La reciente decisión de la OPEP+ de acelerar la liberación de barriles al mercado global, en un momento de debilidad económica e incertidumbre comercial, reveló fisuras cada vez más evidentes dentro del grupo, debido a que, en lugar de transmitir cohesión y estabilidad, la medida sugiere una creciente dificultad para mantener la disciplina interna, especialmente ante el incumplimiento reiterado de cuotas de producción por parte de algunos miembros.
Durante una videoconferencia que originalmente se anticipaba como favorable para los mercados, ocho miembros clave de la OPEP+ sorprendieron al anunciar un aumento de producción de 411.000 barriles diarios a partir de mayo, equivalente a tres meses de incrementos anticipados respecto al calendario anterior de flexibilización de recortes.

El comunicado oficial justificó la decisión con “fundamentos saludables del mercado y perspectivas positivas”, pero el momento elegido resultó contraproducente, coincidiendo con una caída pronunciada del precio del petróleo, impulsada por temores de una guerra comercial global tras la imposición de nuevos aranceles por parte del gobierno de Donald Trump y las medidas de represalia de China.
En consecuencia, el crudo Brent cayó un 7% el jueves y alcanzó los 65,60 dólares por barril al día siguiente, su nivel más bajo desde la peor etapa de la pandemia de COVID-19. A este contexto se sumó la previsión de la Agencia Internacional de la Energía, que ya proyectaba un superávit en la oferta mundial de crudo para este año, incluso antes de los aumentos anunciados por la OPEP+.
Tensiones internas y falta de cumplimiento
Más allá del impacto en los precios, la decisión revela el creciente desorden interno dentro del cartel, en particular, la medida parece haber sido motivada por la necesidad de abordar el reiterado incumplimiento de cuotas por parte de varios miembros, entre ellos Kazajistán, que recientemente incrementó su producción a niveles récord tras la expansión del yacimiento de Tengiz operado por Chevron, superando ampliamente su cuota fijada por la OPEP+, lo que habría generado descontento en Riad y Moscú.
Kazajistán produjo 2,17 millones de barriles diarios de crudo y condensados en marzo, mientras que su producción de petróleo crudo alcanzó 1,88 millones de bpd, muy por encima de su cuota permitida de 1,468 millones de bpd.

La respuesta de Rusia tampoco se hizo esperar: el cierre de dos de los tres amarres del puerto de Novorossiisk, principal vía de exportación de petróleo kazajo, fue interpretado como una represalia directa.
Emiratos Árabes Unidos e Irak también han incrementado su capacidad productiva por encima de los niveles acordados, desafiando la autoridad del grupo, y Arabia Saudita, como actor dominante de la OPEP+, ha sido el principal responsable de implementar recortes profundos en aras de sostener los precios, pero su paciencia parece estar agotándose.
Geopolítica, castigo y señales a Estados Unidos
Washington ha presionado en múltiples ocasiones para reducir los precios del crudo, una demanda que la administración Trump ha vinculado al contexto inflacionario global y a sus intereses estratégicos, particularmente respecto a Irán.
La mayor disponibilidad de petróleo en el mercado mundial podría diluir el impacto de nuevas sanciones estadounidenses sobre las exportaciones iraníes, que rondaron los 1,5 millones de barriles diarios en 2024.

A su vez, la caída de los precios podría servir como advertencia para miembros rezagados como Irak y Kazajistán, cuyos presupuestos dependen críticamente de ingresos petroleros,
Arabia Saudita, aunque también necesita precios cercanos a los 100 dólares por barril para equilibrar sus cuentas fiscales, parece estar dispuesta a soportar un daño económico temporal a cambio de restaurar la disciplina dentro del grupo.
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