunidad” ante este tipo de declaraciones.
Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora R-Politik, coincide en que el presidente Putin busca nuevas formas de imponer sus líneas rojas. Si bien las armas nucleares siguen siendo una opción extrema, es una que Putin parece reacio a utilizar, a menos que se enfrente a una amenaza existencial directa contra Rusia. “Es la peor opción para todos, incluido él mismo”, afirmó Stanovaya.
En este contexto, la retórica nuclear no solo ha dejado de asustar a Occidente, sino que también ha generado insatisfacción entre algunos de los socios estratégicos de Rusia, en particular aquellos del Sur Global. Según un académico ruso, esta “sobredimensión de la amenaza nuclear subestima las alternativas” que podrían estar sobre la mesa para Moscú, como sabotajes o acciones encubiertas que sean más difíciles de rastrear directamente hasta Rusia.
Las líneas rojas de Putin
Desde el inicio de la invasión a Ucrania en 2022, Rusia ha establecido varias líneas rojas que Occidente ha cruzado sin consecuencias significativas. La entrega de tanques modernos, cazas F-16 y misiles a Ucrania, a pesar de las advertencias rusas, son ejemplos de cómo las amenazas del Kremlin no se han materializado en acciones tangibles. Putin, sin embargo, sigue bajo presión para responder de alguna manera a esta situación.
Stanovaya señala que Putin está observando con preocupación cómo Occidente sigue permitiendo a Ucrania expandir sus actividades militares. Los recientes ataques con misiles dentro de Rusia representan, según ella, “un cambio cualitativo” que lleva el conflicto a un nuevo nivel, algo que Putin teme profundamente. La constante superación de estas líneas rojas, tanto por Ucrania como por sus aliados, podría llevar a Rusia a buscar nuevas formas de represalia, aunque sin llegar a un enfrentamiento directo con la OTAN.
Escenarios alternativos: Sabotajes y ataques encubiertos
Ante la falta de credibilidad de sus amenazas nucleares, Putin parece estar explorando alternativas más matizadas. Según Lawrence Freedman, profesor de Estudios de Guerra en el King’s College de Londres, Moscú podría recurrir a operaciones de sabotaje o ataques encubiertos contra infraestructuras clave de Occidente, algo que sería difícil de rastrear directamente hasta el Kremlin. Estas operaciones podrían involucrar a grupos aliados de Rusia, como la milicia Hutí en Yemen, que ya ha atacado intereses occidentales en la región del Mar Rojo.
Si bien un ataque directo contra la OTAN sigue siendo improbable, especialmente considerando el riesgo de una escalada nuclear, algunos analistas sugieren que Moscú podría optar por respuestas más contundentes en el futuro. Sergei Markov, un analista político vinculado al Kremlin, mencionó que en los altos mandos militares rusos existe una creciente conciencia de que “Rusia ha consentido demasiado a Occidente” y que en algún momento “tendremos que escalar”.
Entre las posibles respuestas que Markov menciona se incluye el cierre de embajadas occidentales en Moscú o ataques a bases aéreas en Polonia y Rumania, donde se han desplegado cazas F-16 ucranianos. Sin embargo, Stanovaya descarta estas posibilidades por considerarlas extremas y sólo probables en un escenario de desesperación total.
El futuro de la amenaza nuclear rusa
A medida que la guerra en Ucrania continúa, queda claro que la amenaza nuclear de Rusia, aunque sigue presente en la retórica oficial, ha perdido gran parte de su capacidad para intimidar a Occidente. Las modificaciones en la doctrina nuclear anunciadas por Putin no parecen haber cambiado significativamente la dinámica del conflicto, y la comunidad internacional sigue viendo con escepticismo cualquier posibilidad real de que Moscú utilice su arsenal nuclear en el corto plazo.
Lo que sí parece probable es que Rusia buscará nuevas formas de presionar a Occidente y disuadir su apoyo a Ucrania, ya sea mediante sabotajes, operaciones encubiertas o una escalada controlada en ciertos frentes. Sin embargo, con cada línea roja que se cruza, Putin enfrenta un dilema: cómo responder sin desencadenar una catástrofe global, y al mismo tiempo, mantener su imagen de fuerza tanto a nivel interno como externo.
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Con información de The Washington Post