Los ciudadanos de Groenlandia acudieron a las urnas para elegir a los 31 legisladores que conformarán el próximo parlamento de la isla, en un proceso electoral que trasciende la política local debido a su relevancia geopolítica. Mientras el debate sobre la independencia sigue latente, la atención internacional se intensificó ante el renovado interés de la administración de Donald Trump en la isla, considerada estratégica por su ubicación en el Atlántico Norte y sus recursos minerales clave.
Si bien la independencia de Groenlandia no figura en la boleta, el tema domina la agenda política. La región, autónoma de Dinamarca desde 2009, mantiene una relación estrecha con Copenhague, pero ha avanzado gradualmente hacia una mayor autodeterminación. Las encuestas indican que la mayoría de los groenlandeses apoyan la independencia, aunque sin una hoja de ruta clara para alcanzarla.

El creciente interés de Washington ha añadido presión al proceso político. Trump ha mostrado un interés particular en Groenlandia, lo que ha llevado a los votantes a evaluar con mayor atención el futuro de la isla en un contexto de crecientes rivalidades internacionales. Aunque la población mantiene buenas relaciones con la base militar estadounidense de Pituffik, el consenso general es claro: Groenlandia no está en venta.
Doris Jensen, representante del partido socialdemócrata Siumut, afirmó que su formación política busca acelerar la independencia debido a los cambios en el contexto global. Por su parte, Pipaluk Lynge, del partido gobernante Inuit Ataqatigiit, expresó su preocupación por el creciente interés de Estados Unidos y destacó la importancia de fortalecer los vínculos con Europa para consolidar la soberanía groenlandesa.
Un proceso electoral marcado por la presencia internacional y su futuro
Las elecciones parlamentarias groenlandesas, tradicionalmente de bajo perfil, han atraído una atención mediática inusual. Periodistas de todo el mundo se desplazaron a Nuuk, reflejando el creciente peso de Groenlandia en la geopolítica global.
Uno de los temas clave en la elección es el futuro económico de Groenlandia. La isla posee reservas significativas de minerales de tierras raras, esenciales para la industria tecnológica y energética global. No obstante, la explotación de estos recursos choca con estrictas regulaciones medioambientales que buscan preservar el ecosistema del Ártico.

Actualmente, el 40% de los empleos en la isla dependen del sector público, lo que resalta la necesidad de diversificar la economía sin comprometer el frágil entorno natural. En este contexto, la independencia de Groenlandia no solo es una cuestión política, sino también económica y estratégica.
Aunque los resultados preliminares se conocerán poco después del cierre de las urnas, la certificación oficial tardará semanas debido a la compleja logística de transporte en la isla, donde no existen carreteras que conecten las comunidades.
Independientemente del desenlace electoral, Groenlandia se encuentra en un momento crucial. La presión internacional, el interés de Estados Unidos y la creciente ambición independentista marcarán el rumbo de la isla en los próximos años. Lo que está en juego no es solo la composición del parlamento, sino la dirección política y económica de un territorio clave en el Ártico.
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