El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en 2025 marca el inicio de un período caracterizado por transformaciones profundas en el orden internacional y en la política interna de Estados Unidos. Su enfoque de “Estados Unidos primero” afectará múltiples áreas, desde la inmigración y el comercio hasta la defensa, obligando a los aliados tradicionales de Estados Unidos a replantear la solidez de sus vínculos con el país, mientras que adversarios como China, Rusia, Irán y Corea del Norte podrían aprovechar esta dinámica para intensificar tensiones y desestabilizar regiones estratégicas.
La victoria de Trump también pone de relieve un fenómeno global en el que partidos en el poder han enfrentado derrotas significativas, como ocurrió en el Reino Unido, India y Francia, generando una atmósfera de incertidumbre y expectativas sociales. En un contexto de demandas crecientes por cambios reales, 2025 podría convertirse en un año de agitación si los nuevos líderes no logran cumplir las promesas que los llevaron al poder.
Por otro lado, las políticas comerciales de Trump, que prevén un aumento de aranceles y restricciones, reflejan un enfoque proteccionista que intensificará la rivalidad con China. Sin embargo, lejos de limitarse, las empresas chinas responderán ampliando su presencia en mercados del sur global y construyendo infraestructura industrial en países como México y Hungría, lo que subraya la dificultad de un desacoplamiento real entre ambas economías.
En el ámbito económico, el mundo desarrollado celebrará el control de la inflación, pero enfrentará el desafío de lidiar con déficits crecientes que exigirán decisiones complejas, como recortes de gasto, aumentos de impuestos o estrategias de crecimiento innovadoras. En Estados Unidos, las políticas de Trump, particularmente los aranceles elevados, podrían frenar el crecimiento económico y reavivar presiones inflacionarias, exacerbando la necesidad de ajustes fiscales.
Mientras tanto, la tecnología limpia liderada por China experimentará un auge, impulsado por la exportación masiva de paneles solares, baterías y vehículos eléctricos, lo que podría marcar un punto de inflexión en la lucha global contra el cambio climático. Al mismo tiempo, el mundo seguirá observando los avances en inteligencia artificial, ya que se han destinado inversiones sin precedentes a esta tecnología, cuya adopción aún plantea dudas sobre su impacto real en la economía y la sociedad.
En el ámbito geopolítico, la postura menos intervencionista de Estados Unidos bajo Trump generará un vacío que otros actores, como potencias regionales y el llamado “cuarteto del caos” (China, Rusia, Irán y Corea del Norte), podrían llenar mediante acciones más agresivas en puntos críticos como Taiwán, el Mar de China Meridional y Oriente Medio. Este escenario también fomenta intervenciones indirectas en conflictos locales, como se ha visto en Sudán, lo que agrava la inestabilidad global.
La demografía también será un tema central en 2025, con el envejecimiento de las poblaciones en economías avanzadas que contrasta con el crecimiento acelerado de una juventud desempleada en Oriente Medio, donde la falta de oportunidades laborales representa un riesgo importante para la estabilidad.
En este panorama complejo, la movilidad global enfrentará nuevos desafíos, ya que los conflictos y los controles fronterizos más estrictos afectarán no solo el turismo, sino también los flujos migratorios y la conectividad internacional. Europa, por ejemplo, experimentará tensiones dentro de su sistema Schengen, lo que refleja un replanteamiento de las dinámicas de integración regional.
Por último, 2025 también estará marcado por una imprevisibilidad inherente, con eventos inesperados que podrían alterar radicalmente los desarrollos anticipados. Desde fenómenos naturales como tormentas solares hasta crisis sanitarias globales, el mundo deberá prepararse para responder a lo imprevisto, en un año que promete ser tan dinámico como incierto.
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Fuente: The Economist