A pesar de una inversión cercana a los 1.000 millones de dólares en menos de tres semanas, el poder militar de Estados Unidos no ha logrado debilitar de manera significativa la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas de Yemen, lideradas por el movimiento Ansarallah (conocido comúnmente como los hutíes). Así lo indican múltiples fuentes consultadas por CNN y The New York Times, que remarcan la creciente preocupación dentro del Pentágono por los escasos resultados obtenidos frente al elevado costo económico, logístico y estratégico de la campaña.
La ofensiva aérea comenzó el 15 de marzo de 2025 e incluyó el despliegue de armamento de alta precisión, como misiles Tomahawk, JASSM y JSOW, así como bombarderos B-2 desde la base de Diego García, dos portaaviones y un conjunto significativo de cazas. También se integraron sistemas de defensa aérea Patriot y THAAD en el teatro de operaciones del Medio Oriente. Sin embargo, los ataques no han logrado frenar el lanzamiento continuo de misiles balísticos, de crucero y drones por parte de Yemen, ni su capacidad de afectar el tráfico marítimo en el mar Rojo.

En lo que constituye una de las operaciones más intensas y costosas de los últimos años, Yemen logró derribar al menos 17 drones avanzados MQ-9 Reaper, cada uno con un valor estimado de 30 millones de dólares, generando un costo operacional extremadamente elevado para Washington.
Fuentes del Departamento de Defensa de EE.UU. admiten que, si bien se han alcanzado algunos objetivos vinculados al liderazgo hutí y se han destruido ciertas instalaciones militares, el arsenal yemení —compuesto en gran parte por sistemas subterráneos y altamente protegidos— permanece en buena medida intacto. “Lograron neutralizar algunos sitios, pero eso no ha impedido que los hutíes sigan atacando buques en el mar Rojo ni que derriben drones estadounidenses”, señaló un funcionario informado sobre el operativo, en declaraciones a CNN. “Mientras tanto, estamos quemando nuestra capacidad operativa: municiones, combustible, tiempo de despliegue”.
Desde noviembre de 2023, las fuerzas yemeníes comenzaron a atacar buques con vínculos israelíes en el mar Rojo, en respuesta a lo que denuncian como un genocidio del pueblo palestino por parte de Israel en Gaza. En este contexto, EE.UU. y el Reino Unido iniciaron una operación militar en apoyo indirecto a Tel Aviv, lo que intensificó el conflicto regional.

El portavoz de las Fuerzas Armadas de Yemen, Yahya Saree, declaró recientemente que su país atacó al portaaviones USS Harry S. Truman y a sus buques escolta mediante el uso de misiles de crucero y drones. Subrayó además que “no abandonaremos nuestras obligaciones morales, religiosas y humanitarias hacia el pueblo palestino, sin importar las consecuencias”.
La magnitud del gasto y la falta de resultados tangibles han generado inquietud en el Congreso de los Estados Unidos. Es probable que el Pentágono deba solicitar un refuerzo presupuestario si desea mantener el actual nivel de operaciones. A esto se suma un cambio reciente en las normas de autorización de ataques, que ahora ofrecen mayor margen de maniobra a los comandantes sobre el terreno, en línea con políticas aplicadas durante el primer mandato de Donald Trump.
El propio Trump ha proclamado públicamente que la campaña contra el movimiento Ansarallah ha sido exitosa, calificándola como una “decimación” de la resistencia yemení. Sin embargo, fuentes oficiales y analistas consultados por NYT contradicen esa versión, afirmando que los ataques han tenido un éxito limitado para destruir el arsenal y las capacidades logísticas del grupo.

Mientras tanto, dentro del Comando del Indo-Pacífico de EE.UU. crecen las preocupaciones por la disminución de reservas de misiles de largo alcance, como los JASSM, considerados clave para eventuales escenarios de conflicto en Asia, particularmente con China. A pesar de estas advertencias, un alto funcionario de Defensa sostuvo que la operación mantiene su nivel de preparación y precisión, y que continuará mientras los hutíes sigan atacando buques vinculados a Israel.
El Ministerio de Salud de Yemen informó que al menos 61 civiles han muerto y otros 139 resultaron heridos desde el inicio de los bombardeos el 15 de marzo. Las consecuencias humanitarias del operativo, junto con su impacto presupuestario y geopolítico, alimentan un creciente debate dentro de los sectores políticos y militares de Estados Unidos.
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