La biodiversidad está presente en todo lo que rodea nuestra vida. Como lo define el Convenio sobre la Diversidad Biológica, en vigor desde 1993, comprende toda la variedad de plantas, animales y microorganismos, así como la diversidad de ecosistemas. La biodiversidad permite la interacción y el desarrollo de diversas formas de vida. Sin embargo, la pérdida de la biodiversidad pone en riesgo tanto el equilibrio natural como los medios de subsistencia básicos de los seres humanos, como la disponibilidad de agua y alimentos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también destaca otro factor importante para la salud: el uso de plantas medicinales en la medicina tradicional, donde alrededor del 60% de la población mundial utiliza esta práctica.

A su vez, la biodiversidad actúa como una barrera natural contra el impacto de fenómenos climáticos, como sequías y tormentas. No obstante, con la reducción de la diversidad biológica se pierde este beneficio, lo que agrava las consecuencias del cambio climático en los recursos naturales y en la vida humana. Por ejemplo, la pérdida de los manglares, considerados reservorios de biodiversidad, pone en riesgo su capacidad para reducir la erosión del suelo y evitar inundaciones en las poblaciones costeras.

Como parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica, a partir del 21 de octubre comienza la decimosexta Conferencia de las Partes (COP 16) en Cali, Colombia. La Conferencia es el órgano rector del acuerdo y, tras un cambio en el estatuto en 2000, sus reuniones se celebran cada dos años. Esta ocasión será la cuarta vez en que la COP se celebra en América Latina; las anteriores fueron en Buenos Aires (1996), Brasil (2006) y México (2016).

América Latina, en relación con la pérdida de biodiversidad, presenta datos alarmantes. El Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), en su último informe Planeta Vivo 2024, revela que, desde 1970 hasta 2020, se redujo en un 73% el tamaño de las poblaciones de vida silvestre a nivel global. Sin embargo, para la región de América Latina y el Caribe, esa reducción es del 95%. Uno de los desafíos fundamentales en la región es evitar un punto de inflexión en el Amazonas, donde se estima que entre el 14% y el 17% de la superficie original ha sido deforestada.

En la COP16, que se extenderá hasta el 1 de noviembre, se prevé que el tema principal en las negociaciones será la financiación. El apoyo financiero es fundamental para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y la COP es la oportunidad de buscar apoyo y movilizar recursos para soluciones vinculadas a la naturaleza, el bienestar y la resiliencia climática. Sin embargo, de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se destinan 7 billones de dólares, tanto del sector público como privado, para financiar actividades que tienen un efecto negativo en la naturaleza.

Por otra parte, en 2022, durante la COP 15, se adoptó el Marco Mundial para la Diversidad Biológica Kunming-Montreal. En este marco, una de las metas establece que al menos el 30% de los ecosistemas terrestres y marinos deben ser conservados y gestionados de forma eficaz hasta 2030. Por lo tanto, la COP16 será un espacio para avanzar en las estrategias y planes de acción nacionales en materia de biodiversidad, una cuenta pendiente para medir y evaluar los progresos de los estados partes.

Entre los 17 países denominados megadiversos se encuentra Colombia. Según los datos de la Convención de Diversidad Biológica, el país sudamericano ocupa el primer lugar por su diversidad en especies de aves y el segundo lugar en plantas y peces de agua dulce. Para Susana Muhamad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia y presidenta de la COP16, el evento climático será una oportunidad para establecer una “coalición de paz con la naturaleza”.

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