Las interrogantes sobre cómo terminará la guerra entre Rusia y Ucrania crecen día a día, pero principalmente, las dudas recaen sobre cómo será la relación entre Moscú y la OTAN. Desde restablecerse la soberanía territorial de Ucrania a una victoria rusa sobre Kiev, hasta un compromiso mutuo entre ambos bandos; la realidad es que las futuras relaciones de Rusia con Occidente son desconocidas.
Entre tantas hipótesis se plantean vastos escenarios. El primero de ellos incluye a Rusia como una amenaza en varios teatros de operación, superando las posibilidades de asociación y manteniéndose lejana a la órbita de Occidente y de la OTAN. Pese a todo, Rusia seguirá siendo una potencia nuclear que participa en alianzas con otras potencias similares como China o Corea del Norte, mientras el arsenal estratégico de Estados Unidos y Occidente se atrofia.
Por otro lado, Rusia mantiene una ventaja estructural por sobre Occidente: su capacidad de disuasión estratégica con armas nucleares de corto y mediano alcance. La posibilidad de que Estados Unidos o cualquier otro país de la OTAN puedan responder o utilizarlas en contra de Moscú enfrenta múltiples desafíos, principalmente por aquellos Estados parte de este círculo occidental que se posicionan como “amigos” de Putin.
En segundo lugar, la proyección de Rusia hacia el sudoeste es un hecho y, de una forma u otra, continuará propulsándose hacia el Mar Negro, amenazando a países como Georgia. El acercamiento con Turquía es gradual, pero es cada vez más desafiante para la OTAN y las potencias occidentales.
En tercer lugar, la posición de Rusia en el Ártico supone varios riesgos para los tomadores de decisiones occidentales. Principalmente porque su presencia es inevitable, y porque la cercanía con China cada vez más latente hace que la región comience a tomar otro color, tornándose más estratégica y geopolíticamente importante. En consonancia, el calentamiento global ha propulsado que la región sea más accesible para la navegación y la extracción de recursos, sin contar las posibilidades de controlar ciertos territorios en el continente blanco.
En estos o en cualquier otro escenario, Rusia mantiene un potencial de convertirse aún más en una amenaza geoestratégica significativa por su cuenta. Sin embargo, pese a sus altibajos en su guerra con Ucrania, la proximidad ideológica y de productividad con países como China, Irán o Corea del Norte demuestra que una posible alianza conjunta se convertiría en un enemigo significativo para todo Occidente.
Para muchos, Estados Unidos y sus aliados deben inevitablemente pensar en un bloque occidental con Rusia dentro de él, principalmente para evitar posibles escaramuzas internacionales y tensiones constantes en torno a objetivos estratégicos.
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