Brasil y China están construyendo una colaboración estratégica que, aunque no formaliza la membresía brasileña en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI), redefine los términos de la cooperación en América Latina. A través de un enfoque basado en proyectos, Brasil busca alinear las inversiones chinas con sus prioridades económicas internas, mientras mantiene su autonomía estratégica en un entorno geopolítico complejo.
De acuerdo a especialistas del medio The Diplomat, la postura de Brasil refleja un cuidadoso equilibrio entre maximizar beneficios económicos y evitar dependencias. Desde la perspectiva del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, la colaboración con China debe traducirse en acceso sustancial a mercados clave, particularmente en sectores agrícolas de alto valor como la carne y el pollo. La reciente eliminación de medidas antidumping por parte de China contra el pollo brasileño es un ejemplo de las concesiones logradas mediante esta estrategia.
El gigante asiático, por su parte, mostró flexibilidad en su enfoque hacia Brasil, adaptando los principios de la BRI para satisfacer las demandas específicas del país. Durante la visita de Estado del presidente Xi Jinping a Brasil en noviembre, destacó que la relación bilateral se encuentra en su “mejor período de la historia”. Este enfoque pragmático refleja la evolución de la política exterior china, que prioriza colaboraciones personalizadas sobre compromisos estrictos.
A nivel regional, Brasil se destaca entre los países de América Latina por no unirse formalmente a la BRI, al igual que México y Colombia. Sin embargo, sigue siendo el principal socio comercial de China en la región, con exportaciones que alcanzaron los 90.000 millones de dólares en 2022, dominadas por materias primas como petróleo y soja. El reto para Brasil es diversificar sus exportaciones hacia productos de mayor valor agregado, una meta clave en su estrategia de desarrollo económico.
La relación estratégica entre Brasil y China también tiene implicaciones políticas. Para Lula, asegurar términos comerciales favorables y fortalecer los lazos diplomáticos con China podría ser una victoria significativa antes de las elecciones de 2026. Además, un eventual respaldo formal a la BRI podría convertirse en una herramienta clave para impulsar la campaña de Brasil por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un objetivo largamente perseguido.
En un contexto global donde Estados Unidos y Europa observan con cautela la expansión de la BRI, el caso de Brasil resalta como un ejemplo de cómo los países emergentes pueden colaborar con China sin comprometer su autonomía. Esta dinámica redefine las reglas del juego para la cooperación internacional, consolidando a Brasil y China como socios clave en un mundo de tensiones bipolares.
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Fuente: The Diplomat