La guerra en Ucrania, que entrará en su cuarto año el próximo febrero, podría comenzar a disminuir hacia 2025, según analistas internacionales. Mientras que la economía ucraniana enfrenta una crisis sin precedentes, Rusia experimenta un desgaste debido a las sanciones occidentales, que deriva en una inflación persistente y los altos costos de mantener su maquinaria bélica. En este contexto, la posibilidad de negociaciones en 2025 surge como una alternativa inevitable ante el agotamiento de ambos frentes y la presión de los aliados internacionales.
El apoyo occidental, especialmente de Estados Unidos, viene siendo crucial para Ucrania, pero las limitaciones comienzan a manifestarse. En 2024, una interna en el Congreso retrasó la aprobación de nuevos fondos, dejando a Kiev en una situación incierta. Aunque se asignaron 61.000 millones de dólares para el apoyo militar y económico, estos recursos podrían agotarse antes de lo previsto, y la nueva administración de Donald Trump podría priorizar una reducción en el gasto destinado al conflicto. Además, Estados Unidos enfrenta una disminución de sus reservas militares, complicando aún más el flujo de suministros esenciales.
En este sentido, la presión para iniciar negociaciones se intensificará en los próximos años, y un acuerdo podría requerir que Ucrania acepte la pérdida de parte de su territorio. Las regiones ocupadas por Rusia desde 2014, como Crimea y áreas del Donbas, son consideradas irrecuperables, y es probable que Moscú retenga parte del territorio capturado desde 2022. A cambio, Ucrania buscará garantías de seguridad, aunque su plena adhesión a la OTAN parece improbable bajo la administración Trump. Sin embargo, Kiev podría obtener acuerdos alternativos que aseguren su defensa frente a futuras agresiones.
Analistas de The Economist también consideran que el desenlace de este conflicto tendrá implicaciones globales. La posible reducción del apoyo militar por parte de Estados Unidos y Europa obligará a Ucrania a buscar nuevos aliados para mantener su capacidad de defensa. Además, un acuerdo negociado podría cambiar el equilibrio geopolítico en Europa del Este y redefinir las relaciones entre Rusia y Occidente. Aunque imperfecto, un alto el fuego representaría una mejora respecto al actual estado de guerra abierta, proporcionando una oportunidad para la reconstrucción y la estabilidad a largo plazo.
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