La Armada del Reino Unido descubrió recientemente dispositivos submarinos sospechosos, presuntamente de origen ruso, en el lecho marino circundante a sus costas. De acuerdo a una investigación del periódico The Sunday Times, se trata de sensores espías que habrían sido instalados con el objetivo de monitorear y recolectar inteligencia sobre la actividad de los submarinos nucleares británicos, una de las piezas más sensibles del aparato disuasorio del país.
Algunos de estos dispositivos fueron hallados directamente en el fondo del mar, mientras que otros terminaron arrastrados hasta la costa, lo que permitió su recuperación y análisis por parte de las autoridades militares. La principal preocupación radica en que estos sensores estarían dirigidos a detectar los movimientos de los cuatro submarinos de clase Vanguard que integran la fuerza de disuasión nuclear del Reino Unido.

Una fuente militar de alto rango citada por el medio británico fue categórica: “Que no quepan dudas, hay una guerra en curso en el Atlántico. Este es un juego de gato y ratón que comenzó al finalizar la Guerra Fría y que hoy se está intensificando”.
La información obtenida por el periódico forma parte de una investigación periodística de tres meses, en la cual también se detectó la presencia de vehículos no tripulados rusos en proximidades de cables de comunicaciones submarinos de gran profundidad. Estos cables son fundamentales para las comunicaciones globales y constituyen infraestructuras críticas, cuya vulnerabilidad ante acciones hostiles preocupa desde hace años a las agencias de seguridad occidentales.
Uno de los hallazgos más inquietantes incluye datos de inteligencia creíbles que sugieren que algunos superyates de propiedad de oligarcas rusos podrían estar siendo utilizados para tareas de reconocimiento submarino, como plataforma móvil para lanzar o recuperar estos sensores espías. Esta táctica híbrida, que combina medios civiles de alto perfil con capacidades tecnológicas militares, representa un nuevo desafío para las doctrinas tradicionales de defensa naval.

El Reino Unido considera estas acciones como parte de una creciente campaña de hostigamiento subacuático y ciberfísico, enmarcada en un contexto geopolítico de tensión sostenida con Rusia. Si bien no se han producido declaraciones oficiales directas desde el Ministerio de Defensa británico en relación a este episodio, los indicios recogidos fortalecen las hipótesis de una estrategia más amplia de penetración e inteligencia marina por parte del Kremlin.
El redescubrimiento de estas maniobras, reminiscentes de los tiempos más tensos de la Guerra Fría, refuerza la idea de que el Atlántico Norte se está convirtiendo nuevamente en un escenario prioritario en la disputa por el control informativo y estratégico. En un mundo marcado por conflictos híbridos y operaciones de inteligencia de múltiples capas, la frontera bajo el mar cobra una relevancia cada vez mayor.
Este tipo de incidentes también intensifica la cooperación entre aliados de la OTAN, que han comenzado a reforzar su vigilancia de las rutas submarinas y a discutir nuevas normas para proteger infraestructuras sensibles frente a actores estatales hostiles.
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