La reciente inundación de medidas arancelarias anunciadas por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, desató una semana de marcada incertidumbre y volatilidad en la economía global.
El esquema inicial, revelado a principios de este mes, proponía un arancel general mínimo del 10% para todos los países, complementado con tarifas significativamente más elevadas para socios comerciales específicos, calificado por la administración estadounidense como una estrategia de “aranceles recíprocos” destinada a reequilibrar el comercio internacional, generó una inmediata reacción adversa en los mercados financieros mundiales.

La Argentina, junto con otros países latinoamericanos, se vio inicialmente incluida en este arancel general del 10%, representando una modificación sustancial en el panorama comercial, considerando que en 2024 la Argentina aplicaba un promedio arancelario del 7,6% a productos importados desde los Estados Unidos, mientras que el promedio estadounidense para los productos argentinos era considerablemente menor, del 2,7%.
La agresividad de las medidas arancelarias tomó por sorpresa a los mercados, tal como lo señaló Maximiliano Donzelli, de Invertir Online, quien declaró que esta postura comercial más dura incrementó la volatilidad financiera y sembró dudas sobre las proyecciones de crecimiento económico global y las ganancias corporativas en los Estados Unidos.
¿The Art of the Deal?
Una semana después del anuncio inicial, se produjo un giro ¿inesperado?, el presidente Trump anunció una pausa de 90 días en la implementación de los aranceles más elevados para la mayoría de los países, con la notable excepción de China, cuyos aranceles se incrementaron aún más, alcanzando al menos el 125%, sugiriendo que las presiones económicas internas jugaron un papel crucial en la decisión.
Para la Argentina, esta pausa arancelaria significó, en términos prácticos, mantenerse en el nivel del arancel universal del 10%, que, si bien esto evitó un aumento mayor de manera inmediata, también eliminó una potencial “ventaja comparativa” que la Argentina podría haber tenido frente a países que inicialmente enfrentaban aranceles superiores al 10%.

Fernando Landa, de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), señaló que la Argentina queda competitivamente igual que antes de las últimas medidas, salvo en los sectores de acero, aluminio y autopartes, que representan una porción significativa de las exportaciones a Estados Unidos, además, la competitividad argentina podría verse comprometida en aquellos productos que compiten directamente con las exportaciones de Canadá y México, países que gozan de un tratado de libre comercio con Estados Unidos y que, en gran medida, quedaron exentos de los nuevos aranceles.
Argentina, en un limbo comercial
Durante esta semana de anuncios y rectificaciones, la secretaria de Agricultura norteamericana, Brooke Rollins, mencionó a la carne argentina como un producto que podría estar en la mira de la Casa Blanca en su defensa del plan de Trump para los productores agropecuarios estadounidenses.

El presidente Javier Milei anunció su intención de “readecuar la normativa” del país y buscar un acuerdo para que alrededor de 50 productos argentinos tengan libre acceso al mercado estadounidense, aunque los detalles de esta propuesta y los requerimientos estadounidenses aún no se han clarificado.
La Unión Industrial Argentina (UIA) manifestó su profunda preocupación por las medidas proteccionistas de Trump, alertando sobre un posible impacto negativo mayor al previsto, especialmente en un contexto donde la Argentina ha reducido aranceles a la importación de ciertos productos sin una agenda integral de competitividad previa.
¿La calma que antecede al huracán?
En cuanto al panorama global, la decisión de Trump generó diversas reacciones. Potencias extranjeras como Francia, Alemania y Polonia celebraron la pausa como un paso hacia la “racionalidad económica” o un reconocimiento de la unidad europea, pero no obstante, persistió la incertidumbre sobre la durabilidad de esta pausa y las intenciones a largo plazo de la administración estadounidense.

China, por su parte, mantuvo una postura firme, respondiendo a los aranceles estadounidenses con sus propias medidas de represalia, incluyendo un aumento de aranceles a productos estadounidenses, subrayando la fragilidad del escenario comercial global y la amenaza de una guerra comercial prolongada, que todavía no fue totalmente descartada.
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