Rusia enfrente el colapso de su economía de guerra en 2025 ante el riesgo de sobrecalentamiento. Los datos oficiales ocultan tensiones económicas significativas derivadas tanto del conflicto como de las sanciones. A pesar de redirigir trabajadores hacia la industria de defensa, el gobierno ruso no logra expandir la producción al ritmo necesario para reemplazar las armas perdidas en combate. Actualmente, aproximadamente la mitad de los proyectiles de artillería utilizados en Ucrania provienen de Corea del Norte. Para la segunda mitad de 2025, Rusia podría enfrentar una severa escasez en varias categorías de armamento.
Que muestran las estadísticas de la economía rusa
La aparente resistencia de la economía rusa ha sorprendido a numerosos estrategas que anticipaban que las sanciones occidentales paralizarían el esfuerzo bélico de Moscú en Ucrania. Pese a ello, Rusia continúa exportando grandes volúmenes de petróleo, gas y otros recursos básicos. Esto se debe tanto a la evasión de sanciones como a lagunas legales intencionalmente permitidas por los responsables de políticas occidentales para garantizar la presencia de recursos rusos en los mercados globales. Además, la eficiente gestión macroeconómica liderada por Elvira Nabiullina, gobernadora del Banco Central ruso, ha contribuido a mantener el sistema financiero relativamente estable.
A simple vista, las estadísticas parecen robustas. En 2023, el PIB ruso creció un 3,6%, y se prevé un aumento del 3,9% en 2024. El desempleo, que rondaba el 4,4% antes de la guerra, descendió al 2,4% en septiembre. Rusia ha ampliado sus fuerzas armadas y su producción de defensa, sumando más de 500.000 trabajadores al sector, unos 180.000 a las fuerzas armadas y miles más a organizaciones paramilitares y privadas. La producción de proyectiles de artillería se ha triplicado, alcanzando los 3 millones al año, mientras que se fabrican bombas planeadoras y drones en masa.
La economía de guerra de Rusia comienza a tambalearse
Sin embargo, la economía de guerra rusa se enfrenta a crecientes limitaciones. Los datos oficiales ocultan tensiones económicas significativas derivadas tanto del conflicto como de las sanciones.
Uno de los principales obstáculos es la dificultad para reemplazar los cañones de gran calibre. Según investigadores de código abierto, Rusia pierde en promedio más de 100 tanques y 220 piezas de artillería al mes. La fabricación de cañones para estos equipos requiere forjas rotativas, grandes estructuras de ingeniería capaces de producir únicamente unos 10 barriles mensuales. Rusia dispone de solo dos de estas forjas, lo que la deja produciendo cerca de 20 cañones al mes mientras pierde alrededor de 320. Además, no cuenta con las capacidades técnicas para fabricar más forjas, y los principales proveedores en el mercado internacional, como la empresa austríaca GFM, son inaccesibles debido a sanciones.
Para mitigar las pérdidas, Rusia ha recurrido a desmantelar cañones de sus antiguas reservas soviéticas, que han disminuido considerablemente desde el inicio del conflicto. Si se mantiene el ritmo actual de desgaste, reciclaje de reservas y producción, estas existencias podrían agotarse hacia 2025.
El peligro de sobrecalentamiento económico
El consumo de otros equipos también supera la capacidad de producción. Desde el inicio de la guerra, Rusia ha perdido al menos 4.955 vehículos de combate de infantería, un promedio de 155 al mes. Sin embargo, su capacidad de producción es de solo 200 unidades anuales, lo que equivale a 17 al mes. Aunque Rusia ha incrementado la producción de proyectiles a 3 millones anuales, esta cifra es insuficiente frente a las estimaciones de consumo en el frente, que, aunque inferiores a los 12 millones de 2022, siguen superando con creces la capacidad productiva actual.
Aunque el momento exacto en que Rusia enfrentará una crisis crítica en su arsenal es incierto, las dificultades para atraer trabajadores agravan la situación. Con la economía rusa en pleno empleo, las empresas de defensa compiten con las fuerzas armadas, que necesitan reclutar 30.000 tropas mensuales para compensar las bajas. Para ello, el ejército ofrece bonificaciones significativas y salarios elevados, lo que obliga a los productores de defensa a quintuplicar los sueldos. Esto ha contribuido a una inflación que alcanzó el 8,68% en octubre.
Paradojalmente, los mismos factores que limitan la capacidad de Rusia para sostener la guerra dificultan también una salida pacífica al conflicto. El desempeño económico ruso, con bajo desempleo y salarios crecientes, es producto de un keynesianismo militar: un gasto militar masivo que impulsa el empleo y el crecimiento de manera insostenible. La mayoría de los nuevos empleos están ligados al sector militar y aportan escaso valor a la economía civil, que enfrenta serios problemas para encontrar trabajadores en sectores no bélicos.
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