Hace aproximadamente un mes, expuse los motivos por los cuales Israel debía evitar una guerra abierta contra Hezbolá en el Líbano. En ese momento, argumenté que el ejército israelí, desgastado por las operaciones en Gaza, no estaba en condiciones de abrir un nuevo frente. Además, Hezbolá, respaldado por Irán, es una fuerza mucho más formidable que Hamas, lo que haría que Israel se enfrentara a un conflicto prolongado y costoso, difícil de ganar.
Sin embargo, los acontecimientos recientes desafían las perspectivas iniciales de muchos analistas. Israel no solo intensificó sus ataques aéreos contra Hezbolá, sino que también lanzó una operación terrestre limitada en el Líbano, demostrando estar mucho mejor preparado de lo que se pensaba. Estas acciones militares lograron desmantelar buena parte de la infraestructura de Hezbolá, interrumpiendo sus comunicaciones, debilitando su capacidad de respuesta, y eliminando a figuras clave, incluido su histórico líder, Hasan Nasrallah.
Lo que antes parecía una jugada riesgosa hoy se presenta como una estrategia mucho más calculada. Sin embargo, los recientes ataques de Irán marcan una nueva escalada en el conflicto regional. En este contexto, surge la pregunta: ¿podrá continuar Israel su ofensiva terrestre en el Líbano y gestionar la amenaza iraní?
Lecciones del pasado: 2006 como referencia
En 2006, Israel enfrentó serios problemas cuando lanzó una invasión terrestre en el Líbano para combatir a Hezbolá. El ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, se encontró atrapado en batallas contra la guerrilla en un terreno complicado. Las fuerzas israelíes no estaban preparadas para una operación terrestre extensa, y esto quedó evidente cuando los tanques fueron destruidos por explosivos y misiles lanzados por Hezbolá. El resultado fue una guerra de 34 días que terminó sin un claro ganador, pero con Hezbolá mucho más fortalecido en la narrativa de la resistencia árabe.
Pero a diferencia de 2006, esta vez Israel entró en el conflicto con una estrategia mucho más pulida. El uso de inteligencia avanzada permitió a las fuerzas israelíes atacar directamente a líderes clave de Hezbolá y destruir importantes centros de mando y control. El asesinato de Nasrallah fue un golpe importante, no solo por la eliminación de una figura histórica en Hezbolá, sino también porque desorganizó la estructura de mando del grupo y lo dejó vulnerable, minando su cohesión y su capacidad operativa.
Uno de los factores clave que cambió el curso de los eventos recientes es la capacidad de Israel para infiltrarse profundamente en las filas de Hezbolá. La inteligencia israelí, que incluye agencias como el Mossad y la Unidad 8200, demostró una notable capacidad para localizar y eliminar a figuras clave de Hezbolá. Esta penetración no solo permitió a Israel rastrear los movimientos de los comandantes de Hezbolá, sino también desactivar sus comunicaciones internas, dejando a la organización desorganizada y aturdida.
El asesinato de Nasrallah, una figura casi mítica entre los chiítas libaneses, dejó un vacío de liderazgo difícil de llenar. A pesar de contar con un arsenal de hasta 200 mil cohetes y una fuerza de entre 40 mil y 50 mil combatientes, Hezbolá enfrenta ahora el desafío de reorganizarse mientras lucha contra un enemigo que tiene la ventaja de la superioridad aérea y la inteligencia militar.
¿Es viable una invasión terrestre?
Aunque Israel logró debilitar a Hezbolá desde el aire, la gran pregunta es si esto será suficiente para que Israel triunfe en una invasión terrestre. Hezbolá sigue siendo una fuerza formidable en el terreno, con miles de combatientes bien entrenados y años de experiencia en combate en Siria. Con un profundo conocimiento del sur del Líbano, una invasión terrestre israelí no será una operación fácil ni rápida. Hezbolá, aunque debilitado, aún conserva una capacidad considerable para resistir una ofensiva terrestre, lo que podría derivar en un conflicto prolongado y sangriento.
Además, el desgaste de las fuerzas de defensa israelíes, causado por la prolongada guerra en Gaza, genera preocupaciones sobre la capacidad de Israel para sostener una guerra en varios frentes. Como señaló Zvi Bar’el, comentarista de Ha’aretz, “el profundo déficit en el capital humano de Israel obliga a reconsiderar el número de guerras que es capaz de manejar, mientras esta opción aún exista”. El país enfrenta problemas de personal para cumplir con todas las misiones que se ha planteado, y lanzar una invasión terrestre en el Líbano, bajo estas circunstancias, añadiría más presión sobre un ejército que ya lidia con operaciones continuas en Gaza por casi un año.
Sin embargo, existen voces que argumentan que no es el momento para reducir la escalada o aceptar un cese al fuego. El Senador republicano Tom Cotton sostiene que Israel, tras haber logrado golpes determinantes a la estructura de liderazgo de Hezbolá —incluyendo la eliminación de Nasrallah y otros comandantes clave, además de la destrucción de importantes depósitos y fábricas de armas en Siria—, podría encontrarse en una posición estratégica favorable. Según esta postura, Israel, con el respaldo de Estados Unidos, podría considerar aprovechar esta situación para debilitar de manera definitiva a Hezbolá. De ser así, esto también dejaría a Irán en una posición más vulnerable, sin la cobertura de sus aliados regionales, lo que podría reducir su capacidad para atacar a Israel o a las tropas estadounidenses en la región.
Los eventos de esta semana indican que Israel optó por seguir esta última estrategia.
El factor iraní
El ataque iraní del día de ayer marca una nueva escalada en el conflicto regional. Irán lanzó decenas de misiles contra Israel, en respuesta directa a la invasión terrestre israelí en el Líbano y al asesinato de líderes clave de Hezbolá. Las sirenas de alarma resonaron en todo Israel, y aunque la mayoría de los misiles fueron interceptados por los sistemas de defensa aérea, las explosiones en Tel Aviv reflejaron la gravedad de la situación.
Este movimiento de Teherán es un claro intento de mostrar apoyo a Hezbolá y enviar una señal de advertencia a Israel. El ataque refleja la preocupación iraní por el debilitamiento de Hezbolá, su principal aliado en la región, y el temor de que Israel pueda lograr un golpe decisivo contra su infraestructura. Sin embargo, es importante señalar que, aunque Irán respondió con fuerza, no parece buscar una guerra a gran escala. En lugar de eso, busca disuadir a Israel de continuar con su ofensiva en el Líbano, evitando una escalada mayor que podría involucrar a actores internacionales como Estados Unidos.
¿Cómo responderá Israel?
La respuesta de Israel al ataque iraní será crítica en los próximos días. Las FDI declararon que están en alerta máxima y que este ataque “tendrá consecuencias”. En el pasado, Israel respondió a agresiones similares con ataques puntuales, pero la magnitud de este incidente podría llevar a una represalia más contundente. Israel podría optar por atacar instalaciones nucleares o bases del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Irán, enviando un mensaje de que no tolerará agresiones directas.
No obstante, el gobierno israelí enfrenta un delicado equilibrio. Escalar el conflicto podría arrastrar a Estados Unidos y otras potencias occidentales a una guerra regional, algo que el primer ministro Benjamin Netanyahu parece querer evitar. Por otro lado, la disuasión a Irán y la invasión terrestre en el Líbano sigue siendo una prioridad para Israel, ya que busca desmantelar las capacidades de Hezbolá de lanzar ataques desde el norte.
A pesar de la complejidad de la situación, Israel deberá encontrar un equilibrio entre continuar su ofensiva terrestre en el Líbano y gestionar la amenaza iraní. La clave estará en cómo logre manejar ambos frentes sin perder la ventaja que obtuvo hasta ahora.
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