En el contexto del aumento de las maniobras militares de China en torno a la isla de Taiwán y el temor creciente a un posible conflicto en un futuro cercano, Estados Unidos busca constantemente alternativas para prevenir una escalada. En este sentido, un reciente análisis publicado por Scott Savitz en el medio RAND detalla los posibles factores que el gobierno estadounidense podría emplear para disuadir una invasión del Gigante Asiático.
Savitz destaca que una invasión a Taiwán no solo tendría graves consecuencias para la población local, sino que también podría tener un impacto regional significativo, incluyendo la posible interrupción de la producción de chips informáticos, un recurso clave para la economía global y la de Taiwán. En ese sentido, tanto el Departamento de Estado como el Departamento de Defensa (DoD) de Estados Unidos enfrentan factores limitantes para evitar una escalada mayor en Taiwán, según el informe.
Entre estos factores, el autor subraya primero las políticas obsoletas, caracterizadas por leyes ambiguas que dificultan el despliegue de tropas estadounidenses en Taiwán en caso de ataque. En segundo lugar, señala la ventaja geográfica de China, ya que concentra la mayoría de sus fuerzas en Asia Oriental, mientras que Estados Unidos tiene solo una fracción de sus efectivos en la región. Esta situación podría permitir al Gigante Asiático intentar una rápida ocupación de Taiwán antes de que lleguen refuerzos estadounidenses, consolidando un fait accompli difícil de revertir.
Ante estos desafíos, Savitz sugiere la necesidad de estrategias a corto plazo para contrarrestar una posible invasión china. Una de las recomendaciones principales es que Taiwán adopte un enfoque de defensa tipo “erizo”, diseñado para infligir daños sustanciales a cualquier fuerza invasora mediante capacidades asimétricas. Por su parte, el DoD podría fortalecer su colaboración con Taiwán para ampliar estas capacidades de manera rentable.
Entre las medidas propuestas para obstaculizar una conquista china, se incluye la colocación de barreras físicas que retrasen a las fuerzas invasoras y aumenten su vulnerabilidad. Por ejemplo, Taiwán podría crear arrecifes artificiales frente a sus costas mediante el hundimiento de barcos en desuso o la instalación de grandes estructuras de concreto. Estas barreras no solo podrían inmovilizar embarcaciones chinas en momentos críticos, sino también ofrecer beneficios ecológicos y turísticos. Además, en las playas se podrían colocar filas de obstáculos anti-vehículos que frenen el avance de fuerzas terrestres sin afectar significativamente el uso recreativo de estos espacios.
Savitz concluye que estas medidas tienen un costo significativamente menor en comparación con el presupuesto de defensa anual de Taiwán, que asciende a USD 20.000 millones, o con el de Estados Unidos, que supera los USD 800.000 millones. Implementarlas de manera inmediata podría ser crucial para fortalecer la capacidad de disuasión y prevenir un conflicto en el estrecho de Taiwán.
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