Se cumplen 365 días desde el inicio de la gestión de Javier Milei como presidente de la nación. Este primer año estuvo marcado por la implementación de la llamada “Nueva Doctrina de Política Exterior”, presentada oficialmente por Javier Milei en presencia de la exjefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, lo que simbolizó el inicio de una etapa con un claro enfoque hacia un acercamiento con Occidente. Este anuncio dio inicio a una nueva etapa en el posicionamiento de Argentina en el tablero internacional, caracterizada por el “alineamiento natural” con ciertos actores, con énfasis en los vínculos con Washington y Tel Aviv. Este giro estratégico alteró las dinámicas internacionales y comenzó a tener un impacto directo en la política interna del país.
En este marco, la política exterior de la administración Milei rompió con tradiciones históricas, como se evidenció en la relación con el Reino Unido. Las reuniones bilaterales y el objetivo de “establecer relaciones de cooperación” generaron críticas por considerar que debilitaban el reclamo irrenunciable sobre la soberanía de las Islas Malvinas. Por otro lado, el Mercosur también fue objeto de controversias, con un gobierno que cuestionó su estructura actual y planteó la necesidad de una reformulación más acorde con las demandas del comercio global, especialmente en el contexto de las negociaciones con la Unión Europea.
Los cambios en la Cancillería sumaron otra dimensión a este período. Diana Mondino inició el mandato como Ministra de Relaciones Exteriores, pero su salida tras una serie de decisiones controvertidas dejó el cargo en manos de Gerardo Werthein, quien asumió el desafío de mantener el espíritu liberal de la política exterior. Finalmente, las decisiones controvertidas en foros internacionales, como la oposición a resoluciones sobre derechos humanos y la autodeterminación de los palestinos, intensificaron las críticas hacia esta nueva gestión.
Este primer año de cambios y redefiniciones generó incertidumbre y cuestionamientos tanto en el ámbito local como internacional, moldeando una política exterior que sigue siendo objeto de análisis y debate entre propios y extraños.
Una política exterior marcada por cambios y rupturas
El primer año de la gestión de Javier Milei estuvo marcado por profundos cambios ministeriales y decisiones controvertidas que pusieron en evidencia las tensiones internas en su equipo y los desacuerdos estratégicos en la política exterior. La renovación en la Cancillería y las decisiones tomadas en foros internacionales proyectaron una imagen de inestabilidad y aislamiento para Argentina en el escenario global. La designación de Diana Mondino como Ministra de Relaciones Exteriores y Culto, figura vinculada a sectores económicos y liberales, fue una señal de sus prioridades, pero su gestión estuvo envuelta en controversias, con posturas opuestas a resoluciones clave en la ONU. Esto generó severas críticas y cuestionamientos sobre la ruptura de Argentina con consensos internacionales.
La salida de Mondino y la llegada de Gerardo Werthein no lograron evitar nuevas controversias, como el voto en contra del derecho de autodeterminación de Palestina, alineando a Argentina con Estados Unidos e Israel, una postura minoritaria frente a la mayoría global. También se sumó la polémica decisión de retirar a la delegación argentina de la COP29 en Bakú, lo que levantó dudas sobre el compromiso de Argentina con el Acuerdo de París y su posición en temas de sostenibilidad y cambio climático. Estas decisiones reflejan una política exterior cada vez más alineada con posicionamientos ideológicos específicos, pero a costa de una postura multilateral y equilibrada. Esta estrategia podría tener consecuencias políticas y económicas, especialmente en el ámbito del comercio global y la cooperación regional dentro del Mercosur, donde los temas ambientales son prioritarios.
La mirada de Milei en el mundo: Estados Unidos e Israel como faros
El alineamiento estratégico de Javier Milei con Estados Unidos e Israel no solo responde a intereses geopolíticos, sino también a su ideología libertaria y afinidad personal con los gobiernos de Washington y Tel Aviv. Desde el inicio de su mandato, Milei dejó claro que su visión de la política exterior se basa en principios de libre mercado y una fuerte cooperación con las economías occidentales. Esto se tradujo en la búsqueda de una relación cercana con Estados Unidos, en un contexto donde se plantea el sistema internacional y la preponderancia de Washington en el mismo, mientras que la relación con Israel cobró relevancia, impulsada por la cercanía ideológica y personal del presidente argentino con el gobierno de Benjamin Netanyahu, lo que delimitó un alineamiento estrecho con Tel Aviv.
La alineación de Milei con Occidente, sin embargo, lo llevó a posicionar a Argentina en medio de algunos de los conflictos internacionales más relevantes del momento, lo que ha incrementado el riesgo de comprometer al país en escenarios globales complejos. Este acercamiento resultó en una postura que osciló entre una política de neutralidad y la adopción de una alineación clara con algunos de los actores principales, como Estados Unidos e Israel. Tal dinámica, si bien inicialmente buscó consolidar una posición sólida en el tablero internacional, terminó obligando a Argentina a tomar partido en conflictos como el israelo-palestino, lo que podría generar no solo consecuencias diplomáticas sino también riesgos en términos de seguridad. En un mundo cada vez más polarizado, este alineamiento podría tener efectos adversos, complicando la capacidad del país para mantener una postura independiente y proteger sus propios intereses en escenarios conflictivos.
Sin embargo, este enfoque ha generado críticas tanto internas como externas. La percepción de que Argentina podría estar subordinada a los intereses de Estados Unidos despertó preocupaciones sobre la autonomía del país en sus decisiones estratégicas. A pesar de estos cuestionamientos, Milei defendió su política exterior como un intento de recuperar la credibilidad internacional y atraer inversiones, aunque los resultados concretos de estas políticas aún están por verse.
La relación con el Reino Unido: ¿un cambio de enfoque en Malvinas?
Uno de los movimientos más polémicos de la política exterior de Javier Milei fue el giro en la relación con el Reino Unido, que incluyó un acercamiento bajo la premisa de “establecer relaciones de cooperación”. Este cambio marcó un quiebre con la postura histórica de firmeza en el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, lo que generó fuertes críticas tanto de la oposición como de sectores tradicionalmente afines al oficialismo. El reclamo por las Malvinas ha sido un pilar fundamental de la diplomacia argentina, y el diálogo con Londres fue visto por muchos como una señal de debilidad o incluso una renuncia tácita al reclamo soberano.
El gobierno defendió esta estrategia como un intento de construir una relación pragmática para avanzar en temas de interés mutuo, como el comercio y la exploración científica en el Atlántico Sur. Sin embargo, las críticas no cesaron, y muchos cuestionaron si este enfoque representaba un alejamiento de los principios tradicionales de la política exterior argentina.
Dependencia económica y tensiones con China
La situación económica de Argentina jugó un papel crucial en la política exterior de Javier Milei durante su primer año de gestión. La dependencia del financiamiento externo, en un contexto de fragilidad macroeconómica, condicionó las decisiones estratégicas del gobierno, especialmente en su relación con China. Este país, clave tanto por su peso comercial como por el swap financiero que permitió estabilizar las reservas del Banco Central, se convirtió en un socio estratégico necesario para la economía argentina. A pesar de la retórica anti-China de Milei, basada en su rechazo a los regímenes autoritarios, el contexto económico obligó al presidente a moderar su discurso y mantener una relación pragmática con Beijing.
El intento de Milei de reposicionar a Argentina en el escenario global mediante alianzas con Occidente presentó tensiones con China, sobre todo con el abandono de iniciativas como el ingreso a los BRICS y la reducción de la cooperación en infraestructura. Estas decisiones fueron vistas como señales de un enfriamiento en la relación bilateral. Sin embargo, el comercio con China, especialmente en sectores clave como la soja y la minería, continuó siendo fundamental para la economía argentina.
El complejo panorama regional para Argentina
La política regional de Javier Milei estuvo marcada por desafíos derivados de las tensiones con los gobiernos de izquierda predominantes en América Latina. En particular, la relación con Brasil, bajo el liderazgo de Lula da Silva, estuvo plagada de fricciones ideológicas, lo que dificultó los acuerdos bilaterales y generó divisiones dentro del Mercosur. La postura de Milei sobre el bloque, al calificarlo de ineficiente y proponer reformas para hacerlo más funcional, chocó con el escepticismo de sus socios, dejando a Argentina en una posición compleja dentro de un Mercosur que sigue siendo crucial para su comercio regional.
A nivel regional, el presidente argentino se centró en fortalecer los lazos con gobiernos ideológicamente afines, reconfigurando así las alianzas dentro de América Latina. Sin embargo, el aislamiento relativo de Argentina en la región podría limitar su influencia, especialmente en áreas clave como el comercio y la integración energética.
¿Una nueva Doctrina de Política Exterior?
A un año de la gestión en Cancillería, se ha trazado un camino marcado por un claro alineamiento con ciertos actores globales y una postura decididamente confrontativa con otros. Esta estrategia, basada en un enfoque ideológico fuerte y una clara afinidad por los principios libertarios, parece haber transformado la política exterior de Argentina, pero también ha suscitado interrogantes sobre su viabilidad a largo plazo.
En este contexto, surge una pregunta clave: ¿hasta qué punto esta alineación tan férrea con determinados actores puede resultar perjudicial para el país? La dependencia en términos internacionales, aunque pueda ofrecer ciertos beneficios inmediatos, también puede aislar a Argentina de otros actores globales fundamentales. Así, mientras la política exterior sigue evolucionando, quedan abiertas dudas sobre la capacidad de la gestión para equilibrar la necesidad de una política exterior funcional y diversificada, que permita a Argentina navegar los complejos desafíos del siglo XXI sin quedar atrapada en posicionamientos que limiten su capacidad de acción en un sistema internacional que plantea a diario grandes desafíos.
Te puede interesar: ¿Argentina se está volviendo un Estado paria en el sistema internacional?