Estados Unidos ha lanzado ataques aéreos durante dos noches consecutivas contra objetivos estratégicos de los hutíes en Yemen, según declaraciones de un alto funcionario de Defensa estadounidense. Estos ataques forman parte de una serie de medidas destinadas a contrarrestar las actividades de este grupo rebelde, que cuenta con el respaldo de Irán. Aunque no se han revelado detalles específicos sobre los tipos de armamento empleados o los lugares exactos de los ataques, fuentes en el terreno informaron de explosiones en las provincias de Amran y Saada, al norte de Saná, donde EE.UU. ha realizado operaciones previas.
La noche del sábado, aviones de combate estadounidenses llevaron a cabo una serie de ataques dirigidos contra instalaciones clave utilizadas por los hutíes. Según reportes, estas instalaciones albergaban armamento convencional avanzado, que ha sido utilizado para lanzar ataques contra buques de guerra y embarcaciones comerciales estadounidenses en el Mar Rojo y el Golfo de Adén. Esta zona marítima es de importancia estratégica, ya que conecta con el canal de Suez, por donde transita entre el 10% y el 15% del comercio mundial. Las hostilidades a lo largo de esta vía han generado interrupciones significativas y han incrementado la tensión geopolítica.
El contexto de estos ataques se enmarca en un panorama regional más amplio de conflictos y alianzas. Los hutíes, junto con grupos como Hamás y Hezbolá, forman parte de una coalición respaldada por Irán que opera en Yemen, Siria, Gaza e Irak. Desde el inicio del conflicto en Gaza, estos actores han intensificado sus ataques contra Israel y sus aliados, con el objetivo de presionar por un alto el fuego en el enclave palestino. La acción de Estados Unidos busca enviar un mensaje claro a estos grupos: habrá consecuencias por sus agresiones en la región.
La situación en Yemen, agravada por años de conflicto civil, ha dejado al país sumido en una crisis humanitaria catastrófica. Desde 2014, cuando los hutíes tomaron la capital, Saná, y derrocaron al gobierno reconocido internacionalmente, la nación ha experimentado una escasez crónica de alimentos, exacerbada por desastres climáticos recientes. Más de 34 millones de yemeníes, incluidos 4,5 millones de desplazados internos, dependen de asistencia humanitaria urgente, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Esta ofensiva estadounidense, que se suma a múltiples ataques previos en los últimos 11 meses, se intensificó a mediados de octubre con el uso de bombarderos furtivos B-2, ordenado por el secretario de Defensa Lloyd Austin. Esta medida, autorizada por el presidente Joe Biden, tiene como objetivo reforzar la postura militar de Estados Unidos en una región cada vez más conflictiva. Según Austin, la intención es “dejar claro a los hutíes que habrá consecuencias por sus ataques ilegales y temerarios”.
La presencia militar de Estados Unidos en la región ha sido fortalecida con un grupo de ataque de portaaviones, destructores de misiles guiados adicionales y una unidad expedicionaria marina, así como una amplia variedad de aviones de combate y ataque. Este despliegue refleja la creciente preocupación de Washington por el impacto de los conflictos regionales, especialmente en relación con el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza, y las tensiones con Hezbolá en el Líbano.
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