La política exterior argentina bajo la administración de Javier Milei experimentó un cambio de rumbo diferente, puntualmente en temas sensibles como la reivindicación de soberanía sobre las Islas Malvinas. A diferencia de gobiernos anteriores, la estrategia actual parece centrarse en el diálogo y la cooperación con el Reino Unido. Declaraciones oficiales y hechos recientes indican una postura menos confrontativa y colaborativa con un gobierno que sistemáticamente ignora esta lucha y se niega a dialogar.

12/06/2017 El conflicto que enfrentó a Gran Bretaña y Argentina en 1982 por el control del archipiélago de las malvinas, que esta en posesión de los británicos actualmente, es un hecho relevante y de gran impacto en la historia de ambos países. Fue una batalla de corta duración pero que le costó muchas vidas al gobierno argentino y británico SOCIEDAD SUDAMÉRICA ARGENTINA POLÍTICA REUTERS

Durante una entrevista con la BBC, El presidente argentino afirmó que las Islas Malvinas “están en manos del Reino Unido”. También aseguró que su gobierno no renunciará a la soberanía argentina sobre el territorio, pero que la estrategia será la vía diplomática. Milei descartó cualquier posibilidad de un conflicto armado y sostuvo que su administración buscará negociar pacíficamente.

En esta línea, Diana Mondino, excanciller argentina, respaldó esta posición al afirmar que la comunicación bilateral con el Reino Unido es clave para atender cuestiones humanitarias y fortalecer los vínculos entre el continente y las islas. La excanciller sostuvo que “las Malvinas son y serán siempre argentinas”, pero destacó la importancia de mejorar la conectividad con los isleños.

Los hechos demuestran otra cosa

Pero los hechos demuestran otra cosa, el gobierno de Javier Milei tomó decisiones que ponen en duda su compromiso con el histórico reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. La intención de reanudar los vuelos desde Córdoba a Monte Agradable (Mount Pleasant, por la denominación impuesta por el Reino Unido) o las reuniones entre Mondino y su homólogo británico, David Lammy, refuerzan esta tendencia. Desde su primer encuentro en Nueva York, la diplomacia argentina evitó cualquier confrontación y optó por una estrategia de diálogo que en definitiva priorizó los intereses británicos sobre la defensa del territorio en disputa.

Y mientras Argentina facilita la conectividad aérea y promueve el diálogo, el Reino Unido avanza con la explotación de recursos en aguas en disputa. El proyecto petrolero Sea Lion, liderado por la israelí Navitas Petroleum, prevé inversiones millonarias para extraer crudo en la región, consolidando aún más la presencia británica.

A esto también se suma el reclamo del gobierno de Tierra del Fuego, que denunció la presencia de un buque británico con bandera ilegal de las Malvinas por las costas argentinas. El RRS Sir David Attenborough navegó por el estrecho de Le Maire, que separa la Isla Grande de Tierra del Fuego de la Isla de los Estados, realizando este trayecto al partir de las Malvinas hacia la base antártica británica de Rothera.

Tampoco se puede dejar pasar el uso de la denominación “Falklands” en un comunicado oficial del gobierno, que generó un fuerte repudio público entre los ciudadanos, medios y grupos nacionalistas de Argentina. O bien la visita del Ministro de las Fuerzas Armadas británicas, Luke Pollard, a las Malvinas, donde participó en el Día del Recuerdo. Así como el incidente que ocurrió en Brasil, cuando caza británico Typhoon de la Real Fuerza Aérea (RAF) realizó un aterrizaje de emergencia en Río de Janeiro, escoltado por otros aviones militares, que viajaban desde MPA a Gran Bretaña.

En el marco de una nueva Política Exterior, Argentina se volvió más condescendiente con el Reino Unido con respecto a Malvinas

Lo cierto es que esta nueva estrategia destaca una profunda contradicción entre el discurso oficial de defensa de la soberanía que vienen sosteniendo – o al menos pretende – este Gobierno argentino y la realidad de los hechos. La reapertura de canales de comunicación se presenta como un gesto de pragmatismo, pero en la práctica deja a un lado décadas de reclamos ante organismos internacionales y el principio irrenunciable de la soberanía nacional sobre las islas.

Sí, la administración de Javier Milei marcó una diferencia en la política exterior argentina con respecto a Malvinas, pero le quito valor a una lucha que se configuró como parte de la identidad nacional durante décadas. La búsqueda de un diálogo más fluido con el Reino Unido genera expectativas sobre posibles avances diplomáticos, pero también suscita críticas sobre la firmeza del reclamo argentino, y sobre el hecho de que cualquier acuerdo con Londres debería poner en el centro la recuperación del territorio.

La tensión histórica sobre la soberanía de las islas sigue vigente y hoy más que nunca, pero con un gobierno que parece haber perdido iniciativa en su reclamo. Mientras el Reino Unido fortalece su presencia en la región y avanza con proyectos estratégicos como Sea Lion, la administración de Milei apuesta a una estrategia que, lejos de reafirmar los derechos argentinos, los diluye en gestos de acercamiento sin garantías reales de avances en la cuestión de fondo. En este contexto, el país se enfrenta al riesgo de ceder espacio en un conflicto que, más allá de lo diplomático, sigue siendo una causa que sensibiliza profundamente a la sociedad argentina de norte a sur.

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Redacción
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